Un maestro como Néstor de Buen

Publicado el 29 de abril de 2016

Valente Quintana Pineda
Investigador del Centro de Investigaciones Jurídicas de la Escuela Libre
de Derecho de la Ciudad de México,
valentequintana@eld.edu.mx

Como abogado y estudioso del derecho del trabajo, como hijo de quien tuvo por más de treinta años la sobria tarea de impartir justicia en materia de laboral, y como parte de una generación de abogados que hacemos del derecho del trabajo nuestro día a día, el día de hoy hemos sufrido una gran perdida en este gremio, y es que nos ha dejado el doctor Néstor de Buen, quien por años nos ha compartido su profundo conocimiento, ya sea en las aulas o en su amplia colección de obras jurídicas.

Si fuera una novela la vida de Néstor de Buen sería una de las más interesantes llena de aventuras; en sus primeros años, difíciles como lo era la vida de la gente de antes, de todos aquellos inmigrantes europeos que se veían forzados a salir de su país a causa de conflictos bélicos, como la guerra civil española y su consecuente dictadura franquista, y muy particularmente en su situación siendo hijo del ilustre republicano español Demófilo de Buen, con quien tuvo que salir de España en compañía de su familia y con quienes después de una breve estancia en París emprendieran camino a América, esta ocasión provocada por la Segunda Guerra Mundial. En realidad era una época muy difícil de vivir en Europa pero que por la misma situación sembraba una ideología de alto contenido social que a su llegada a América y sobre todo en las universidades lograba florecer en las más diversas e impredecibles formas.

Fue nuestro México, durante el cardenismo, el lugar que brindó un nuevo lugar a la familia De Buen, donde se establecen y del que hacen su nuevo lugar en el que a pesar de sus dificultades decidieron darle buena cara y de una manera optimista adaptarse a este nuevo entorno tan diferente a Sevilla, dejando atrás y lejos su Giralda, y su Archivo de Indias, a cambio de los mejores sentimientos de todos: el de aventura y libertad; el de saber que se llega a un lugar nuevo en una edad donde todavía le esperaría toda una vida a la que él podría poner el timón en el rumbo que mejor le pareciera, y como posteriormente lo reconocería, donde México llegó a ser tan parte de él, aunque nunca dejará de ser España parte suya.

Tal como en algún momento se lo sugirió su padre, ingresó a estudiar la carrera de derecho en 1945, en la entonces Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde obtuvo el máximo grado académico, y aunque citemos su fecha de ingreso, sería muy complicado decir que algún día dejaría esta casa de estudios, ya que hasta el día de hoy mantuvo un vínculo ininterrumpido, donde decidió prolongar su estancia indefinidamente como catedrático, y posteriormente catedrático emérito, formando parte del claustro de la Facultad de Derecho de la UNAM, como uno de sus más grandes pilares fundamentales.

Asimismo, considero importante denotar una característica de Néstor de Buen, la cual considero de sumo interés y es su relación con el Instituto Mexicano del Seguro Social, a donde ingresa a prestar sus servicios apenas a diez años de su fundación, y el cual fuera testigo y representado de sus primeras batallas, primero como abogado del departamento jurídico, para posteriormente ser jefe de Relaciones Laborales, circunstancia que formó un vínculo innegable, bajo el cual han vivido de una manera íntima dos auténticas instituciones centinelas del derecho social.

Años más tarde, se uniría a las filas del personal de la Junta Central de Conciliación y Arbitraje del Distrito Federal, donde tuvo oportunidad de estudiar a fondo lo que posteriormente se convertiría en su campo de mil batallas, ya que en 1954 emprende la aventura de la independencia profesional fundando el Bufete De Buen S. C., estudio jurídico especializado en litigio y consultoría en materia de derecho laboral que con el correr de los años sería una de las firmas legales más respetadas al servicio de ambos factores de la producción, aunque con una reconocida preocupación y simpatía por el proletariado, siempre orientado por la razón y la justicia, así como una ideología social-demócrata que ha compartido íntimamente con el expresidente español Felipe González, además de alguna agradable tertulia.

El doctor de Buen no sólo demostró su amplio conocimiento ante las Juntas de Conciliación y Arbitraje o Poder Judicial, sino, desde mi punto de vista, su labor más meritoria ha sido compartir con un gran número de estudiantes de derecho, hoy abogados, sus conocimientos ya sea atreves de su cátedra universitaria en varias casas de estudios, así como por la doctrina de un sinnúmero de obras publicadas, y es justo en este rubro donde Néstor de Buen ha aportado a mi generación un contenido de valor incalculable para el estudio del derecho del trabajo, y no sólo en México sino en una gran cantidad de países donde se han visto beneficiados ya sea con sus textos, clases, conferencias o cualquier tipo de participaciones que ha tenido nuestro maestro, y justo esa dedicación académica fue la que le dio la pertenencia al más grandioso y selecto grupo de doctos laboralistas latinoamericanos junto con personalidades como Américo Pla, Mario Akerman, Rafal Albuquerque, Juan Antonio Sagardoy, Wagner Giglio o Baltasar Cavazos, compañeros propios de su generación.

A pesar del ejemplo de éxito de vida que logró en México. donde apenas no hace tanto decidió tramitar su nacionalidad, no olvida la etapa dura de sus andanzas, esos primeros años de vida que forjan el carácter de un hombre, mismo que como hemos mencionado anteriormente le ha dado esa tendencia a buscar el bienestar social, y la defensa de causas justas, congruente a ello algunos de sus casos más emblemáticos de épocas recientes son sin duda los conflictos colectivos que han tenido los sindicatos de la industria minera y la industria eléctrica, así como de sus respectivos dirigentes gremiales, donde de nueva cuenta pudimos ver cómo el doctor De Buen salió en defensa de las causas que considera más justas, al igual que aquel ingenioso hidalgo con yelmo de Mambrino que no teme a “gigantes de molino”.

Qué lejos se ven ya aquellos paisajes andaluces, o aquel breve pero significativo tiempo y espacio cuando caminaba por los arcos de Lyceé Buffon, y sobre todo aquel día cuando don Demófilo le aconsejó estudiar la carrera más hermosa de todas, la carrera de derecho.

Sin duda, la obra y vida de Néstor de Buen son perfectas como ejemplo para ilustrar aquel famoso poema del también andaluz Antonio Machado.

 

Caminante, son tus huellas el camino, y nada más;

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.

Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás

Se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.

Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar.





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