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Liderazgo y participación de las mujeres
en la política global

Women’s Leadership and Participation
in Global Politics

Leadership et participation des femmes
à la politique mondiale

Saúl Mandujano Rubio*

Nayelly Stephany Castañeda Rayas**

Sumario: I. Introducción. II. Un nuevo paradigma: feminización de la política y liderazgo con perspectiva de género. III. Mujeres en la política global: entre romper esquemas o desandar el camino. IV. Ángela Merkel y el compromiso de dignificar la política. V. Jacinda Ardern y la habilidad de manejar los desafíos con certeza, determinación y empatía. VI. Kamala Harris y la expectativa de un incomparable liderazgo potencial. VII. Sanna Marin y la importancia de mantenerse vigente. VIII. Mujeres, liderazgo y poder político: cuando el sexismo se aleja de la cima. IX. Aproximación a un marco teórico sobre liderazgo y género en la política global. X. Conclusión general. XI. Bibliografía.

Resumen: Este trabajo expone la participación de las mujeres en la política global y aborda la manera en que trasciende la visión dominante del paradigma entre liderazgo y género. De igual manera, afirma la existencia de nuevos lideratos con modelos transversales, menos verticales y más empáticos. Además, analiza la intervención de las mujeres en las altas esferas de la política global, a partir de liderazgos más abiertos y colaborativos, y menos jerárquicos. Por último, describe la feminización del poder político y examina el legado de Ángela Merkel, Jacinda Ardern, Kamala Harris y Sanna Marin.

Palabras clave: mujeres, género, liderazgo, política global.

Abstract: This document presents the participation of women in global politics and addresses how the prevailing vision of the paradigm between leadership and gender transcends. It asserts the existence of new leaderships encompassing crosscutting models, less upright and more empathetic. It analyses the intervention of women in high levels of global politics, through open-minded, collaborative, and less hierarchical leaderships. It describes feminization of political power and explores the legacy of Angela Merkel, Jacinda Ardern, Kamala Harris, and Sanna Marin.

Key words: women, gender, leadership, global politics.

Résumé: Le présent document expose la participation des femmes à la politique mondiale et comment la vision dominante du paradigme entre leadership et genre dépasse. Il affirme l’existence de nouveaux leaderships avec des modèles transversaux, moins verticaux et plus empathiques. Il analyse l’intervention des femmes dans les hauts niveaux de la politique mondiale, à partir des leaderships plus ouverts, collaboratifs et moins hiérarchiques. Il décrit la féminisation du pouvoir politique et examine l’héritage d’Angela Merkel, Jacinda Ardern, Kamala Harris et Sanna Marin.

Mots-clés: femmes, genre, leadership, politique mondiale.

I. Introducción

Trastocar la política, alterar ese orden conveniente o adecuado a lo masculino implica superar la categoría antropológica del cautiverio, la cual sintetiza ese hecho cultural por medio del cual se define el estado de las mujeres en un mundo patriarcal. Pareciera que, por la condición política en la que viven, las mujeres están sometidas al poder en los más diversos ámbitos de sus vidas y en distintos niveles. Es como si existieran sólo a través de los otros.1

Existen diferentes maneras de abordar el tema de las mujeres en la política global. Tal vez una de ellas sea explorar sus conquistas históricas o iniciar con la forma en que, hace casi 3,000 años, Homero describió en la Odisea la escena en la que el joven Telémaco —un muchacho recién salido del cascarón— hace callar a una Penélope sagaz y madura, la cual es una muestra palpable de las primeras evidencias escritas en la cultura occidental del modo en que las voces de las mujeres eran acalladas en la esfera pública.2 Tal como lo plantea Homero, una parte integrante del desarrollo de un hombre hasta su plenitud consistía (o consiste aún) en aprender a controlar el discurso público y en cerrar ese acceso a las mujeres.

Otra forma de acercarse al tema de la participación de las mujeres en la política mundial es a partir de los hechos y cifras que ofrece ONU Mujeres. Los datos muestran que la representación de las mujeres para la toma de decisiones es insuficiente en todos los niveles gubernamentales en el mundo. En sólo veintidós países hay jefas de Estado o de gobierno, mientras que 119 naciones nunca han sido gobernadas por mujeres. Al ritmo actual, alcanzar la igualdad de género en las más altas esferas de decisión tomará 130 años. Únicamente el 21% de quienes han ocupado ministerios han sido mujeres y, apenas en catorce países, los gabinetes han alcanzado el 50% o más en la representación de mujeres, pero con el detalle de asignarlas a las carteras menos relevantes. Si el aumento anual es de apenas el 0.52%, no se alcanzará la paridad en los cargos ministeriales antes de 2077.3

Tal vez se podría destacar el incremento en el número de las mujeres poderosas en el orbe y la adquisición de mayores capacidades para asumir liderazgo, o se podría hablar de la apertura cultural a la participación femenina en la vida pública, lo cual tiene que ver mucho con las luchas históricas de las mujeres y los movimientos transformadores emprendidos. Igualmente, se podría exponer de qué manera la relación entre la mujer y la política siempre ha sido vista como conflictiva, compleja y ambivalente. Asimismo, se podrían visualizar las oportunidades y el aprovechamiento de grietas y fisuras que den lugar al incremento de la actividad y del liderazgo político de las mujeres.

Eso sí, todo análisis debe aproximarse necesariamente a la conclusión de que las mujeres ya no se perciben como elementos ajenos al poder. Nuestro modelo cultural y mental de persona poderosa, irrevocablemente, dejó de ser masculino. El discurso público ya no es sólo un atributo definitorio de la virilidad. Por ello, deberá insistirse en reconocer que la creciente experiencia política de las mujeres y los contextos políticos más propicios parecen funcionar como condiciones necesarias para sus victorias electorales.

Dedicado a exponer la participación de las mujeres en la política global, este artículo aborda la manera en que se trasciende la visión dominante del paradigma entre liderazgo y género. De igual manera, sostiene que existen lideratos con nuevos enfoques y afirma la necesidad de construir modelos transversales, menos verticales y más empáticos, ya que ningún estilo es patrimonio exclusivo de un sexo u otro.

Entre los muchos estilos de liderazgo sobresale el liderazgo transformador, que corresponde a las ideas modernas de empatía e inclusión. A medida que la participación política de las mujeres prolifera, los liderazgos son más abiertos y colaborativos, así como menos jerárquicos. Quizá la parte medular del texto es abonar a establecer cuáles son las características y peculiaridades del liderazgo político femenino, así como a identificar si en realidad existe un liderazgo propio del género o se está frente a un “efecto clónico” de liderazgos masculinos mimetizados.

Además de referir a algunos datos sobre las mujeres y su acceso a los cargos políticos del más alto nivel, en este artículo se describen los estilos de gobierno de Ángela Merkel, Jacinda Ardern y Sanna Marin. También se menciona el prometedor liderazgo de Kamala Harris. Entre las razones que justifican ocuparse particularmente de ellas destacan, en primer lugar, su vigencia y, después, el proceder propio de cada una de ellas, que las distingue entre sí. Son liderazgos modernos, muy diversos a la idea de una mujer poderosa que en su tiempo encarnó Margaret Thatcher.

Esto está lejos de ser una selección arbitraria o en exceso discrecional, ya que, en concreto, atiende a una generación inédita de personalidades que fracturan los esquemas tradicionales respecto a la toma de decisiones en la arena política y que asumen espacios de poder, ya sea como jefas de Estado, primeras ministras o vicepresidentas. Son mujeres que han logrado deshacer los clichés sexistas del mando político, que saben moverse en los laberintos del poder y que dan un toque sui géneris al estilo de gobernar.

El trabajo concluye explicando que el ascenso de las mujeres al poder ya no está marcado por la pertenencia a una familia o elite. Por ello, sin ignorar que aún incomoda el prospecto de un poder político femenino, la investigación destaca que escribir sobre liderazgo y política global alude, necesariamente, a la influencia de las personas en las relaciones internacionales. Por muchas razones, el liderato femenino es ahora evidente y notable en la política mundial. Existen pruebas firmes y cada vez más numerosas de que la presencia de las mujeres ha cambiado para siempre la idea de ejercer el poder. Además, el texto cierra con una aproximación al marco teórico sobre liderazgo y género, e insiste en que, más allá del prejuicio y los estereotipos, el mandato a cargo de las mujeres no se identifica con gobiernos autócratas.

II. Un nuevo paradigma: feminización de la política
y liderazgo con perspectiva de género

Entre la teoría y la perspectiva de género se advierte una concepción feminista del mundo y de la vida. Por su juicio y censura a la idea androcéntrica de humanidad —que dejó fuera a la mitad del género humano—, la perspectiva de género tiene como uno de sus fines el contribuir a la construcción subjetiva y social de una nueva configuración a partir de la resignificación de la historia, la sociedad, la cultura y la política, desde las mujeres y con las mujeres. Esta perspectiva desarrolla una visión crítica, explicativa y alternativa de lo que acontece en el orden de los géneros.4

Una óptica androcéntrica separa a hombres y mujeres, refuerza estereotipos y persiste en los roles de género que deben cumplirse en las diversas esferas de la vida pública y privada. Se trata de una perspectiva que pone a los hombres como sujetos de referencia y que otorga al varón y a su punto de vista una posición central en el mundo, una perspectiva en la que las mujeres quedan invisibilizadas o excluidas. Entender ahora el ejercicio del poder amerita modificar ese plano. Una humanidad democrática requiere que mujeres y hombres seamos diferentes de quienes hemos sido.

Algo sucede en la política global, ya que existe un giro afortunado y visible hacia la feminización de la política, tendencia que parece permanente en virtud de los avances democráticos. Diversos factores alientan y ayudan a predecir el continuo crecimiento del liderazgo político de las mujeres. Por un lado, la transición demográfica y la crisis de los conductos tradicionales de gestión pública, paradójicamente, abren espacios para la participación de la mujer en la política. Por otra parte, se encuentra la percepción de los votantes que tienen una opinión favorable sobre la posición de la mujer y su desempeño político. Un porcentaje importante de electores estima que las mujeres llegan a ser mejores líderes que los hombres.5

Siempre y cuando el descontento no llegue a provocar el colapso de la democracia, un número creciente de votantes que están en busca de un nuevo tipo de liderazgo están visualizando a la mujer como una alternativa viable. La idea de feminizar la política resurge con fuerza al calor de los debates que indagan cuáles podrían ser los nuevos sentidos de la transformación. Más allá de acrecentar la presencia femenina en las instituciones, el protagonismo de las mujeres, de un modo inverosímil, se advierte en la extensión de los saberes y temas de la agenda pública.

Nadie cuestiona la importancia que la presencia de las mujeres tiene en un mundo dominado “simbólicamente” por los hombres (incluso, hay que persistir en ello). Sin embargo, esto no puede ser el epicentro de un cambio sustantivo en la imaginación política. Ampliar el número de mujeres no garantiza per se el cambio o metamorfosis de la forma en que se hace política. Sobran ejemplos de mujeres que se posicionan al lado del poder o que, en nombre de determinada feminidad, justifican interpretaciones reaccionarias del cuidado (sumisión, vuelta al hogar o, incluso, rechazo al aborto).6 A veces, la extensión del feminismo no se expresa necesariamente en una mutación temática sustantiva, y en ocasiones no escasas se reproducen estilos que ratifican mensajes patriarcales.

Si el género de los políticos tiene importancia en la realidad, tener más mujeres en el poder podría denotar implicaciones trascendentes para el diseño de políticas y, en definitiva, para su desarrollo. Sin poner en tela de juicio los beneficios que las mujeres aportan a la política, de manera no sorprendente existen evidencias nada casuales de las dificultades que las mujeres enfrentan para transfigurar la agenda temática. Examinar los procesos que siguen en su camino al poder es relevante para entender cuánto pueden influir las mujeres en la formulación de políticas con cambios sustantivos.7

Es necesariamente cierto que se advierten muchos estilos de liderazgo; entre ellos tenemos al liderazgo transformador, que corresponde a las ideas modernas de empatía e inclusión. A medida que la participación política de las mujeres prolifera, los liderazgos son más abiertos y colaborativos, así como menos jerárquicos. Incluir la perspectiva de las mujeres en la definición de políticas públicas impulsa forzosamente cambios estructurales. Sobra certidumbre de que, de esa manera, ellas transmutarán la política de una manera definitiva y para siempre. Por lo pronto, utilizar la palabra “feminismo” todavía escandaliza las fibras más íntimas del poder.

Liderazgo y género es una relación que permite debatir si existe un estilo femenino de hacer política. Incluso, puede discutirse aquella visión sobre los roles que las mujeres ejercen con liderazgos más emotivos, indecisos o influenciables. Una vez que las mujeres acceden a las posiciones más preeminentes de poder —lugares de poder explícito y legítimo por excelencia—, cabe preguntarse qué tipo de liderazgo ejercen y si acaso es un tipo de mando, autoridad o dominio específico diferente al de los varones.8

Aunque es importante señalar que ningún estilo es patrimonio exclusivo de un sexo u otro, con características bastante homogéneas, el liderazgo clásico sigue ligado a la idea patriarcal del poder, que simboliza los atributos personales de un líder en detrimento, incluso, de la figura de los partidos políticos. En las últimas décadas está surgiendo una forma diferente de entender el poder, un tipo de liderazgo diferenciado en el que las mujeres y el género condicionan la manera de comprenderlo y ejercerlo, uno que introduce matices cooperativos y nuevas formas de comunicación.

Sin ser un modelo hermético —pues permite filtraciones en función de quien ejerce el poder—, diversos estudios han concluido que las mujeres gobiernan con estilos más democráticos y participativos. Dentro de los diferentes tipos de liderazgo, las mujeres tienden a un liderato más transformativo, donde la capacidad de delegación y la empatía muestran otra dimensión. Esta forma de liderazgo es menos autocrática y tiene niveles más mesurados de concentración del poder, ya que ellas ejercen el mando y la autoridad sin basarse de manera tan relevante en una fuerte jerarquización. Es un liderazgo más interactivo y trata al poder de una forma más funcional e instrumental, y menos finalista u obsesiva.9

Poner de manifiesto que entre las “cualidades” del liderazgo femenino todavía pesan los estereotipos es una conclusión que se apoya en diversos rasgos. Asumir que una mujer ejerce un poder político “blando” es uno de ellos. También lo es sostener que ellas detentan el mando sin la completa investidura, ya que esto hace que éste se perciba como indeciso. Asociar el poder a las virtudes clásicas de fidelidad y abnegación reconocidas al sexo femenino es parte de esa connotación. Aquel argumento que apuesta por la diferente sociabilización y que afirma que los hombres han sido educados para ejercer un poder basado en la dominación, en la manipulación y en el individualismo sólo refrenda la idea de que las mujeres deben gobernar conforme a ciertos patrones culturales.

Aún queda algo de cinismo cuando se alude a dirigir con perspectiva de género. Muchos creen que es suficiente con ofrecer a las mujeres puestos iguales que a los hombres. Consideran que se puede eliminar la discriminación sexista si se les trata de manera similar, a pesar de desconocer el peso del género. Insisten en destacar que las características valoradas como “femeninas” en el ejercicio del poder deben ser, necesariamente, la minuciosidad y la sumisión.10

Todo tiene su contexto, y entenderlo nos acerca a la realidad. Las mujeres que acceden al poder político de alto nivel reúnen un perfil donde la variable sexo es central, pero no única. Sin aplicarse a todos los casos, ciertas peculiaridades las distinguen: son una elite aislada entre el poder masculino y la masa femenina; son una aristocracia femenina en los círculos varoniles; son de una clase discriminada por exigírseles un alto nivel de cualificación profesional y contribuciones de todo tipo; experimentan una problematizada tensión entre lo profesional frente a lo femenino. Muchas veces, las mujeres que ostentan un liderazgo político propio se ven imbuidas por la forma clásica de ejercitar el poder y son orilladas a masculinizar su estilo de gobierno para dar la impresión de que lo hacen bien.11

Hombres y mujeres difieren en el acceso a puestos de liderazgo. El hándicap en favor de los varones se explica a través de la metáfora del “laberinto de cristal”.12 Asociado tradicionalmente con el género masculino, el liderazgo suele identificarse con propiedades atribuidas, generalmente, a los hombres: competitividad, control, autoridad y orientación hacia la tarea. En esta línea, el prejuicio hacia las mujeres líderes procede de la “concebida” incongruencia entre las características femeninas y los requisitos que se presume debería tener el rol del líder.

En términos generales, las personas tienden a creer que para desempeñarse efectivamente en puestos de liderazgo es necesario desplegar atributos masculinos. Dicha percepción podría presionar a muchas mujeres a adoptar comportamientos similares a los hombres. Incluso, cuando algunas de ellas llegan a ser consideradas igual de competentes que sus pares varones, las personas tienden a reflexionar que violan las normas esperadas socialmente y reaccionan negativamente frente a ellas.13

Comprometer a las mujeres líderes a combinar rasgos asociados al estereotipo masculino con cualidades femeninas para conseguir su aceptación, francamente, puede resultar perturbador. Partir de prototipos varoniles para evaluar el trabajo de mujeres en el poder es no querer apartarse de patrones culturales. No es a través de la imitación como se consigue un liderazgo eficaz y bien aceptado. Exigir que las mujeres en el poder no deban perder el carácter asociado a su sexo, es decir, que se muestren emotivas, consideradas y entusiastas, es desatender que la autoridad y el mando pueden ser ejercidos con perspectivas diferentes.

Respecto a los estilos de liderazgo entre hombres y mujeres, los resultados de las investigaciones empíricas dan lugar a conclusiones contradictorias debido a la imposibilidad de establecer generalizaciones entre contextos. Gran parte del estudio sobre las mujeres en posiciones de poder sostiene que ejercen un estilo de liderazgo diferente al de los hombres. Toda vez que el género se hace presente en los procesos, en las prácticas, en las ideologías y en la distribución del poder, nada tiene de extraño que las mujeres perciban el liderazgo con matices divergentes.

Analizar la participación de las mujeres en la política global abona, precisamente, a identificar un tipo de liderazgo alternativo. No falta quien afirma que existen pocas diferencias entre el comportamiento de los líderes varones y el de las mujeres. Incluso, desde el llamado “efecto clónico” se sostiene que habría más diversidad “dentro” de los sexos que “entre” ellos. Ciertamente, es difícil generalizar sobre un liderazgo político femenino determinado, pues son pocos los casos, y el recorrido es, por ahora, breve. No obstante, sí se encuentran evidencias de que las mujeres gobiernan con perspectivas distintas a los varones. Ése es precisamente el objetivo de los siguientes apartados del artículo.

III. Mujeres en la política global: entre romper
esquemas o desandar el camino

Cuando en abstracto se figura a un líder, viene a la mente la imagen de un varón. Pensar en un líder es pensar en un hombre. La falta de modelos femeninos con quienes identificarse hace que ellas ajusten sus conductas a los usos y normas del poder vigente. Las estructuras más altas del poder político internacional siguen siendo espacios eminentemente masculinos.

Según datos revelados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), las cifras hablan por sí solas. Pese a lograrse máximos en el número de mujeres en los más elevados niveles del poder, sólo el 6% de los países tienen a una mujer como jefa de Estado, y apenas en un 7% de ellos una preside el gobierno. De 193 naciones, apenas en 22 las mujeres ocupan alguna de esas dos funciones. En cuanto a regiones, Europa (especialmente Europa del Norte) es la región que tiene más mujeres en altos cargos, mientras que en América Latina las mujeres gozan de gran representación en los parlamentos.14 No obstante, un estudio reciente de la Unión Interparlamentaria (UIP) devela que se han desacelerado los avances de género en las altas esferas políticas.

En el ámbito parlamentario, lejos de alcanzarse la paridad en el poder, sólo un 20% de los parlamentos está presidido por mujeres. De los 278 que hay en el mundo, nada más 57 son encabezados por mujeres. Conforme a los datos recogidos en el mapa “Mujeres en la política: 2020”, elaborado por ONU Mujeres y la UIP, la cifra de mujeres en los altos mandos es reducida.

Hay más jefas de Estado y de gobierno que gobiernos con igualdad de género. En 2021, sólo trece países cuentan con paridad ministerial o con una representación femenina superior a esa cifra. A pesar de los avances globales en todas las regiones, el número de países sin ministras ascendió a doce, en comparación con los nueve que había en 2020.15

Centrar el presente ensayo en las mujeres que ocupan una jefatura de Estado o de gobierno no implica desconocer que el empoderamiento femenino también se da en otros ámbitos de la política global. Con el surgimiento de una agenda internacional de la mujer en la década de los setenta, aunado al impulso de las organizaciones y conferencias internacionales, un gran número de países suscribieron acuerdos globales que aspiran a mejorar la
condición de la mujer. Definitivamente, esa circunstancia ha impulsado
la participación política de las mujeres. Sin embargo, para los fines del es-tudio, el análisis sólo se concretará a los cargos de más alto rango.

La edición 2021 del mapa preparado por la UIP y ONU Mujeres presenta nuevos datos respecto a la posición de las mujeres en puestos gubernamentales y parlamentarios. Uno de ellos es que aún son necesarias las acciones decididas y audaces en todo el mundo para atraer a un gran número de mujeres al corazón de los espacios de toma de decisiones, en calidad de miembros de pleno derecho. Los avances de este año en cuanto a la presencia de mujeres en la toma de decisiones políticas no son suficientemente buenos.

Previo al sexagésimo quinto periodo de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, celebrado entre el 15 y el 26 de marzo de 2021, uno de los temas prioritarios fue abordar el rezago en la participación y el liderazgo de las mujeres en la política mundial. Con el objetivo de proponer recomendaciones para la inclusión significativa y expansiva de las mujeres en las elites del poder, la Comisión ha puesto énfasis en la desigualdad que se advierte en la estructura de oportunidades para las carreras políticas de las mujeres y la frecuencia con la que se extravían o se pierden en los intrincados caminos del laberinto de cristal.16

Casi todos los países del mundo han experimentado un incremento en el número de mujeres parlamentarias desde 1997, pero no sucede algo similar en el rubro de jefas de Estado o de gobierno. El progreso hacia la representación igualitaria en el Poder Ejecutivo parece haberse estancado y entorpecido en los últimos dos o tres años. América Latina está a punto de volver a una situación que le era ajena desde hace más de una década. Cuando Michelle Bachelet asumió su primer mandato en 2006, parecía que la región cambiaría, de manera permanente, su historia de dominio masculino absoluto en los cargos de más alto poder. Posteriormente, sucedieron las victorias de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil y Laura Chinchilla en Costa Rica.

Pese a su vieja tradición machista, Latinoamérica sorprendía al mundo, ya que se vislumbraba como un lugar donde la igualdad de género se volvía algo más que un simple eslogan en la política. Sin embargo, pasaron unos cuantos años y, de un día para otro, se quedó sin presidentas, por lo que parece que podría desandarse, al menos en parte, el camino recorrido para empoderar a las mujeres. Este primer ciclo de mandatarias contemporáneas en la zona concluye con una situación lejana de lo ideal. Se ha suscitado un retorno al dominio del poder masculino, y ahora todos los países de la región son presididos por hombres.

Avanzar y no permitir retrocesos es un reto mayúsculo en la tarea de conceder poder a las mujeres. Las primeras mandatarias latinoamericanas tuvieron limitaciones de distinto tipo para gobernar, ya que los complejos fenómenos culturales de machismo y sexismo son difíciles de erradicar. A pesar de eso, el camino ha quedado más despejado para que otras mujeres vuelvan a competir por la jefatura de un Estado.

Algunas evidencias sugieren que la presencia de presidentas se asocia con el apoyo de hombres y mujeres al liderazgo político femenino.17 Después de todo, la diferencia fundamental en la política no es el género, sino la exclusión.

Quizá un dato que valdría la pena destacar es la importancia del cambio que se ha registrado en los Estados Unidos, donde el gobierno de Joe Biden es el más equilibrado en la historia del país. Frente a la administración anterior, con sólo un 17% de mujeres en cargos ministeriales, hoy la representación femenina ocupa el 46% de esa cartera. Sobresalen la vicepresidencia de Kamala Harris y la nominación de Janet Yellen como la primera secretaria del Tesoro en la Unión Americana, desde su fundación en 1789.

Además de tener bajo su responsabilidad la tarea no menor de conducir la recuperación económica de su país, Janet Yellen se suma a las mujeres que liderarán la economía mundial. Algunas llegan y otras se mantienen. Fuertes liderazgos femeninos conducen varias de las instituciones más importantes del mundo.

Una mujer es quien dirige la Organización Mundial del Comercio (OMC). El 1o. de marzo de 2021, Ngozi Okonjo-Iwela tomó posesión como directora general de la Organización (su mandato terminará en agosto de 2025). Kristalina Georgieva es la actual directora-gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), nada más y nada menos que en un momento clave para proporcionar liquidez a los países fuertemente golpeados por la pandemia. Gita Gopinath es la economista jefa del FMI y quien entregará las perspectivas para el panorama mundial, todo un desafío en medio de la incertidumbre. Carmen Reinhart es, a partir del 15 de junio de 2020, la vicepresidenta y primera economista del Grupo Banco Mundial y, como tal, brinda a la institución liderazgo intelectual en un momento de crisis sin precedentes. Qué decir de Christine Lagarde y su labor de seguir marcando la pauta del Banco Central Europeo, o de Úrsula von der Leyen, la primera mujer presidenta de la Comisión Europea.18

Pero todavía falta, en términos concretos, que haya más mujeres en la política global. Cuando son pocas, se tiende a verlas como mujeres. Si tienen éxito, se ironiza con que parecen hombres; si no lo tienen, se adjudica a la circunstancia de que son mujeres. El hecho de que el liderazgo se asocie con los rasgos socialmente aceptados de un líder y con las cualidades habituales de la masculinidad complica la percepción de un liderazgo que resulte válido para una manera diferente de dirigir la política. El peso de los estereotipos aún pende sobre las mujeres en puestos de gran relevancia. Siguen enfrentando muchos problemas, entre ellos tenemos una imagen que hace que sean consideradas como políticamente inexpertas, débiles de carácter y faltas de autonomía.19

IV. Ángela Merkel y el compromiso de dignificar la política

Entre las mujeres más poderosas del mundo, la canciller alemana ha encabezado la lista en los años recientes. Cargar con este apelativo supone identificarla con el llamado smart power, modelo que habla de la habilidad organizativa y política, entendida como la capacidad de acumular capital para negociar continuamente. A esto hay que agregarle también la comprensión del contexto cultural, el manejo adecuado de la crisis, la noción de urgencia y el flujo de información. Es inusual su capacidad para almacenar hechos y datos.

Ajena a los lapsus, las anécdotas pintorescas y los escándalos personales, Merkel no depende del lenguaje de las formas y de los gestos para transmitir autoridad. Su liderazgo poco o nada se debe a convencionalismos políticos, como el carisma o la avidez mediática. A lo largo de su carrera, su presencia se ha hecho valer a través del trabajo intenso y la falta de complejos en ambientes de poder básicamente masculinos. Tenaz en lo esencial de sus planteamientos y pragmática en los temas no cruciales, su gobierno se mide en términos de respeto.

Durante dieciséis años ha gobernado con firmeza, con valores y con sencillez. Concluye su gestión con una aprobación que no podrá repetirse en muchos años. Dignificó el oficio y demostró que la profesión no es para improvisados. Administró el poder como nadie. Su postura sobria y predecible fue una constante. Su estilo adoptado de hacer política no se inclinó por demostraciones innecesarias de fuerza ni por conflictos directos.

Creció bajo el régimen comunista de la entonces Alemania Oriental. Entró en la política fuera de un sistema democrático, cuando su nación aún estaba dividida entre una zona de influencia soviética y otra de injerencia occidental. Exhibió sus primeras inquietudes políticas detrás de un muro que no sólo era de concreto, sino que también estaba plagado de actitudes viriles excluyentes.

Tras la reunificación alemana, su partido fue incorporado por la Unión Demócrata Cristiana. Ascendió gracias a su empatía y a su capacidad para construir acuerdos. Su meteórico ascenso fue de la mano de Helmut Kohl, carismático canciller que se encargó de sortear la difícil reunificación alemana de 1990. Cuando en 2003 se demostró que Kohl había estado depositando donaciones en un fondo secreto para compensar a sus amigos, a la joven política no le tembló la mano para despedir “al viejo caballo”. Un impresionante acto de “parricidio político” colocó a Merkel en dirección a lo más alto de la política alemana. Su inquebrantable carácter y determinación pusieron a Merkel donde merece.20

Teniendo una clara idea de la rectitud, Merkel no alcanza la fama de ser una oradora electrizante, su hablar sosegado no emociona. Fundamenta su liderazgo en la forma racional de tomar decisiones. No es impulsiva, sino que construye su gestión a través de la política de los pasos pequeños. Despierta confianza y es realista. Sabe escuchar y no le da miedo disentir de lo que no le parece. Exhibe capacidad para pensar a largo plazo y entiende las dinámicas del momento. Impuso políticas de austeridad cuando fue necesario y consiguió que la economía de Alemania creciera de forma consistente durante una década.

Durante su gobierno, enfrentó una crisis tras otra (el colapso del sistema financiero mundial en 2008, las amenazas de disolución de la Unión Europea, la gran ola migratoria de 2015, etcétera.). Adoptó una política audaz de puertas abiertas y manejó la pandemia con honestidad y respaldada en el conocimiento. Con la agudeza propia de una científica de datos, la disposición comunicativa de Merkel se mantuvo distante de florituras y excentricidades. Experta en leer la epidermis social alemana, habló siempre esquiva de cualquier controversia ideológica que pusiera en peligro su legitimidad.21

Supo encauzar el debate. La canciller es capaz de abandonar “el estilo Merkel” si es pertinente y puede cambiar de posición sin hacerse daño. Logró dominar a su manera la política de una nación. Durante dieciséis años, la cara visible de Alemania es el rostro de una mujer tímida, severa y coherente con su rigorismo prusiano. Su imagen responde al grueso de una opinión pública que reclama, como mínimo, la tranquilidad.

Tiene un estilo de liderazgo que se caracteriza, como ella misma lo ha dicho, por no comprometerse sino hasta el último momento. Mantiene abiertas todas las posibilidades. Enigmática y rodeada por un círculo muy reducido de confianza, ejerce autoridad sin dejarse deslumbrar por el poder y sin haber cedido un ápice en la protección de su personalidad más íntima. Conjuga una capacidad de análisis y de escucha fuera de lo común, y exhibe una resistencia física y sicológica única. Tal vez su mayor habilidad sea estar en buenos términos con cada miembro del Consejo de Europa. Sabe que cada voto cuenta en un sistema que requiere la unanimidad.22

Ángela Merkel pinta un retrato con bastantes luces y algunas sombras. Sus críticos o detractores la acusan de haber acentuado la división y la desconfianza durante las crisis económica y migratoria. También cuestionan si ella fue el detonador de esos fenómenos o el antídoto que los amortiguó. Las huellas de la canciller aparecen por todas partes en ese periodo difícil de la Unión Europea. Quienes la descalifican afirman que su fortaleza se ha sustentado en la debilidad de los otros.

Dignificar la política permite reconocer que existen magistrales trayectorias en el servicio público, y Ángela Merkel resultó ser la mejor opción de Alemania en la historia contemporánea. Sin las habilidades políticas de la canciller, seguramente el destino de Europa sería otro. Como líder, Ángela Merkel no sólo tiene un lugar asegurado en la historia de Alemania, sino lo ganó también en la política de todo el mundo. Su salida marcará el ocaso de un tiempo político que empieza a verse lejano y abrirá espacio a otro plagado de interrogantes existenciales para la Unión Europea.23

Una mujer que sufrió todas las tristezas del mundo monótono, cerrado y aislado del socialismo soviético llegó a ser, con responsabilidad, disciplina y temple, la líder del mundo libre. Hereda un estilo de liderazgo que combina una política de hierro con la gran sensibilidad de comprender el contexto. Merkel tiene una mezcla de pragmatismo, prudencia, adaptabilidad y capacidad para aprender de la experiencia. Ya no es la persona que sólo comunica datos, sino también la que transmite un modelo de liderazgo fuerte pero creíble. Deja el legado de aprender sobre el poder de una manera más práctica.24

V. Jacinda Ardern y la habilidad de manejar los desafíos
con certeza, determinación y empatía

Desde su primera elección en 2017, Jacinda Ardern ya había hecho historia al convertirse en la primera ministra más joven de Nueva Zelanda. Toda un ícono para la política y el feminismo, puso fin a una época de poder conservador, en la cual el Partido Nacional detentó el poder en el país por varios años. Muchas otras líderes gravitan fuerte en la política global, pero pocas despiertan las mismas expectativas que Ardern. Pertenece a la nueva generación de políticos que irrumpen con decisión en la escena política internacional.25

Líder empática y firme, se ha convertido en un referente político. Fue reelecta en octubre de 2020, tras su contundente victoria en las urnas. Inclusiva y antixenófoba, ha salido fortalecida de las crisis. Su carácter amable no le impide tomar decisiones vehementes. Ella apostó por el confinamiento y por el cierre estricto de las fronteras para contener la pandemia. Nueva Zelanda es el país con menos decesos por la Covid-19. El rasgo más apreciado de Jacinda Ardern es su autenticidad. Apuesta por la igualdad de género y ha roto las estadísticas sobre conciliación y situación de las mujeres en posiciones relevantes.26

Centrada, responsable e independiente, Jacinda Ardern rompe moldes y traza las líneas de la política cool. Apenas seis semanas antes de las elecciones generales en 2017, Andrew Little, el entonces líder del Partido Laborista, renunciaba por los bajos resultados que las encuestas auguraban a su partido. Fue el propio Little quien la propuso para sustituirlo. Un mes después, la intención de voto se incrementó del 20% al 43%. La cercanía y el carácter informal de Ardern calan pronto y hondo en los electores.

Gracias a sus dotes de liderazgo, fue seleccionada en 2007 como presidenta de la Unión Internacional de la Juventud Socialista. Ese mismo año, participó en las elecciones parlamentarias y ganó un asiento en el parlamento neozelandés. A diferencia de su mandato inicial como primera ministra —cuando gobernaba con dos partidos—, esta vez ha podido diseñar su equipo con total libertad y ha creado el Parlamento más diverso en la historia de Nueva Zelanda. Los temas de género, representación indígena y LGBTI son novedades en la elección de los ministerios.

Con alto sentido de la conciliación y el diálogo, a pesar de que el Partido Laborista podría gobernar en solitario debido a su presencia mayoritaria en el Parlamento neozelandés, Jacinda Ardern ha concedido a los colíderes del Partido Ecologista dos carteras fuera del gabinete: cambio climático y violencia doméstica. De esta manera, refuerza su capacidad de maniobra para los próximos años al contar con 77 diputaciones de las 120 que componen el Parlamento.27

Ardern ofrece un liderazgo versátil y, al margen del “efecto clónico”, participa con simpatía de los cambios incrementales y no disruptivos. Ella apuesta por aquellos que, de manera metódica, pausada y controlada, incorporan mejoras a través de la tecnología y la innovación; no está suficientemente atraída por los que suceden sin previo aviso, de forma radical o de un momento a otro. La primera ministra ha adoptado un gobierno de transformación, aunque sus críticos argumentan que no ha hecho lo suficiente para abordar la desigualdad, la pobreza infantil, el cambio climático y el sobrecalentamiento en el mercado inmobiliario.

Contraria a los estereotipos, ella pone en claro que existen otros modos de gobernar. No tiene miedo de ser amable, y hace hincapié en ello. Durante mucho tiempo, los altos cargos de la política ponían énfasis en rasgos como la asertividad y la fortaleza. En cambio, ella se distingue por la cortesía, la afabilidad y la empatía. Está lo bastante lejos de la imagen rancia de los líderes testiculares, y no por eso es calificada como una débil jefa de gobierno. Sabe operar y concertar políticamente. Replica con prontitud frente a las crisis. Tras un brutal ataque armado a la comunidad musulmana de su país, casi de inmediato reformó las leyes que regulan la tenencia de armas, a pesar de los intereses económicos involucrados.

Alguna vez se dijo que los líderes genuinos no buscan el consenso, sino que le dan forma. Ardern ha moldeado un consenso diferente, con lo cual ha demostrado acción, cuidado y unidad. El liderazgo moderno implica persuadir para que el destinatario adquiera responsabilidad en los problemas colectivos. La primera ministra neozelandesa transmite como pocos la idea de actuar solidariamente ante las crisis.28 No gobierna como Merkel, tampoco se parece a Thatcher; convence al estilo Jacinda Ardern.

VI. Kamala Harris y la expectativa de un incomparable
liderazgo potencial

Después de una larga trayectoria en el servicio público y de haber sido electa como fiscal general en San Francisco (California), Kamala Harris llegó al Senado en 2017, y a la vicepresidencia de los Estados Unidos en 2021, siendo la primera mujer en su historia en ocupar ese cargo. Figura emergente del Partido Demócrata, goza de un liderazgo potencial inigualable.

Marca un hito histórico ser la primera mujer vicepresidenta, no sólo por lo que eso implica, sino también por lo que viene. Si los estilos de liderazgo dependen de los atributos que definen a la persona, las cualidades de Kamala Harris permiten abrigar grandes expectativas. Existen patrones de comportamiento y aspectos que impactan en los estilos de liderazgos transformadores. De inicio, la vicepresidenta muestra el talento de un liderazgo ético e incluyente basado en la humildad, la fortaleza y la inteligencia emocional.

Ideal compañera de fórmula de Joe Biden, ofreció el contraste adecuado y pertinente para derrotar a un mandatario bravucón y pendenciero como lo era Donald Trump. Hasta ahora, la energía e ilusión del binomio Biden-Harris ya ha contagiado a una parte significativa de la sociedad norteamericana. Comienza la cuenta regresiva sobre una administración que, a través de un liderazgo inclusivo respaldado en valores y en los fines del Estado, es capaz de reactivar la economía, superar la polarización y contener los efectos de la pandemia.

Revisar el itinerario profesional de Kamala Harris es advertir que éste está marcado por muchas “primeras veces”. Cuando anunció su interés de contender por un escaño en el Senado, ella enfrentó y derrotó en las elecciones primarias a un peso pesado como lo era Antonio Villaraigosa, exalcalde de la ciudad de Los Ángeles. Una vez que arribó a la cámara alta, pronto logró el respaldo del ala progresista. Su llegada a la vicepresidencia la convirtió en la mujer del momento.

Harris emociona por las perspectivas que genera y porque abre un mundo de posibilidades. Es ejemplo y reflejo de una mujer con carácter. Su ascenso está cargado de simbolismo histórico. Alimenta la idea de los liderazgos con propósito, de esos que trabajan por construir un futuro más cooperativo, de esos convencidos del valor de la diversidad, del diálogo y del respeto. Ayuda a pavimentar el camino de las mujeres que le sigan y demuestra la importancia e imperiosa necesidad de lo femenino en el poder.29

Preparada y brillante, la vicepresidenta luce más allá del sentido tradicional. No se exhibe partidaria de un estilo de gobierno duro, estoico o agresivo. Lejos del arquetipo y del cliché de la “dama de hierro” que encarnaron Margaret Thatcher, Golda Meir e Indira Gandhi en la segunda mitad del siglo pasado, Kamala Harris se la pasa bien. No sólo proyecta una imagen de confianza en sí misma, sino también es una desafiante excepcional. Asume con buen ánimo la responsabilidad de conducir al Partido Demócrata hacia el futuro y conoce los desafíos de una vicepresidencia prometedora.

Existen ciertos estándares políticos que distinguen a la vicepresidencia, un cargo que se ha transformado de manera sustantiva en las últimas administraciones. En lugar de sólo estar simplemente listos y de ser los confidentes y consejeros del presidente, los vicepresidentes hoy se ocupan también de las relaciones con el Congreso y deciden las votaciones empatadas en el Senado. A menudo son emisarios en misiones al exterior o reciben encomiendas de enorme significado político. A Kamala Harris se le asigna la tarea nada fácil de resolver la crisis humanitaria que propicia el problema migratorio.

Ubicar la importancia del nuevo liderazgo que acompaña a Kamala Harris implica poner especial atención en el contexto que tiene que afrontar. La característica central de ella es que plantea relaciones diferentes con sus seguidores. Es inspiradora, crea modelos y promete ser gestora y promotora del cambio. No persigue el estilo influyente de Dick Cheney ni el educado y considerado desempeño de Al Gore ni el cauteloso, respetuoso y tal vez timorato discurso de Mike Pence ni el fresco manejo del mismo Joe Biden. La vicepresidencia de Kamala Harris despierta otra clase de expectativas, no sólo por el mero hecho de ser mujer, sino también por su manera de entender cómo se ejerce el poder.

Pragmática y con carácter para tomar decisiones, Kamala Harris acompaña el cambio de tono en la política estadounidense. Su energía personal equilibra el enfoque discreto de Biden. Algunos especulan que, en el actual contexto político, su vicepresidencia puede empoderarse de manera peligrosa. Lentamente se ha establecido en los Estados Unidos un modelo de régimen por decreto: el presidente gobierna a través de órdenes ejecutivas y el Congreso interviene ocasionalmente. Bajo tales circunstancias, los críticos de Harris especulan que es demasiado riesgoso despertar las ambiciones de una política con programa individual y que nunca ha rehuido al uso agresivo del poder.

Desde el momento en que fue elegida compañera de fórmula de Biden, con relativa frecuencia los republicanos se apoyan en ataques sexistas para pintarla como una radical que cooptaría la agenda más centrista del presidente y que empujaría al gobierno hacia la izquierda. Pero también hay quienes apuestan por sus habilidades como operadora ágil y eficaz, pues consideran que Harris puede ser constructora de consensos que sustituyan el voto de desempate en el Senado. Existen amplias expectativas de que la vicepresidenta ayude a Biden a sumar mayorías bipartidista para su agenda.30

Nadie discute que Kamala Harris puede enfrentar desafíos inherentes; por ejemplo, encontrar su lugar en un ala oeste repleta de veteranos de la Casa Blanca que se conocen y trabajan juntos durante años, así como asesorar a un presidente con ideas demasiado arraigadas sobre cómo opera Washington. Dada la especulación de que Biden podría no buscar un segundo mandato, Harris enfrentará un escrutinio sobre su futuro electoral mucho antes que sus antecesores. Es cierto que Biden y Harris aportan perfiles políticos totalmente diferentes al nuevo gobierno. Su diversidad cambia de muchas formas la dinámica que existía entre Obama y Biden. Toca a Harris plantear una perspectiva distinta del mundo y un puente hacia una nación disímil.31 Su liderazgo es, ilimitadamente, prometedor.

VII. Sanna Marin y la importancia de mantenerse vigente

Sanna Marin dirige el único gobierno de coalición formado únicamente por mujeres. Si algún país iba a ser la utopía feminista, ése era Finlandia. Colocada en el mismo grupo de las líderes más representativas, Sanna Marin asumió la jefatura de gobierno en un ascenso fulgurante de sólo siete años. Primera ministra desde 2019, ya traza diferentes líneas en su modo de gobernar.

Sabe moverse en una coalición que pareciera unida, pero con diversos desacuerdos privados. Simpatiza con fomentar la diversidad en la vida pública, ya que la gente de color no está suficientemente representada —en el Parlamento sólo una mujer es de raza negra—. Es capaz de mostrarle al mundo quiénes son los finlandeses. Tres meses después de asumir el cargo, llegó la pandemia de Covid-19, frente a la cual ella y su equipo demostraron estar más que preparadas. Aplicó pronto la cuarentena y un importante número de pruebas. A pesar de las críticas, esto generó buen ánimo en la población.32

Sanna Marin es una política bien valorada en su país y ofrece un nuevo impulso y energía a su gobierno. Para evitar elecciones anticipadas en las que el Partido Socialdemócrata perdería espacios, tomó las riendas de una coalición de marcada tendencia feminista. Atiende con asertividad problemas complejos, como el cambio climático, la sistémica amenaza de recesión, las pensiones y el envejecimiento de la población.33 Habla con soltura; es de respuesta fresca y sincera; dice lo que piensa, y muestra carácter.

Elogiada por su liderazgo calmado y decisivo, Sanna Marin siempre es enfática en la defensa del Estado de bienestar y en la reducción de las desigualdades sociales. Cabe mencionar que tres de los otros cuatro países de la región escandinava están gobernados también por mujeres: Noruega por la conservadora Erna Solberg, Islandia por la izquierdista Katrín Jakobsdóttir y Dinamarca por la socialdemócrata Mette Frederiksen.

Finlandia no es un país que se jacte de tener un Ejecutivo estable, ya que experimenta vaivenes con relativa frecuencia. La primera ministra ha captado bien que su gobierno no requiere de un líder mesiánico, cuyo discurso sea profecía y su palabra dogma. Entiende la importancia de mantenerse vigente, de generar impacto y de asumir el poder como vía de transformación. Considera a su origen e identidad la base de su persuasión. Tiene un discurso ligero y entendible. Se mueve y se comporta como cualquiera; la normalidad es el soporte de su popularidad. Es una persona común, pero extraordinaria.

Bien entendido, innovar en la política implica pasar por la feminización del poder. Esto no se refiere sólo a la posibilidad de que más mujeres ejerzan en el campo político, sino también a un acervo de códigos. Modernizar el poder busca reconfigurar las instancias más oscuras del imperio patriarcal: dominio, exclusión, ausencia de emoción, culpabilización, conservadurismo, conspiración y opresión. Cuando se habla de lo femenino en el poder, se alude a un tipo de poder que mira hacia los que históricamente han sido marginados y a un tipo de poder que cree en lo diverso.34 Sanna Marin realiza un ejercicio político diferente. A través de ella se enfatiza que el liderazgo femenino no es un mito en la política.

Esta especie de nuevo liderazgo que contrasta con el estilo autoritario de las sociedades patriarcales ya estaba ahí. Sanna Marin no lo descubre ni lo inventa, pero sí lo revitaliza. No acompaña el poder hegemónico de una figura dominante que ejerce autoridad de forma vertical desde la superioridad. Ella es partidaria de un ejercicio horizontal, donde la empatía y la igualdad son sus características. Acepta sus limitaciones y reacciona bien ante la incertidumbre. Es ajena a los lideratos “tóxicos”, esos donde un líder omnipotente que se vincula con la supremacía y la condescendencia quiere mantener el control absoluto de todo.35

Algo comparte Sanna Marin con las otras líderes mundiales: su capacidad de liderazgo está orientada a los resultados y a encontrar soluciones a largo plazo. Combina el pensamiento racional con el intuitivo. Al igual que la sumisión, el empoderamiento se aprende. La generación de mujeres a la que pertenece la primera ministra de Finlandia sabe que la autoridad es parte de su propósito de vida. A ellas les apasiona su trabajo, lideran desde el ejemplo y están al servicio de los demás, sin perder el equilibrio emocional, físico y mental.

VIII. Mujeres, liderazgo y poder político: cuando
el sexismo se aleja de la cima

Desde que las primeras mandatarias llegaron al poder hasta la actualidad, las mujeres han gobernado bajo la sombra de un liderazgo que se concebía solamente en masculino. Lidiar con los estereotipos a menudo las enfrenta a juicios y adjetivos que difuminan sus ideas, su trabajo y su imagen. Entre los perfiles de Theresa May y Ada Colau (alcaldesa de Barcelona) no se advierte nada en común. Sin embargo, son objeto de calificativos bastante similares. Es suficiente exhibir autoridad y talante para etiquetarlas como mujeres muy mandonas o extraordinariamente difíciles. Sigue latente el sexismo en la cima hacia las mujeres con capacidad de liderazgo y decisión.36

En un mundo donde el poder aún es masculino, las percepciones anticuadas sobre la naturaleza de la feminidad y el liderazgo a menudo ensombrecen la imagen de las políticas. El techo de cristal persiste y es más resistente cuanta más responsabilidad implique el puesto. El reto no se presenta respecto a reconocer el derecho y la capacidad de las mujeres para ocupar cargos de responsabilidad política, sino en cuanto al sesgo inconsciente en contra de todo lo que se aleje de la figura típica o habitual del líder.

A pesar de que, en teoría, el liderazgo está al alcance de todas y todos por igual, la visión de éste se inclina en gran medida hacia el lado de la virilidad. Incluso, si un hombre muestra sensibilidad y peculiaridades femeninas, éste podría ser juzgado como menos capaz para el liderato. Este estereotipo plantea una vieja trampa, ya que las mujeres que pretendan ser vistas como aptas para cargos de elevado nivel podrían considerar seriamente enfatizar ciertas características masculinas.37

Parecería que la figura de la mujer con poder aún necesita ser entendida a través del trillado cliché de la dama de hierro. Para muchas políticas, ser inflexible, firme y agresiva es una manera de no mostrarse como un objetivo fácil ante el posible acoso y hostigamiento de sus opositores políticos. Pero los tiempos y el contexto han cambiado; ahora las mujeres optan por una vertiente más empresarial, por un liderazgo en el que la toma de decisiones y el poder son compartidos, por uno donde se fomenta el trabajo en equipo y la horizontalidad.

Se trata de un estilo relevante, en contraposición a la vieja escuela basada en una dirección centralizada y una jerarquía piramidal. Y es que el feminismo debe entenderse como una ideología plural y transversal a toda la vida social y política de las mujeres. Los feminismos siempre han representado una crítica feroz hacia los modelos tradicionales de ejercicio del poder.

Históricamente, el poder ha tenido una connotación masculina. El acceso de las mujeres a los puestos de decisión estuvo marcado por la pertenencia a una familia o elite (desde las reinas que heredaban el trono hasta las primeras presidentas que eran esposas, viudas o hijas del mandatario que las impulsó). El ascenso de las primeras mujeres estaba trazado por la cercanía al poder establecido.38

Pero el escenario ahora ha cambiado. Desde 2017, Ana Brnabić es la primera ministra de Serbia. Ella cuenta una historia política propia, abiertamente homosexual, y su llegada al poder es mérito absolutamente suyo. Luego de una carrera sindical y parlamentaria, Katrín Jakobsdóttir es la actual presidenta de Islandia. Mia Mottley, quien actualmente está al frente del gobierno de Barbados, fue líder de la oposición entre 2008 y 2018. Erna Solberg, siendo aún universitaria, dirigió la Liga de Estudiantes del Partido Conservador Noruego en Berger y en 2013 asumió la jefatura de gobierno de Noruega. Zuzana Čaputová luchó por la transparencia del Poder Judicial, y en 2018 ganó las elecciones con el 58% de los votos, con lo cual se convirtió en presidenta de Eslovaquia. Mette Frederiksen, primera ministra de Dinamarca a partir de 2019, es una política danesa socialdemócrata en toda la extensión de la palabra.39

Debido a que tanto las estructuras del poder político como del habla pública y del ejercicio de gobierno se codificaron por la hombría, todavía existe un reflejo que percibe a las mujeres como intrusas o como usurpadoras cuando acceden a las más altas esferas de autoridad. Suscita incomodidad el prospecto de un poder político femenino, debido a que desconcierta el hecho de que las mujeres quieran ejercer el mando. La fuente de esa molestia, indisposición o enfado no es la ideología política o las convicciones partidistas, como muchos quieren argumentar, sino la misoginia. El caudillismo, la idolatría actual, esa lógica de mesianismo que atraviesa la política, al cruzarse con la misoginia y el machismo, exacerban a niveles alarmantes la incomodidad o desazón de que las mujeres ejerzan poder.40

Escribir sobre liderazgo y política global relaciona necesariamente la influencia de los individuos en los asuntos internacionales. A través de la his-
toria, el carácter y liderazgo de ciertas personas tiene una connotación decisiva, ya sea al impulsar el desarrollo o el avance de una nación o del mundo en general. Fue gracias a Ángela Merkel como la Unión Europea alcanzó acuerdos indispensables para la estabilidad del proceso de integración. Kamala Harris exhibe desde ahora templanza y visión en la construcción de acuerdos. Jacinda Ardern y Sanna Marin han puesto la muestra de cómo enfrentar las crisis en materia sanitaria.

Por muchas razones, el liderazgo femenino trasciende en la política global. Su sagacidad, su astucia, su adaptabilidad y su empatía cambian la narrativa, además de que refrescan las voces y la mirada sobre las discusiones trascendentales y mediáticas. Existen pruebas firmes y cada vez más numerosas de que la presencia de mujeres líderes en los procesos de toma de decisiones políticas mejora dichos procesos. Esta circunstancia representa una nueva época de madurez política; ya no es una fase camaleónica de la tradicional hegemonía masculina.

Tanto en la política global como en la nacional, la ley del embudo —esa insignia machista que utiliza lo ancho para lo patriarcal y lo angosto para lo femenino— debe quedar atrás. Ejercer el poder político está más allá de las figuras viriles. Las mujeres no deben competir bajo los mismos parámetros misóginos. ¿Por qué es importante que haya mujeres en los círculos de poder? Porque estamos en el siglo XXI. Después de todo, el poder es un concepto asexuado. En todas sus acepciones es independiente de cualquier connotación sexual.

IX. Aproximación a un marco teórico sobre liderazgo
y género en la política global

Negar el avance político de las mujeres podría ser aberrante, y, por lo menos, es incorrecto. La presencia de las mujeres en el escenario del poder ha crecido en los últimos años. Con mayor pujanza en algunos países que en otros, las mujeres han ganado visibilidad y ocupan mayores espacios de decisión en todos los regímenes del mundo (sean éstos democráticos o, tal vez, no tanto).

Un dato revelador es que el ascenso de las mujeres se ubica de manera preponderante en el terreno de la política deliberativa. Es en los parlamentos, y no en el ámbito ejecutivo, donde se aprecian de forma más evidente sus logros. Pero, incluso en el terreno legislativo, las mujeres permanecen lejos de la toma de decisiones. Casi siempre es la excepción, y no la regla, que las mujeres ocupen la presidencia de una junta de coordinación política, de una mesa directiva o de alguna comisión.41

En esas condiciones, construir un marco teórico apropiado sobre liderazgo y género en la política global tiene sus dificultades, posiblemente hasta metodológicas. Varios inconvenientes previos deben resolverse; por ejemplo, el derivado del escaso número de mujeres en las jefaturas de Estado o de gobierno. Pocas mujeres sirven de referencia para estudiar y conceptuar un estilo femenino de gobernar a nivel global, que todavía es incipiente o limitado. Eso implica que el análisis parta y atienda casos particulares. Cuando son estudiadas con relación al poder político que ejercen, las mujeres en la política global no han definido un liderazgo hermético o uniforme.

En este artículo se ha destacado que las mujeres sí pueden gobernar de manera distinta a los hombres. Sin embargo, la mayoría de los marcos explicativos acerca del liderazgo político se construyen pensando en los modelos masculinos, como si se tratara de una trayectoria propia de una identificación de género. El hecho de que, de forma tradicional, se asocien los rasgos socialmente aceptados como propios de un líder, aludiendo a las cualidades habituales de la masculinidad, complica la percepción de liderazgos femeninos con atributos inherentes a su género.42

Debido a que son pocas las mujeres líderes a nivel global, la circunstancia hace que sean vistas como “mujeres”. Inclusive, cuesta demasiado trabajo acercarlas a una percepción neutra del liderazgo político. El papel de los estereotipos se enfatiza, y las mujeres en el poder siguen lidiando con problemas de imagen. Parece que una de las tradiciones más rancias para explicar el liderazgo consiste en anclarlo en un ámbito mitológico y literario. Bajo esa evocación, no es remota la visión de que un líder es un héroe épico.

La relación entre liderazgo y género no admite una explicación a partir de El príncipe de Maquiavelo, no porque la obra corresponda a contextos poco democráticos, sino porque en ella se describe a un líder demasiado inclinado a lo vertical, un aspecto apartado de los liderazgos contemporáneos. Cada muestra de gobierno que emana de un liderazgo femenino en la política global está más próximo al ejercicio del poder con pasión y mesura. Las líderes actuales exhiben una buena dosis de parsimonia en la relación con sus seguidores. Esa clase de comedimiento genera tranquilidad y calma, sin apartarse de la sobriedad y la templanza.

Establecer un marco teórico de liderazgo y género en la política global implica necesariamente aludir a los rasgos comunes de las mujeres en la elite del poder: no suelen ser autócratas; simpatizan poco o nada con debilitar los controles institucionales; hasta ahora su legado no es de abuso; tampoco se han vuelto propensas a la represión; no demonizan a las minorías, y se distinguen por un liderazgo transformacional, ése que es capaz de preocuparse y de suscitar cambios importantes en la sociedad.43

Con base en la evidencia empírica —quizá no tan abundante como para realizar una investigación acabada—, explicar el fenómeno del liderazgo y del género en la política global requiere de los antecedentes y conclusiones de diferentes estudios sobre el liderazgo político de las mujeres. Es pertinente señalar que las consideraciones generales sobre el liderazgo suelen olvidar o dedican un espacio residual a la influencia de la variable del género en el mismo. A partir de una perspectiva distinta, de un viejo concepto con nuevos enfoques se puede extraer un balance acerca de las pocas mujeres que se han adentrado en la crema y nata de la política mundial.44

Un hallazgo significativo es que el tema de liderazgo debe reevaluarse, no sólo de manera experimental, sino también de manera teórica. Es necesario una continua renovación de su apreciación, pues los logros de las mujeres en la política global aún no se han estabilizado en el tiempo. Las discusiones sobre el poder y su ejercicio durante las últimas décadas ameritan valorar las aportaciones feministas. Es cierto que el liderato de las mujeres en la política mundial tiene distintos énfasis, pero en algo debemos estar de acuerdo: ya cambiaron la percepción del líder y del poder político.

Discernir sobre el liderazgo de las mujeres en la política global implica insistir en una crítica explícita y decisiva a las repercusiones nocivas, destructivas, opresivas y enajenantes que se producen por la jerarquización política de las personas basada en el género. Los reclamos de las mujeres para pensar el mundo, entenderlo, censurarlo e incidir en su transformación llevan muchos años.45 Ahora que tienen la oportunidad de acceder al poder, ellas han decidido ejercerlo a su manera, con lo cual se gestan nuevas alternativas para el liderazgo político a nivel global.

X. Conclusión general

Con base en los prejuicios y estereotipos que anidan aún en el imaginario colectivo, podría decirse que el poder todavía es machista, no sólo en términos cuantitativos, sino también cualitativos. Persisten actitudes que anhelan frenar el liderazgo de las mujeres y todavía son muchos los patrones que deben transformarse. Por fortuna, las líderes actuales ofrecen una visión novedosa del poder y empujan hacia liderazgos más sustantivos.

En la política global, el liderazgo femenino ha ganado notoriedad; jefas de Estado y de gobierno imprimen un nuevo sello al estilo de gobernar. Sin embargo, no existe aún un liderazgo de género hermético, cerrado, uniforme y compacto, con características inamovibles. De hecho, resulta complejo aproximarse a un marco teórico sobre liderazgo y género en la política mundial contemporánea.

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1 Lagarde y de los Ríos, Marcela, Los cautiverios de las mujeres. Madresposas, monjas, putas, presas y locas, 4a. ed., México, UNAM, 2005, p. 151. En este texto, Lagarde analiza con profundidad la condición de la mujer desde lo político y desde las mujeres. Debido a ello, es un libro que desentraña los mecanismos, las redes y los nudos de los poderes múltiples que trenzan las relaciones entre mujeres y hombres, así como una obra donde se destaca que los cautiverios se originan en los modos de vida y en las culturas genéricas.

2 Beard, Mary, Mujeres y poder. Un manifiesto, trad. de Silvia Furió, Barcelona, Crítica, 2018, p. 16.

3 ONU Mujeres, “Hechos y cifras: liderazgo y participación política de las mujeres”, 2021, disponible en: https://www.unwomen.org/es/what-we-do/leadership-and-political-participation/facts-and-figures (fecha de consulta: 5 de marzo de 2021).

4 Lagarde y de los Ríos Marcela, “El género”, Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia, Madrid, Horas, 1996, p. 1 (pp. 13 y 14), disponible en: https://catedraunescodh.unam.mx/catedra/CONACYT/08_EducDHyMediacionEscolar/Contenidos/Biblioteca/LecturasComplementarias/Lagarde_Genero.pdf.

5 Buvinic, Mayra y Roza, Vivian, La mujer, la política y el futuro democrático de América Latina, Washington, D. C., BID, 2004, p. 9, disponible en: https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/La-mujer-la-pol%C3%ADtica-y-el-futuro-democr%C3%A1tico-de-Am%C3%A9rica-Latina.pdf.

6 Gil, Silvia L., “Feminización de la política”, Diagonal, 19 de julio de 2016, disponible en: https://www.diagonalperiodico.net/blogs/vidasprecarias/feminizacion-la-politica.html (fecha de consulta: 7 de marzo de 2021).

7 Yanez-Pagans, Patricia, “¿Se podría mejorar el desarrollo con más mujeres en el poder?”, 17 de noviembre de 2015, disponible en: https://blogs.iadb.org/efectividad-desarrollo/es/mujeres-en-el-poder/ (fecha de consulta: 12 de marzo de 2021).

8 Ruiloba Núñez, Juana María, “Liderazgo político y género en el siglo XXI”, Entramado, vol. 9, núm. 1, enero-junio de 2013, p. 144, disponible en: https://revistas.unilibre.edu.co/index.php/entramado/article/view/3449.

9 Jiménez Romera, Gemma y Romero Parra, Inés, “El liderazgo político con perspectiva de género”, en Vázquez Bermúdez, Isabel et al. (coords.), Investigación y género. Reflexiones desde la investigación para avanzar en igualdad. VII Congreso Universitario Internacional Investigación y Género, Sevilla, SIEMUS, 2018, p. 409, disponible en: https://idus.us.es/bitstream/handle/11441/80319/Pages%20from%20Actas%20VII%20Congreso%20I%2bG%202018-12.pdf?sequence=1&isAllowed=y.

10 Lamas, Marta, “La perspectiva de género”, 1996, p. 7, disponible en: https://www.ses.unam.mx/curso2007/pdf/genero_perspectiva.pdf (fecha de consulta: 5 de octubre de 2021). Sobre el tema también es recomendable consultar el libro El género. La construcción de la diferencia sexual, compilado por Marta Lamas y editado por el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la UNAM, en coedición con la editorial Miguel Ángel Porrúa. Todos los ensayos de esta obra comparten la perspectiva de que el género es una construcción simbólica establecida sobre los datos biológicos de la diferencia sexual.

11 Ibidem, p. 411.

12 En “Las mujeres y el laberinto del liderazgo”, Alice Eagly y Linda L. Carli sostienen que, por norma general, las mujeres deben tener más méritos que los hombres y hacer mayores sacrificios personales para acceder a los puestos públicos de alta responsabilidad. No transitan hacia ellos de manera vertical o natural, sino serpenteando un enorme cúmulo de inconvenientes y tropiezos. Con la expresión “laberinto de cristal”, se hace referencia al conjunto de obstáculos que las mujeres deben superar para alcanzar el mismo cargo que un hombre. Y como todo laberinto, maraña o enredo, éste tiene una fácil entrada, pero una complicada salida.

13 Lupano Perugini, María Laura y Castro Solano, Alejandro, “Teorías implícitas del liderazgo masculino y femenino según ámbito de desempeño”, Ciencias Psicológicas, vol. 5, núm. 2, 2011, p. 140, disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3984180.

14 ONU Mujeres, “Solo 22 mujeres en todo el mundo son jefes de Estado o presidentas de un gobierno”, 10 de marzo de 2021, disponible en: https://news.un.org/es/story/2021/03/1489352 (fecha de consulta: 20 de abril de 2021).

15 Women Now, “Un mundo sin (casi) presidentas”, 26 de agosto de 2020, disponible en: https://www.womennow.es/es/noticia/paises-liderados-por-mujeres-onu/ (fecha de consulta: 20 de abril de 2021). Women Now es una plataforma que reúne y descubre historias y voces de mujeres y hombres que están cambiando el mundo. También impulsa el networking y presenta las realidades de mujeres en todo el planeta, sus experiencias, sus diálogos, sus aspiraciones y sus retos.

16 Fundada en 1946, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer es el principal órgano internacional de carácter gubernamental dedicado exclusivamente a la promoción de la igualdad de género y al empoderamiento de la mujer. Dependiente del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, desempeña una labor crucial en el impulso y fomento de los derechos de la mujer mediante la documentación de la realidad en la que viven las mujeres de todo el mundo. Con un mandato ampliado desde 1996, revisa los avances y las dificultades en la implementación de los tratados o convenciones internacionales para el empoderamiento femenino. Además, se ocupa de la incorporación de la perspectiva de género en las actividades de las Naciones Unidas.

17 Engler, Verónica, “La actualidad de las mujeres en la política latinoamericana. De la «marea rosa» al giro a la derecha”, Nueva Sociedad, abril de 2018, disponible en: https://nuso.org/articulo/la-actualidad-de-las-mujeres-en-la-politica-latinoamericana/ (fecha de consulta: 27 de abril de 2021).

18 Toledo, Monserrat, “Poder femenino 2021: las mujeres liderarán la economía del mundo”, Diario Financiero, 28 de diciembre de 2020, disponible en: https://www.df.cl/noticias/economia-y-politica/macro/poder-femenino-2021-las-mujeres-lideraran-la-economia-del-mun do/2020-12-24/150831.html (fecha de consulta: 27 de abril de 2021).

19 Román Marugán, Paloma y Ferri Durá, Jaime, “El liderazgo político femenino: la dificultad de una explicación”, Raudem: Revista de Estudios de las Mujeres, núm. ١, ٢٠١٣, p. ٨٨, disponible en: https://core.ac.uk/download/pdf/143455117.pdf.

20 BBC Mundo, “Alemania: el irresistible ascenso de Ángela Merkel”, BBC News Mundo, 21 de septiembre de 2013, disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/09/130920_alemania_elecciones_angela_merkel_ao (fecha de consulta: 28 de abril de 2021).

21 Veras Mota, Camilla, “El perdurable legado de Ángela Merkel, la poderosa líder de Europa que prepara su salida tras casi 16 años gobernando Alemania”, BBC News Mundo, 18 de enero de 2021, disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-55698863 (fecha de consulta: 28 de abril de 2021).

22 Carbajosa, Ana y Miguel, Bernardo de, “El método Merkel, así ha liderado Europa la canciller alemana”, El País, 31 de mayo de 2020, disponible en: https://elpais.com/ideas/2020-05-30/el-metodo-merkel-asi-ha-liderado-la-canciller-alemana-europa.html (fecha de consulta: 6 de mayo de 2021).

23 Idem.

24 Bieto, Eugenia y Areilza, José M. de, “El regreso de Ángela Merkel: lecciones de liderazgo”, julio de 2020, disponible en: https://dobetter.esade.edu/es/angela-merkel-liderazgo?_wrap per_format=html (fecha de consulta: 7 de mayo de 2021).

25 Vived, Adela, “Jacinda Ardern, la primera ministra que rompe moldes en Nueva Zelanda”, La Vanguardia, 23 de enero de 2018, disponible en: https://www.lavanguardia.com/gen te/20180123/44215310621/jacinda-ardern-primera-mujer-romper-moldes-como-ministra-nueva-zelanda.html (fecha de consulta: 29 de abril de 2021).

26 Sánchez Sánchez, María, “Las claves que han llevado a Jacinda Ardern a ser considerada «la líder más eficaz del planeta»”, El País, 27 de octubre de 2020, disponible en: https://smoda.elpais.com/trabajo/jacinda-arden-lider-mas-eficaz-planeta/ (fecha de consulta: 29 de abril de 2021).

27 Jover, Anna, “Jacinda Ardern nombra un gobierno marcado por la diversidad en Nueva Zelanda”, El País, 2 de noviembre de 2020, disponible en: <https://elpais.com/internacio nal/2020-11-02/jacinda-ardern-nombra-un-gobierno-marcado-por-la-diversidad-en-nueva-zelanda. html (fecha de consulta: 30 de abril de 2021).

28 Wilson, Suze, “3 lecciones de liderazgo que diferencian a la primera ministra de Nueva Zelanda en la batalla contra el coronavirus”, Infobae, 15 de abril de 2020, disponible en: https://www.infobae.com/america/mundo/2020/04/15/3-lecciones-de-liderazgo-que-diferencian-a-la-primera-ministra-de-nueva-zelanda-en-su-batalla-contra-el-coronavirus/ (fecha de consulta: 30 de abril de 2021).

29 Jaramillo Thomas, Mariana, “Kamala Harris: lo femenino en el poder”, El Tiempo, 18 de noviembre de 2020, disponible en: https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/women-in-connection/kamala-harris-lo-femenino-en-el-poder-columna-de-women-in-connection-549777 (fecha de consulta: 1o. de mayo de 2021).

30 Durante sus ocho años como vicepresidente, Biden no emitió ningún voto de desempate. En cambio, en sólo cuatro años, Mike Pence tuvo que romper puntos muertos en trece ocasiones.

31 Crowley, Michael y Glueck, Katie, “Kamala Harris, una voz influyente y un voto decisivo”, The New York Times, 20 de enero de 2021, disponible en: https://www.nytimes.com/es/2021/01/20/espanol/kamala-harris.html (fecha de consulta: 6 de mayo de 2021).

32 Fernández Gavito, Isabel, “Finlandia: un gobierno liderado por Sanna Marin y su gabinete de mujeres”, 11 de enero de 2021, disponible en: https://medialab.up.edu.mx/noticias/finlandia-gobierno-sanna-marin-gabinete-mujeres/ (fecha de consulta: 4 de mayo de 2021).

33 Domínguez Cebrián, Belén, “Sanna Marin, una primera ministra «millennial»”, El País, 11 de diciembre de 2019, disponible en: https://elpais.com/internacional/2019/12/09/actua lidad/1575929672_400621.html (fecha de consulta: 4 de mayo de 2021).

34 Rosales A., Vanessa, “Lo femenino al poder”, El Espectador, 5 de noviembre de 2020, disponible en: https://www.elespectador.com/opinion/lo-femenino-al-poder/ (fecha de consulta: 5 de mayo de 2021).

35 Estavillo, Elena, “Lecciones sobre liderazgo, género y autoritarismo que deja la crisis del Covid-19”, Forbes México, 6 de mayo de 2020, disponible en: https://www.forbes.com.mx/lecciones-sobre-liderazgo-genero-y-autoritarismo-que-deja-la-crisis-del-covid-19/ (fecha de consulta: 21 de mayo de 2021).

36 Ramos, Sandra, “El sexismo en la cima: mujeres, liderazgo y poder político”, 19 de diciembre de 2016, disponible en: https://elordenmundial.com/sexismo-la-cima-mujeres-liderazgo-poder-politico/ (fecha de consulta: 10 de mayo de 2021).

37 Idem.

38 Carrascosa Puertas, Lara, “Liderazgo político femenino: una comparativa del tratamiento mediático de la primera semana de mandato de Ana Botella y Manuela Carmena”, Política y Sociedad, vol. 57, núm. 1, 2020, p. 100, disponible en: https://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/64329.

39 Modaes, “De Ángela Merkel a Sanna Marin: las mujeres en el poder político global”, 6 de marzo de 2020, disponible en: https://www.modaes.es/back-stage/de-angela-merkel-a-sanna-marin-las-mujeres-en-el-poder-politico-global.html (fecha de consulta: 11 de mayo de 2021).

40 Rosales A., Vanessa, “La incomodidad de un posible poder político femenino”, El Espectador, 11 de abril de 2021, disponible en: https://www.elespectador.com/opinion/la-incomodidad-de-un-posible-poder-politico-femenino/ (fecha de consulta: 12 de mayo de 2021).

41 Sobre la participación de las mujeres en el trabajo legislativo, Flavia Freidenberg y Karolina Giles escribieron el artículo “¡Ellas tienen los escaños, ellos el poder! Representación legislativa de las mujeres en el estado de Morelos, el cual fue publicado en el núm. 240 de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. En el artículo se destaca que, a pesar de tener el mayor número de legisladoras en su historia (así como de tener el mayor número en comparación con los demás congresos locales), el congreso local de Morelos no ha podido avanzar en términos de representación simbólica ni sustantiva. Además, a pesar de estar dominado por mujeres, el congreso de Morelos ha mostrado un notorio desinterés por la agenda feminista. De igual manera, la investigación da cuenta de las dificultades de la clase política y de las instituciones públicas para incentivar la representación sustantiva de las mujeres.

42 Román Marugán, Paloma y Ferri Durá, Jaime, op. cit., p. 87.

43 Una referencia adecuada en la formulación del marco teórico sobre liderazgo femenino es el texto Liderazgo, género y prejuicio. Influencia de los estereotipos de género en la efectividad del liderazgo femenino y actitudes hacia las mujeres líderes elaborado por María Laura Lupano Perugini, donde se investiga con detalle la influencia de los estereotipos de género en la efectividad del liderazgo femenino. Después de analizar el acceso de las mujeres a los puestos de liderazgo, ofrece un estudio y una teoría respecto a la incongruencia de roles y al prejuicio hacia las mujeres líderes. Además, no deja de esbozar comentarios relacionados con el sexismo ambivalente.

44 Poder, mujeres y liderazgo: guía incluyente en un contexto global es un libro de Adriana Ortiz-Ortega que presenta reflexiones sobre el campo de la política visto desde el género. Con profundidad aborda el liderazgo político de las mujeres y lo explica como resultado de la relación directa que guarda con los procesos de democratización en el mundo. A través de la revisión de conceptos y experiencias renovados, la autora estudia los liderazgos y ejercicios del poder que las mujeres realizan en distintas partes del planeta. Más que examinar el impacto del poder o del liderazgo en la vida de las mujeres, analiza los cambios que han ocurrido en las mentalidades, las masculinidades y la organización social en los últimos años. Para ubicar la importancia del liderazgo político de las mujeres y su ascenso al poder, hace un recorrido desde finales de los años sesenta a la fecha. Además, no deja de lado el realizar una recopilación de perspectivas teóricas, las cuales amplían el alcance de su investigación.

45 Lagarde y de los Ríos, Marcela, “El género”, op. cit., pp. 4, 16 y 17.


* Universidad Nacional Autónoma de México, México; ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-9681-4046, saulmandujano@hotmail.com.
** Universidad Nacional Autónoma de México, México; ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-1122-7126.