FREYERMUTH ENCISO, Graciela y HERNÁNDEZ CASTILLO, Rosalva Aída (comps.), Una década de refugio en México. Los refugiados guatemaltecos y los derechos humanos, México, Ediciones de la Casa Chata, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), 1992, 409 pp.

La edición del libro estuvo al cuidado de Federico J. Martínez Rivas y Gabriela Jiménez Porta. El trabajo fue dimensionado concientemente por Graciela Freyermuth y Rosalva Aída Hernández Castillo. Fue posible gracias a la colaboración del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, el Instituto Chiapaneco de Cultura y la Academia Mexicana de Derechos Humanos.

El documento adquiere una gran trascendencia ya que se construyó en una tribuna que permitió, a diez años de distancia, la expresión de quienes no habían tenido la oportunidad de hacer oír su voz, trátese de los propios refugiados como de aquellos profesionistas, técnicos y voluntarios, que habitualmente no participan en foros académicos.

Se encuentran reunidas ponencias presentadas por los propios refugiados guatemaltecos a través de las comisiones permanentes. Se consideró importante incluir en el libro el sentir de los refugiados para que sus testimonios y sus puntos de vista sean escuchados y valorados en toda su dimensión.

En opinión de las compiladoras, el panorama general que se esboza en la antología, habla de las "nuevas rutas mayas", ya no trazadas por los comerciantes en la época prehispánica, sino por los desplazados de guerra. El recorrido se inicia en Guatemala, analizando la situación actual de las comunidades indígenas del altiplano y de los repatriados; sigue en la frontera sur mexicana con los refugiados reconocidos y no reconocidos, con los quichés y cakchiqueles asentados en el área suburbana de la ciudad de México; y, finalmente, con los refugiados no reconocidos asentados en la frontera norte, hasta llegar a San José o Indian Town en los Estados Unidos, donde K'anjobales y jacaltecos han creado su mundo en el seno de una de las sociedades más industrializadas.

El libro se divide en cuatro capítulos: I. El derecho al refugio, II. El derecho a la cultura, III. El derecho a la salud y IV. El derecho al retorno.

Las diferentes perspectivas en torno a la problemática del derecho al refugio son presentadas en la primera parte. Es de conocimiento público que infortunadamente en la legislación mexicana hasta el 17 de julio de 1990 no contemplaba la figura jurídica de refugiado; y la de asilado político resultaba insuficiente por estar restringida a individuos que puedan probar ser víctimas de persecución por sus ideas. Los miles de campesinos desplazados a México por la violencia gubernamental ameritaban un tratamiento diferente.

Es conveniente tener presente que el derecho al refugio se concretiza en el derecho internacional moderno en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, redactada el 28 de julio de 1951 en Ginebra, Suiza, que entra en vigor el 21 de abril de 1954. Posteriormente, el 4 de octubre de 1967 también entra en vigencia el Protocolo sobre el Estatuto del Refugiado. A la fecha ambos documentos son los instrumentos internacionales más importantes para la protección de los refugiados. En México, sigue sin respuesta el reiterado llamado del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y de otros sectores de la sociedad civil a que el país ratifique la Convención de 1951 y el Protocolo de 1967 de las Naciones Unidas sobre el Estatuto del Refugiado.

El segundo capítulo del libro se refiere al derecho a la cultura, tomando en consideración que los niños y mujeres fueron los grupos que prioritariamente buscaron refugio en México, la mayoría de ellos indígenas quichés, mames, k'anjobales, chujes, jacaltecos y cakchiqueles, casi todos monolingües y que la experiencia lamentable de la huida, de la búsqueda de refugio y la nueva ubicación determinó que mujeres, niños, ancianos y hombres de distintos grupos étnicos compartieran una experiencia traumática común, al haber sufrido una fractura y reconstitución de su identidad cultural.

En el tercer capítulo se presentan trabajos referidos al derecho a la salud de la población refugiada. Se considera que a partir de esas experiencias dolorosas del pueblo guatemalteco se hace menester considerar como una causa más de morbi-mortalidad a la tristeza. Parece absurdo...no lo es. (Asientan) "Cuando un paciente decide no luchar contra la enfermedad, poco o nada pueden la tecnología y la ciencia médica para contrarrestar este abandono. Por el contrario, cuando el ánimo de vida inunda a los pacientes más graves, podremos estar seguros de que al menos la batalla será intensa y sostenida, y aun cuando sea derrotado por la muerte, el esfuerzo en su rostro y el espíritu de quienes lo rodean". Los pueblos indígenas lo saben de antiguo. Hay enfermedades del alma y enfermedades del cuerpo. La tristeza no es un equivalente de la depresión. Se expresa en formas diferentes y responden a causalidades independientes.

El último capítulo aborda el derecho al retorno, varios especialistas sugieren que así como la comunidad internacional ha promulgado principios y normas en torno al derecho al refugio, es necesario estatuir el derecho al regreso refiriéndose no sólo al retorno, sino a todo lo que esto implica: un derecho a integrarse a sus comunidades, a recuperar sus tierras, a organizarse, a tener un trabajo digno entre otras cosas. Por otro lado, en el marco del diálogo nacional que se desarrolla en Guatemala a partir de los Acuerdos de Esquipulas II, los refugiados guatemaltecos plantearon, a través de las comisiones permanentes, una serie de condiciones para su repatriación e integración a la vida social de su país. Seguramente profundizar en cuanto al derecho al retorno, es muy importante en la coyuntura internacional contemporánea, constituye una temática que rebasa los límites académicos en la medida del divorcio de la mayoría de los expertos en derecho internacional que fincan su quehacer ajenos a la problemática que viven nuestros pueblos. Sobre el particular son muy interesantes los aportes de Carmen Camey Rodríguez, María Teresa Aguilar, Rafael Figueroa, Alfonso Bauer Paíz, Ricardo Cutz Méndez, Sara Morales Miranda, Mario Castañeda y el Señor Obispo de Chiapas Don Samuel Ruiz.

Finalmente mi reconocimiento al Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, al Instituto Chiapaneco de Cultura y a la Academia Mexicana de Derechos Humanos, a la cual me siento honrado de pertenecer, mi más sincero agradecimiento por el libro. Felicitaciones a Graciela Freyermuth Enciso y Rosalva Aída Hernández Castillo, distinguidas investigadoras de la realidad económico-social y cultural de Mesoamérica.

José Emilio Rolando ORDÓÑEZ CIFUENTES