El fuego negado1

Publicado el 14 de abril de 2016

Luis de la Barreda Solórzano
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas y coordinador del
Programa Universitario de Derechos Humanos, UNAM,
lbarreda@unam.mx

Reconozco y admiro las tareas que realizan la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH), gracias a las cuales los abusos de poder que habían quedado impunes en los países donde ocurrieron han sido sancionados y las víctimas han sido resarcidas.

Fue para mí un honor que hace algunos años la CIDH me solicitara un estudio, que se presentó en un juicio ante la CorteIDH, sobre la represión penal a los críticos de los funcionarios públicos en Venezuela.

Molestos por las condenas de que han sido objeto por parte de la Corte, regímenes autoritarios —el de Trinidad y Tobago, el de Venezuela— han abandonado el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Así, sus atropellos ya no serían supervisados y condenados por instancias externas de carácter internacional.

En México estamos muy lejos de alcanzar los estándares deseables de vigencia efectiva de los derechos humanos, por lo que más vale que sobren vigilantes del respeto a esos derechos a que falten. Así que está muy bien que, además de los ombudsman y el Poder Judicial federal, la Comisión y la Corte interamericanas, complementariamente, estén atentas a las arbitrariedades de las autoridades mexicanas. Por tanto, líbrenme los dioses de formar parte de la campaña de desprestigio contra el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que, indignadamente, ha denunciado la CIDH.

Desde luego, por la enorme importancia de su misión y lo delicado de la materia de que se ocupan, la Comisión y la Corte deben actuar invariablemente con profesionalismo riguroso y objetividad, buscando en todos los casos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Por esa razón, me desconcierta la reacción del GIEI —grupo auspiciado por la CIDH— ante el nuevo dictamen pericial con respecto a si hubo un incendio en el que se incineraron varios cuerpos en el basurero de Cocula.

Respaldando incondicionalmente la versión de su experto en incendios, José Luis Torero, el GIEI había sostenido que no existe evidencia alguna de un fuego en ese lugar apto para la cremación de “un solo cuerpo”. El nuevo peritaje, en el que participó el propio Torero, elaborado por el Grupo Colegiado de Expertos en Fuego, cuya integración fue aprobada por la Procuraduría General de la República (PGR) y el GIEI, señala que “existe evidencia suficiente, incluso observable físicamente, para afirmar que sí hubo un fuego controlado de grandes dimensiones en el basurero de Cocula”, en el que “al menos 17 seres humanos fueron quemados”. Ya se sabía, por otra parte, con certeza científica, que dos de los restos hallados allí fueron identificados en Innsbruck como de normalistas desaparecidos.

Yo hubiera esperado que el GIEI reconociera su error, pues lo importante, si lo que se quiere es la verdad, no es qué peritaje triunfa, si el de la PGR o el del GIEI, como si se tratara de una contienda deportiva o política, sino que se esclarezca lo ocurrido en la noche triste de Iguala y Cocula. En lugar de eso, el GIEI protestó y declaró roto su acuerdo de trabajo con la PGR, ¡por la forma en que se hizo público el tercer peritaje! Es de advertirse que el dictamen fue presentado por Ricardo Damián Torres, del Grupo Colegiado, experto en fuegos y recolección de evidencias.

Como escribió Héctor Aguilar Camín en Milenio diario: “El GIEI apostó a descalificar toda la versión de la PGR con base en que el incendio era imposible. Ahora el GIEI queda en la posición inversa: toda su credibilidad se derrumba si el incendio fue posible”, lo que no es buena noticia para la causa de los derechos humanos en México, “que requiere exigente y confiable vigilancia internacional”. Y Pascal Beltrán del Río en Excélsior: “El trabajo del GIEI ha sido inútil en el mejor de los casos y pernicioso en el peor. En ambos, una cantidad importante de dinero público se ha malgastado”.

Las verdades ideológicas suelen ser fieles a la ideología y a las banderas políticas, pero no a la verdad. Y la causa de los derechos humanos sólo es auténticamente defendible persiguiendo la verdad sin adjetivos. Antonio Machado invitó:

No tu verdad: la verdad.

Y ven conmigo a buscarla.

La tuya, guárdatela.

NOTAS:
1. Se reproduce con autorización del autor, publicado en Excélsior, el 7 de abril de 2016.



Formación electrónica: Luis Felipe Herrera M., BJV