Un muro construido por la frivolidad1

Publicado el 29 de abril de 2016

María Marván Laborde
Investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM
@MarvanMaria

México y Estados Unidos tienen una de las vecindades más complicadas de toda la geografía política del planeta. El grado de dependencia, la desigualdad en la fortaleza de la economía de un país y otro, así como la extensión de la frontera imprimen características únicas a la relación.

Tenemos un comercio legal de más de 360 mil millones de dólares anuales que se suma al comercio ilegal, especialmente en todo lo que tiene que ver con armas y narcotráfico; evidentemente esto repercute en las políticas públicas para combatirlo donde nosotros ponemos los muertos y ellos los consumidores. Los problemas migratorios de quienes cruzan la frontera para conseguir trabajo y “hacer lo que ni los negros quieren hacer”, según el dicho de Vicente Fox, son apenas algunos de los temas cotidianos que hay que atender.

A pesar de todo ello, a lo que estamos más o menos acostumbrados, hoy llama poderosamente la atención la importancia que ha cobrado el tema México en el actual proceso electoral estadunidense. Todos los candidatos han encontrado alguna razón para hablar de México en sus actos de proselitismo.

La explicación más simplista sería suponer que la culpa sólo es de Donald Trump por su insistencia en la construcción del muro y las múltiples expresiones peyorativas contra los migrantes mexicanos y el daño que, según él, le causamos a Estados Unidos.

Sin embargo, la relación entre Estados Unidos y México se ha vuelto más complicada de lo normal, si es que podemos hablar de cierta normalidad. Decisiones políticas ajenas a la política bilateral tradicional han trastocado los muy difíciles equilibrios y multiplicado las tensiones.

Veamos, por ejemplo, cómo cuestiones de la lucha entre republicanos y demócratas han tenido consecuencias directas en esta relación diplomática. La política obstruccionista de los primeros en contra de Obama nos tiene hoy día sin embajador y sin claridad en la política migratoria.

El Senado norteamericano se ha negado a discutir la ratificación de Roberta Jacobson como embajadora de México, por un berrinche de Marco Rubio su nombramiento sigue pendiente. No hay disposición de discutirlo en comisiones, mucho menos de someterlo a votación del Pleno.

La falta de nombramiento del ministro de la Suprema Corte afecta la orden ejecutiva de Obama con relación a la política migratoria, ya que está pendiente que se definan sobre la constitucionalidad de la misma. De derogarse, México resultaría el país más afectado.

Hillary Clinton, en entrevista con León Krauze, condenó que las autoridades mexicanas violaran flagrante e impunemente los derechos humanos, después del video que circuló en redes sociales de militares y policías federales torturando a una mujer guerrerense para que confesara el paradero de la “tal María”.

El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, por su parte y con independencia de lo sucedido allá, también ha sido errático cuando no completamente frívolo con respecto a la relación de México con Estados Unidos, y muestra de ello han sido los cambios de embajador en ese país.

Tan pronto llegó al poder nombró a Eduardo Medina Mora, a quien hizo regresar porque consideró que era más importante para su gobierno nombrarlo ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La embajada quedó a la deriva por cinco largos meses, al final de los cuales nombró al doctor Miguel Basáñez Ebergenyi.

Basáñez es un magnífico académico sin experiencia diplomática. Desde septiembre surgió la duda sobre la pertinencia de la decisión, especialmente porque no ha vivido en México desde antes de 2000, año de la alternancia. La semana pasada se removió a Basáñez y se nombró a Carlos Manuel Sada Solana. La canciller Claudia Ruiz Massieu, en entrevista radiofónica con Leonardo Curzio, dijo que era necesario un cambio de estrategia, sin embargo no pudo explicar en qué consistía ese cambio. ¿Cuál es el mandato de Sada Solana y cuál fue el de su antecesor? Nunca lo sabremos, no está claro.

Nadie duda que las relaciones entre México y Estados Unidos son complicadas e importantes para ambos vecinos, pero en los últimos años hay errores injustificables y descuidos cuyas consecuencias son imprevisibles.

NOTAS:
1.Se reproduce con autorización de la autora, publicado en Excélsior, el 21 de abril de 2016.



Formación electrónica: Luis Felipe Herrera M., BJV