BECERRA RAMÍREZ, Manuel, El factor jurídico en la transformación de la Unión Soviética a la Comunidad de Estados Independientes, México, UNAM, 1992, 266 pp.

Marx había muerto hacía cerca de más de cien años, pero una tercera parte de la humanidad estaba gobernada en su nombre. ¡Lo que ha sucedido es, sin hipérbole, uno de los mayores dramas de la historia!

El libro del profesor Manuel Becerra nos explica bajo un ropaje aparentemente sencillo, pero que se revela de inmediato de una gran profundidad, cómo el marasmo económico y tecnológico en el que se había gravemente postrado lo que era la Unión Soviética en los últimos veinte o treinta años, aunado a una terrible corrupción dentro del régimen, hacían inevitable un verdadero "shock político" para sacar de su inercia suicida a la burocracia comunista.

Los dirigentes soviéticos veían, además, con terror cómo su país podía dejar en cualquier momento de ser la segunda potencia mundial, amenazada en especial por la gran potencia japonesa que con su fenomenal crecimiento económico podía volver a ser la terrible potencia militar de antaño, y por si fuera poco bloquear la expansión naval soviética en el Pacífico.

Por si esto no fuera suficiente, el resurgimiento cada vez más evidente de la República alemana, representaba otro terrible peligro adicional a la hegemonía soviética.

Así, costara lo que costara había que intentar un verdadero y significativo crecimiento económico, y para ello, primero que nada, lo que había que hacer era renunciar a los enormes y cuantiosísimos gastos militares que le eran impuestos desde hace decenas de años por la famosa carrera armamentista.

Pero la carrera armamentista pesa también fuertemente sobre la economía de los Estados Unidos, y así varios analistas coinciden en que más allá de todas las coyunturas del momento, las dos grandes potencias de aquel tiempo preferían llegar a un entendimiento duradero entre los dos grandes de eminente cultura europea, para hacer frente al rápido ascenso de una tercera: la cultura asiática, que podría llegar a convertirse en el peligro número uno, si Japón llegase el día de mañana a ser aliado de ese enorme país que es nada menos que la República Popular China, con más de 1,200 millones de habitantes y con ideas cada vez más liberales en el campo de la economía.1

Es cierto que los años de la década de los ochenta, pasarán a la historia como aquellos en que la Unión Soviética y el mundo comunista habrán perdido en estricto sentido la llamada "guerra fría". Pero el fin del enfrentamiento de la rivalidad Este-Oeste no ha hecho al parecer más que reabrir viejas y profundas heridas, como son los odios interétnicos y los nacionalismos explosivos, que como bien dice el profesor Manuel Becerra en su excelente análisis sobre este punto:

Por ello, uno bien puede preguntarse después de todo lo que ha sucedido y sigue sucediendo -piénsese solamente en ese infierno en el que se ha sumido la triste República de Yugoslavia-, si el famoso "derecho de los pueblos a la autodeterminación", sobre el cual se basa la Sociedad de Naciones, no está en vías de llevar a la destrucción de esta misma sociedad. Cada grupo humano vinculado por un rasgo o característica cualquiera, llámese religión, lengua, territorio, costumbres... parece legitimado a reivindicar la etiqueta de "pueblo", y reclamar el reconocimiento como Estado por parte de la comunidad internacional. Y entonces lo que sucede es que llegamos a una degeneración en los términos tanto jurídicos como políticos, en donde puede no existir límite al proceso de descomposición, pues como ha explicado un profesor francés, cada tribu, cada clan, cada capilla puede argumentar y defender su particularismo como único fundamento legítimo del vínculo social. La isla de Nauru en el Pacífico con sus 7000 habitantes, es un Estado, aun y cuando su aeropuerto ocupe la mitad de su territorio.2

El colapso de la ex Unión Soviética y de los países del Este cuestionaron dramáticamente, entre otras cosas, el modelo marxista-leninista, como lo explica el doctor Manuel Becerra. Después de catalogar al Estado como un instrumento de opresión de una clase sobre otra, Lenin rechazó la concepción de un Estado de derecho garante de la protección del ciudadano por la separación clásica de los poderes (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), y de esta forma condenó la democracia formal y reclamó la destrucción del "Estado burgués", para sustituirlo por la "dictadura del proletariado". El profesor Becerra dice: "La realidad cruel, era otra. En el sistema implantado por J. Stalin, el Estado y su brazo poderoso, el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), centralizaban todo poder. El Estado no es, entonces, de los trabajadores, sino de la elite burocrática y el derecho estaba al servicio de ella (p. 2).

Pero, ¿es que el anhelo de la autorrealización del individuo en condiciones de igualdad y justicia social son meras quimeras de una retórica socialista que ha demostrado su fracaso?

Tenemos que contestar obviamente en forma negativa; ello no es cierto, pues como ha dicho el filósofo Luis Villoro, debajo de la cobertura teórica de las ideologías socialistas, "...latía siempre la tensión hacia una forma superior de la comunidad humana, el impulso vital del socialismo, lo que hizo que tantos y tantos le consagraran su vida; no fue una fría creencia racional, sino la indignación por la injusticia y el anhelo de una sociedad comunitaria".3

Cuando uno piensa en los grandes cambios de este siglo puede recordar lo que era la gran Europa antes y después de la Primera Guerra Mundial y recordar cómo el rostro del viejo mundo cambió radicalmente al final de la Guerra. Para muchos era impensable que la gran potencia, la gran Alemania estuviera completamente derrotada. El igualmente potente y aparentemente indestructible imperio austro-húngaro había desaparecido. Y por si fuera poco, el poderío de los Estados Unidos había aumentado en un grado sin precedentes, pues no solo ejercían una inusitada hegemonía en el continente americano, sino que también, por primera vez en toda la historia, iban a comenzar a ejercer una influencia real en toda la vieja Europa.

Pero, muy probablemente nada tenga paralelo con lo que hemos estado presenciando principalmente en los últimos dos o tres años, en los que prácticamente todo ha cambiado y en los que parece que debemos dejar en el basurero las viejas categorías mentales a las que nos habíamos acostumbrado para la interpretación de los movimientos nacionales e internacionales, pues ya no son útiles para el presente. Nadie en ningún lado previno tan extraordinarios e increíbles cambios.

Quiero aquí traer a colación el pensamiento de uno de los más ilustres internacionalistas mexicanos, el del ex secretario de Relaciones, Jorge Castañeda. El embajador Castañeda en su conferencia magistral dictada en el famoso Coloquio de Invierno, aparte de recordarnos cómo nadie había previsto ni siquiera un par de meses antes la caída del Muro de Berlín y la unificación alemana, analizó con su lucidez acostumbrada uno de los grandes y fundamentales factores por los cuales se colapsó la Unión Soviética y sus países del Este. El haberse armado hasta el grado en que lo hizo fue un craso error para la Unión Soviética; el altísimo costo que representaba la carrera armamentista le provocó perder la lucha económica. Dice Jorge Castañeda:

El profesor Manuel Becerra, que coincide en parte con las anteriores apreciaciones, sin embargo en una de sus conclusiones fundamentales sostiene que la mayor de las fallas de Mijail Gorbachov fue la de "no haber controlado el proceso de reformas, sobre todo las económicas, y no haber podido enfrentar el movimiento de independencia de las Repúblicas" (p. 139).

Aquí yo tendría mis dudas en el sentido siguiente: es cierto que no se pudo controlar la evolución de los acontecimientos a los que él había dado origen, pero mi pregunta es: ¿un movimiento económico-político de esta envergadura, una vez echado a andar, puede realmente ser "controlado"?, ¿es que este tipo de movimientos no adquieren su propia dinámica que escapa a todo tipo de previsión o predictibilidad? El profesor Manuel Becerra acepta a todo lo largo de su trabajo que la perestroika se había presentado como una renovación del socialismo, y esto es absolutamente cierto, pero mi duda estriba en saber si hay ciertos momentos en que una terrible realidad política rebasa al más lúcido de los estadistas, y que incluso a pesar de tener la visualización de esta posibilidad, siempre es mucho mejor para el bien de la mayoría abrir las puertas de la conciencia moral y política de un país, pues de otra manera, tarde o temprano, esa olla de presión estallará ante la cara de todo el mundo con resultados impredecibles a largo plazo, pero de inmediato contando de seguro con una gran violencia y un verdadero caos y baño de sangre en forma indiscriminada.

¡Para terminar quiero señalar que uno de los rasgos más importantes que me interesa resaltar del trabajo de mi amigo y colega Manuel Becerra, es que, al contrario de muchos otros autores o pseudoautores, el libro que aquí comentamos no hace sentir nunca al lector que se hubiera querido partir de un supuesto preestablecido para después tratar de corroborarlo con tesis a posteriori, lo cual es contrario al más elemental espíritu científico.

Su estilo es por lo demás armonioso y preciso, evita felizmente la moda de los clichés y lugares comunes, al igual que las frases ampulosas y las satanizaciones grotescas.

Alonso GÓMEZ-ROBLEDO VERDUZCO

Notas:
1 Esto podría muy bien explicar todas las reticencias y hasta la hostilidad demostradas por Japón hacia la nueva política inaugurada por Mijail Gorbachov. Foucher, Michel, Fronts et frontieres: un tour du monde geopolitique, París, Edit. Fayard, 1988.
2 Latouche, Serge, "La fin de la Société des Nations", Traverses, París, 1985.
3 Villoro, Luis, "La fraternidad: base de toda comunidad auténtica", La situación mundial y la democracia, México, UNAM, Conaculta, FCE, 1992, p. 89.
4 Castañeda, Jorge, "México y el nuevo orden mundial: actualidad y perspectivas", México y los cambios de nuestro tiempo, vol. III, pp. 260 y 261
5 Ibidem.