Otro populismo1
Publicado el 29 de abril de 2016 José Ramón Cossío Díaz Ministro de la Suprema Corte de Justicia, jramoncd@scjn.gob.mx, @JRCossio |
Todos los días oímos hablar de derechos humanos. No hay político, académico, juez, funcionario o ciudadano, que no los mencione, esgrima o elogie. En ocasiones se les usa en un sentido general para nombrar lo que debía ser un mundo mejor o ciertas formas comunes de comportamiento; en otros momentos, se alude a ellos para acreditar que alguien debe expresarse, migrar o recibir atención médica. Alrededor de ellos se han formado discursos y organizaciones, encuentros, textos y algunas prácticas. La omnipresencia del concepto es de tal magnitud que pareciera que finalmente y para bien vivimos una época de derechos, que estamos guiados por un nuevo paradigma, que la desigual realidad ha comenzado a transformarse. Discursivamente, las cosas parecieran ir mejor. Las posibilidades de cambio parecieran estar más de la mano de individuos y colectivos en la ocasión de obtener frutos concretos de una nueva forma de convivencia social.
Para sostener la existencia de lo que se considera una nueva realidad, se citan datos por aquí y por allá. El aumento de la expectativa de vida, el incremento en el acceso a la salud, la incorporación de más personas a la alimentación básica, las posibilidades de expresión y adquisición de cultura, son indicadores frecuentemente manejados. La lógica general del discurso de los derechos humanos y la utilización de cifras han generado un ambiente en donde resulta difícil decir algo respecto de los primeros, y sólo quedan espacios aislados para discutir los segundos. A fuerza de repetir su importancia, su sólida e indudable base moral, con los derechos humanos se ha querido construir una utopía de lo que haya de ser el futuro deseable y esperable. Quien ose cuestionar el concepto será visto como un sujeto amoral, como alguien que está fuera de la deseabilidad del bien humano, de un mejor estadio de vida. Al no poderse hablar en contra del concepto, se ha logrado que tampoco pueda hablarse de su funcionalidad. Ello podría significar que el rey va desnudo, que más allá de su hermosa estructura y legitimidad, la realidad de los derechos humanos es mucho menos relevante que lo mostrado por su retórica y su prédica.
Si quisiéramos entender la forma de dominación imperante en nuestro tiempo, en algo tendríamos que acudir a lo que se hace con los derechos humanos. La forma de construcción es tan sofisticada y elegante, que sus destinatarios no nos hemos dado cuenta de lo que ha implicado. Lo que comenzó siendo una forma de transformar la realidad aquí y ahora, ha terminado por ser un desplazamiento hacia el futuro, hacia un momento por venir que, para ser alcanzado, exige sacrificios aquí y ahora. El derecho a ser educado y gozar de condiciones dignas de vida exige ahorro y trabajo, lo cual actualiza duras condiciones laborales. ¿De qué otra manera podría lograrse una cosa sin la otra? Se nos dice que la felicidad ofrecida a cuento de los derechos tardará en ser alcanzada, pues los mismos no tienen el potencial transformador que en algún momento se pensó tenían. Sin embargo, se exige que deba seguirse optando por esos derechos, pues de otra manera la felicidad no se alcanzará nunca. La paradoja es completa y comprensiva: para salir de donde se está, hay que seguir apoyando aquello que impide salir de ahí. Así la dominación.
En un mundo donde todos y para todo se invocan unos derechos que han mostrado sus límites de transformación, es preciso incorporar elementos adicionales de análisis y realización. No tiene mucho sentido mantenerse en un plano donde a fuerza de repeticiones, todos dicen lo mismo, todos los invocan para todo, y todo se transforma muy poco. Cuando la expresión “derechos humanos” ha sido apropiada por todos, su mera invocación carece de capacidad transformadora. La única manera de recuperarla es diferenciarse de los discursos y exigir acciones. Hoy, que tanto se teme a los populistas, ha llegado el momento de identificar también a los populistas de los derechos humanos. Si observamos con atención desde esta clave, veremos que son muchos más de los que podríamos haber supuesto.
NOTAS:
1. Se reproduce con autorización del autor, publicado en El País, el 19 de abril de 2016.
Formación electrónica: Luis Felipe Herrera M., BJV