DISCURSO DE LA LICENCIADA DOLORES BEATRIZ CHAPOY BONIFAZ EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO MONIQUE LIONS: OBRA JURÍDICA 1

Esta antología, Monique Lions: Obra jurídica -que se debe al amor del doctor José de la Herrán, y a la devota amistad de la licenciada Fanny Pineda-, reúne numerosos trabajos sobre distintos temas; pero los más de ellos, abordan el estudio del derecho constitucional tal como se entiende en Francia, México, el resto de los países de América Latina, China, Corea y las repúblicas africanas. El de éstas es particularmente interesante porque en ellas las constituciones se sucedían unas a otras velozmente, una por cada golpe de Estado; por lo que es imposible dejar de concluir que, para consuelo de tontos, tampoco en África ha funcionado adecuadamente el presidencialismo.

El carácter de Monique se manifestaba tanto en su obra de investigación, como en su imagen personal. En ambos aspectos su elegancia refinada surgía de su sencillez austera: modales impecables y discreción absoluta. Físicamente era nítida, apegada a un depurado estilo muy propio: maquillaje mínimo, alhajas discretas, ni un cabello fuera de su lugar y guantes. Investigaba minuciosamente, y comunicaba el fruto de su labor exponiendo sus ideas con un estilo limpio, sencillo, que con facilidad ubicaba en la mente del lector los conceptos extraídos de su estudio.

Ora que tener un estilo muy definido se prestaba a confusiones. Monique siempre usó zapatos Chanel -de piel color hueso y puntera de charol negro- que se mandaba hacer sobre medida y con pieles muy finas porque exigía que le quedaran como guantes; y alguien le comentó: "¡Cómo le dura el calzado, doctora! ¡Tengo veinte años de conocerla y usted sigue con el mismo par de zapatos!"

Si se mantuvo siempre fiel a un estilo de comportamiento y arreglo personal, se mantuvo siempre al día de los acontecimientos y publicaciones que eran punto de partida para su labor, de modo que al entregar sus textos a la imprenta las cuestiones tratadas eran actuales. Cada trabajo suyo la hacía entender nuevos temas, y cada uno lo hacía con espíritu de servicio: presentar al lector nuevos enfoques que pudieran aportarle algo. Sus enunciados y conclusiones no necesariamente habían de ser aceptados por todas las personas; pero lo importante era que las hicieran comprender otros puntos de vista, que hicieran brotar nuevas ideas en su intelecto. Monique no pretendió nunca que todos pensaran como ella, sino que deseaba que cada lector razonara mejor de acuerdo con su propio entendimiento.

Escribía con la maestría con la que cocinaba: empleaba ingredientes de primera calidad, sabía los movimientos apropiados para mezclarlos, el momento exacto para integrar unos con otros, y para detener la cocción; cuidaba que los sabores y aromas armonizaran entre sí para que ninguno destacara opacando el de los demás. Era una pizca de ésto, una sospecha de lo otro, y un aliento de ajo. Cocinaba por amor a quienes habrían de alimentarse con sus platillos.

También escribía por amor a las personas desconocidas con las que habría de establecer un diálogo a través de su obra. Si con las modificaciones pertinentes sus conceptos pueden hallar cabida en el trabajo de algunos lectores que los consideren adaptables a su propia investigación; entre tanto que otros los encuentren debatibles y para refutarlos tengan que encontrar nuevas razones que los confirmen en su propia posición, en uno u otro caso una reflexión nueva, o una nueva forma de pensar se habrá producido en sus lectores. Lo importante es que al leer su obra cada lector pueda descubrir en ella algo que le ayude a cimentar sus propias opiniones, o algo que lo interne en nuevas probabilidades. En cualquier caso se habrá fortalecido su entendimiento.

Compartí con Monique el amor a las plantas -me regaló un codito de uno de sus geranios, cuando florece es como si ella sonriera-, y heredé de ella el amor a los gatos. Compartimos también el gusto por la cocina. Intentó enseñarme a hacer el mousse de chocolate. Llegó a la casa tan elegante como era de costumbre, preparó y mezcló los ingredientes con movimientos exactos y sin despegar los codos del cuerpo, no ensucio nada; ni siquiera los trastes que utilizó tenían salpicaduras. El mousse quedó fabuloso. Mi experimento fue menos satisfactorio, el mousse quedó bien de textura y sabor; pero al fondo del traste quedó como un centímetro de líquido incoloro. Para alivio mío comí el mismo postre preparado por una chef cordon bleu graduada en Francia que cojeaba del mismo pie.

Participábamos asimismo en el mismo interés por la investigación; pero diferíamos en cuanto al tema. Cuando tenía que vincular el derecho fiscal con el derecho constitucional, recurría a la siempre disponible Monique, que me auxiliaba ya fuera respondiendo a mi pregunta, o entregándome un libro que resolviera mi duda. La diligencia tenía que desahogarse en tres minutos, plazo máximo que permitía que la distrajeran de su labor.

Sigue ayudándome. Con el mismo desinterés de siempre, con discreción, olvido de sí y renuncia al amor propio, intenta expandir el ámbito de mis posibilidades. En el libro Monique Lions: Obra jurídica que tengo el honor de comentar, encuentro muchos conceptos que son aplicables o adaptables a mi propio estudio. Cierto es que las condiciones en las que las colonias africanas recibieron el derecho europeo en la última mitad del siglo XX son muy diferentes a las que existían en Japón a fines del siglo pasado y al término de la Segunda Guerra Mundial; pero hay algunos aspectos en los que se aproximan, y las reflexiones de Monique me iluminan el camino; y aún en los casos en los que las circunstancias difieren totalmente, el enfoque que hace mi amiga, la secuencia de análisis que sigue, me marcan pautas qué seguir en mi investigación. Inclusive hay ideas que puedo trasladar a mi trabajo haciendo cambios mínimos -por supuesto citándola-, lo que me dará el placer de vincularla a mi obra.

Ya para irse, Monique me comentó que su partida marcaba el fin de su vida académica, no mencionó su vida personal. Parecería que no podía separar una de otra, porque ambas manifestaciones de su existencia se retroalimentaban entre sí. Pero estaba equivocada, mientas alguien al leer sus obras encuentre un estímulo para su propia superación, mientras su sistema de análisis y su forma de redacción -claros, simples, congruentes- sigan invitando a imitarlos, mientras haya alguien que pueda adaptar sus conceptos a su propio estudio, su vida se prolongará en las obras de los que aprendamos de ella.

Notas:
1 Pronunciado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM el 22 de marzo de 1995.