HOMENAJE AL DOCTOR GARCÍA LAGUARDIA *

En este casi eterno retorno o permanente camino de ida y vuelta de las relaciones guatemalteco-españolas, le ha llegado la vez, de manera tan descollante como merecida, a Jorge Mario García Laguardia, en forma del Doctorado Honoris Causa que acaba de recibir en y de la Universidad de Extremadura.

Conmemorar es recordar en comunidad. Hoy, aquí y ahora, este numeroso grupo de personas que nos hemos reunido en torno al procurador de Derechos Humanos no hacemos sino repetir el gaudeamus, igitur de nuestros viejos himnos universitarios: nos regocijamos, pues, por un reconocimiento que tiene de todo menos de ajeno, puesto que la distinción, premiando a una personalidad eminente, se proyecta más allá y enriquece a todo un país, Guatemala, a una región, Centroamérica y, sobre todo, lo que es más importante aún, viene a enmarcar con sus luces y sus sombras, sus afanes y porfías tanto como sus ideales y aspiraciones.

Cual si se tratara de una letra cuyo vencimiento se hubiera ido prorrogando sucesivamente, el tiempo ha llegado, finalmente, en que tenía que ser pagada. De ahí este doctorado "por la causa del honor" que, siendo muchas cosas, es la constatación de aquello que un ilustre maestro mío, y cercano a muchos de los que hoy comparten con nosotros esta jornada, el profesor García de Enterría, le gustaba repetir: "que para el iuspublicista, la ordinaria `lucha por el derecho' en que su labor se resume, se presenta primariamente como `lucha por la Constitución'".

Tengo, además, para mí, que así como para Ortega el recuerdo era la carrerilla que el hombre toma para dar un brinco enérgico sobre el futuro, para Jorge Mario García Laguardia el estudio de la Historia es el soporte elástico, la abierta incitación que le sirve para completar lo insuficiente, para corregir lo desgarrado, para proporcionar estímulo a lo que no está repleto ya que, el derecho y la ley constituyen siempre algo que se superpone a una realidad imperfecta, desencadenando con ello nuevas realidades en un va y viene tan incesante como el de la vida.

Hombre conscientemente libre, y por tanto responsable, integrador y riguroso, es adversario, creo yo, de esos "terribles simplificadores", en la terminología de Burckardt y que con tanto acierto señala el citado García de Enterría, que creen que tantas cosas pueden abandonarse al mero instinto práctico de los hombres políticos o al juego coyuntural siempre movedizo de posiciones de fuerza o debilidad o a un rampante y helado pragmatismo. El doctor García Laguardia viene de esta forma paseando, con elegancia antigüeña, a lo largo de una trayectoria rica y llena de logros, y mostrando todo un estilo que es su mejor definición como persona y en el que se alían y dan la mano el jurista, el historiador y el observador siempre comprometido con una realidad que a fuerza de local ha resultado, por auténtica, global y universal.

Algunos de estos factores, y otros más que se omiten en estas palabras de cierre de su homenaje han debido retener la atención de la Universidad de Extremadura que, una vez más, ha hecho bueno aquello de "honrando, honrarse y premiando, premiarse".

Felicidades, Jorge Mario y Emilia García Laguardia.