Cine y justicia

Publicado el 30 de agosto de 2016

José Ramón Narváez Hernández
Autor del libro: Historia social del derecho y de la justicia, Porrúa, 2007,
iushistoria@gmail.com


Ojalá pudiéramos motivar un happening en este preciso momento, es decir, una experiencia multisensorial; de hecho, el tener estas líneas en las manos ya implica una relación multihermenéutica compleja, se habla de imágenes lejanas, tal vez algunas posiblemente alojadas en la memoria del lector, otras más cercanas a la imaginación y fomentando cierta curiosidad, por ejemplo, si ahora dijéramos: el cine judicial se resume a ese momento en el que Stallone en el papel del juez Dredd escucha del viejo juez (Max von Sydow) la verdad, se revela su vocación como protector de la ciudad que lo ha desterrado, el viejo yace moribundo a los pies de una enorme estatua de la justicia, que si bien no tiene venda, está cegada, como si le hubiesen quemado los ojos, sostiene la balanza en su mano izquierda, se ilumina intermitentemente por algo que asimila relámpagos pero podría ser una luz que tiene un falso, en aquel lugar en el confín de la ciudad donde comienza el exilio, la estatua delimita el mundo seguro del desconocido y destruido de aquella sociedad posapocalíptica. El juez Fargo muere, Dredd toma su metralleta imponente, se pone al pie de la estatua de la justicia como para hacer un juramento, es apurado por Rob Schneider, quien hace el papel de un prófugo y acompaña a Stallone en su periplo, entonces Dredd, con sangre en la cara, fruto de la resistencia que le ha llevado a ese momento aciago, corta cartucho, hay una elipsis y lo vemos entrando a la ciudad nuevamente, ha dejado de ser un juez tradicional para convertirse en un justiciero.

Si usted ya vio la película quizá recuerde algo, pero seguramente los detalles los habrá olvidado, o tal vez éste es el caso en el que nuestra imaginación los está magnificando. Pero la semiótica es muy simple, en un clásico de ciencia ficción basado en un gran comic: una sociedad violenta, en esta película convulsionada además por el advenimiento de un dictador que trata de reducir a cenizas el sistema de justicia, surge un héroe, el juez Dredd, quien se encargará de volver todo al orden. La vocación del Poder Judicial en unas cuantas imágenes, que sufre las vejaciones del poder político, que sucumbe en algunos casos, pero que al final se recompone para ayudar a la sociedad, de la que se hace ayudar, pero ha tenido que correr sangre, y en eso van incluidos algunos jueces, aunque la esperanza se basa en los nuevos, como la Juez Hershey (Diane Lane) que, hay que decirlo, es mujer. El cine nos dice mucho, en este caso el drama judicial, que para algunos puede ser tan kitsch que o bien raya en el cine de culto o hace reír, entonces tragicomedia porque lo uno nos lleva a lo otro.

Prometemos que el lector no se va aburrir con este texto, además lo haremos imaginar y con eso habremos avanzado muchísimo, porque ahora que nuestros sistemas requieren de nosotros una participación activa —como el caso del sistema penal acusatorio, por ejemplo— tendremos que aprender a mirar mejor, a ver más allá del papel, aprender a descifrar gestos y a imaginar escenarios. ¿A qué abogado no le gustaría poder interpretar las expresiones del juez o los actores del proceso? Tal vez el cine nos ayude a ello.


El juez Dredd arrodillado atendiendo al juez anciano que ha condenado a exhilio, detrás la estatua de la justicia: Judge Dredd (Danny Cannon, 1995).

I. CINE DE JUECES, PARA JUECES O SOBRE JUICIOS
Siempre hablar de géneros es muy difícil porque implica un acto autoritario en el que se segmenta o clasifica a un grupo de películas con una supuesta temática uniforme; ciertamente, en aras del debate, es muy positivo atreverse a delinear un grupo y sus características, en este caso se trata de un género heterogéneo pero que podría identificarse por ciertos elementos comunes. Ya desde ahora anticipamos que, si bien en principio el género judicial tiene que ver con “juicios” o en su caso con “jueces”, la cuestión es que en muchas películas existen actos que podrían ser considerados juicios y otras muchas donde aparecen jueces ya sea formalmente o materialmente. Pongamos algunos ejemplos: en el primer caso tenemos el Consejo Jedi en la saga de Star Wars, el cual en algunas ocasiones lo vemos tomando decisiones que afectan en lo particular a algunas personas; por lo que hace al segundo caso, El juez de la soga (Alberto Mariscal, 1973),1
se trata de un justiciero que después de un juicio sumarísimo cuelga a los culpables en el árbol más cercano posible,2
claro que las interpretaciones son importantes porque uno podría pensar que no se trata de un justiciero sino simplemente de un asesino cobrándose venganza, pero el director decidió ponerle ese título a la película y eso ya dice mucho de la idea de juez que existe en el cine, o al menos de un tipo de juez-justiciero, como el caso de la ya citada juez Dredd.

Claro si se trata de verdugos no puede dejar de mencionarse El verdugo (Luis García Berlanga, 1963), que es considerado un clásico del cine judicial, en el cual un verdugo y su yerno se enfrentarán al hecho de tener que ser ellos el brazo mortal de la ley. Traemos a colación este largometraje porque se trata además de una comedia, que es una cuestión peculiar en el género y no tan extraña, lo cual choca de inmediato con la enunciación típica que la crítica norteamericana ha dado al género como courtroom drama, literalmente drama de las salas de juicio. Lo cierto es que sea drama o comedia, o mejor aún, la tragicomedia judicial, la mayoría de directores presentan el tema de la corrupción judicial como una cuestión recurrente, y justo en ello radica la tragedia, porque esta justicia humana sobre humanos presenta el grave peligro que se cierne sobre nosotros, porque en cualquier momento por error podríamos ser señalados como presuntos culpables,3
y ya estamos en el terreno de dos grandes directores Fritz Lang con Furia (1936) y Alfred Hitchcock Falso culpable (1956). De alguna manera, una premisa presente en la cultura occidental desde el juicio a Sócrates y magistralmente redimensionada por Franz Kafka en la modernidad en Der prozess, publicado póstumamente en 1925 por Max Brod, nos habla de una persona que es “misteriosamente” inculpada de “cualquier cosa”, en la versión cinematográfica, también magistral, de Orson Wells (1962), el protagonista Joseph K (Anthony Perkins) se hace asesinar entendiendo que no hay manera de escapar del destino que lo ha marcado como un falso culpable que debe alimentar al insaciable sistema basado no como aparenta en la lógica sino, por el contrario, en lo fortuito.


Joseph K es aprehendido, el papel tapiz detrás de los agentes simula muchos rostros, quizá los de todos aquellos falsos culpables, el tuyo y el mío: El Proceso (Orson Wells, 1962).

Visto de esa manera, el derecho judicial parece adquirir una naturaleza bastante tétrica, es propiamente una tragedia que cuando raya en lo ridículo parece convertirse en una tragicomedia:

Por tanto, para permanecer fieles a esta obligación, es necesario persuadirnos cada vez más de que el proceso objeto de nuestros estudios ni es como el legislador lo ha previsto en abstracto, si no como lo hacen vivir, como lo “representan” (en el sentido teatral de la palabra) los hombres, jueces y justiciables, que participan en él en concreto, y que no son muñecos mecánicos construidos en serie, sino hombres vivos, cada uno situado en su mundo individual y social, con sentimiento, intereses, opiniones y costumbres; estas últimas, pueden ser, desafortunadamente, malas costumbres.4

No es que el proceso sea una farsa —también género teatral al fin de cuentas—, es que el cine, como evolución de la tragedia y de la comedia, nos presenta lo judicial como un espacio humano en el que la sociedad se convulsiona, un mal necesario al cual nadie quiere mirar un poco más detenidamente por temor a encontrar que la excepción se volvió regla, que el principio no es el de inocencia sino al contrario el de culpabilidad, y todo esto porque es el aceite que permite que la maquinaria judicial siga subsistiendo aun si en el imaginario popular son más los inocentes que los culpables los que sufren los errores del sistema que se presume infalible, por eso no es lícito ahondar, pues supondría llegar a la conclusión de que quizá estaríamos mejor sin las instituciones judiciales, a ello ya ha respondido el cine en Los chicos de Scottsboro (Terry Green, 2006) ante un posible linchamiento de los que el pueblo considera culpables, el juez se interpone entre la turba y los presuntos culpables para decir que si desean puede entregárselos para que sacien su ira, pero entonces tendrían que renunciar a la institución judicial, volver a sus casas y tomar sus rifles para defenderse unos de otros, es mejor esto que no tener nada les dice, y los convence. El juez absolverá a los responsables, pero en la apelación perderán el asunto y el juez será visto de forma negativa, la sociedad seguía pidiendo venganza, y es que finalmente las sociedades reflejan el espíritu de las sociedades que las forman ¿será que lo judicial es realmente un mal necesario?


La portada de la película en DVD de Los Chicos de Scottsboro (Terry Green, 2006) nos muestra los rostros de los personajes de la historia, el del juez, es de objetividad, al menos en la película tiene un papel relevante.

Lo interesante de todo este género es que incluso los linchamientos podrían entrar dentro del mismo, y es que si consideramos que se trata de “juicios populares” no estaríamos tan alejados del tema, pensemos en la célebre película de Fritz Lang M. El Vampiro de Dusseldorf (1931), luego está toda la filmografía relacionada con la Revolución francesa, y en muchos países latinoamericanos hay célebres ejemplos también de largometrajes que narran juicios sumarios y ejecuciones públicas, alguien podría argumentar que no se trata de justicia propiamente hablando, pero ciertamente algunas conexiones existen y en algunos casos hasta hay tribunales. Otro caso cercano es el de la justicia intercultural, tribunales comunitarios y/o indígenas que son retratados por la cámara, pero la búsqueda y análisis de ese material implicaría un trabajo aparte.5

Luego están las “metáforas judiciales” porque coloquialmente se habla del juicio de Dios o juicio divino cuando una entidad sobre natural termina por castigar o premiar algún acto humano, al menos se hace el ejercicio de imputación y sentencia, pero en este caso la filmografía sería interminable porque muchas historias manejan la idea de la justicia poética, como la llamaba Aristóteles, y que comúnmente conocemos como moraleja, así Pinochio sufrió el castigo de convertirse en asno por no hacer caso a la Hada, porque está mal la vagancia y en cambio recibió como premio la humanidad al salvar a Ghepetto. Pero hay un caso relevante en la película Juicio a Dios (Andy DeEmmony, 2008). Un grupo de judíos encerrados en un campo de concentración nazi enjuician a Dios con base en la alianza del antiguo testamento; esta película es realmente un juicio, hoy en el que los moot y las simulaciones de juicios son un recurso didáctico válido, también este cine podría componer parte de nuestro género, en este caso mencionamos las películas que trabajan como tema los concursos de debate (aunque hay otra filmografía con concursos variados como baile y canto que entraría de algún modo) en los que hay un jurado.6
Dentro de las metáforas judiciales estaría el denominado “juicio mediático”, donde los medios de comunicación terminan por condenar a alguien, en la historia el conocidísimo Caso Dreyfuss llevado a la pantalla por el mismísimo George Melies en 1899, en este caso sí aparecen las instancias judiciales, pero en otros la trama se desarrolla conociendo lo que los noticieros y los periódicos dicen, a veces el presunto culpable afronta algún comité parlamentario o gubernamental. Quizá en este momento la más emblemática en este sentido sea Cuarto Poder (Constantin Costa-Gavras, 1997), donde un reportero bastante agresivo y amarillista que busca restaurar su prestigio hace pública una historia sobre un hombre que al ser despedido de un museo secuestra a un grupo de niños. El suceso da lugar a un gran despliegue informativo y se convierte en puro espectáculo. El periodista se verá obligado a tomar posición en medio de la ambigüedad, la manipulación y la falta de ética de la cadena.

Como puede observarse del párrafo anterior el gran problema con los géneros cinematográficos es lograr segmentar, hemos intentado esbozar las temáticas que podrían estar dentro del género y algunas otras que podrían ser tangenciales, metáforas y relaciones siempre pueden ampliarse.

A continuación, compartimos una breve relación, enunciativa y nunca limitativa, de aquellos filmes que han resultado exitosos, en la formación judicial:

1. Justicia para todos (Jewinson, 1979), ya se ha comentado, resulta una película provocadora para la reflexión en torno a la justicia y al humanismo, así como un ejemplo adecuado para someter a la crítica a aquellos vicios y corrupciones que pueden llegar a presentar los sistemas judiciales.

2. El juicio de Nüremberg (Stanley Kramer, 1961) es un excelente ejemplo de retrospección en torno a la confrontación entre legalidad y justicia, así como una ocasión para considerar el valor de la independencia, la objetividad y el humanismo.

3. 12 hombres en pugna (Sidney Lumet, 1957) permite observar el proceso de toma de decisiones de los jurados y reflexionar en torno a cómo se construyen los argumentos en la búsqueda de la verdad y la manera en que juegan los prejuicios en la toma de decisiones.

4. Carácter (Mike Van Diem, 1997) es un estupendo filme en torno a la perseverancia, a la fortaleza y al desarrollo de la empatía con los otros.

5. El poder de la justicia (Francis Ford Coppola, 1997) resulta apropiada también para la reflexión de la justicia, pero además para la consideración de la honestidad y la integridad en la actividad profesional.

6. El regreso de Martin Guerre (Daniel Vigne, 1982) resulta una película adecuada para analizar el proceso de conformación de la opinión pública a través del consenso, así como para preguntarnos sobre las consecuencias de una justicia rígida y formal.

7. El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009) ofrece una estupenda oportunidad para reflexionar sobre el impacto y la relevancia de la función jurisdiccional para los justiciables, así como sobre la importancia de las pasiones en la función del juzgador.

9. Escándalo (Akira Kurosawa, 1950) presenta ocasión para considerar el valor de virtudes, como la honestidad, el decoro y la fortaleza, así como de los principios de imparcialidad y el profesionalismo.

10. Heredaras el viento (Stanley Kramer, 1960) también es una película que permite hacer consideraciones en torno a qué se debe hacer ante una ley injusta, pero se encuentra fundamentalmente ligada al tema de la tolerancia y al ejercicio de la libertad religiosa y de pensamiento.

11. La sociedad de los poetas muertos (Peter Weir, 1989) es un clásico filme que pone el énfasis en la importancia de las personas frente a la rigidez de las formas, resaltando nuevamente el valor de la libertad y la empatía.

12. Missisipi en llamas (Alan Parker, 1988) es una película excelente para ilustrar temáticas en torno a los derechos humanos, sobre todo en relación al racismo y la discriminación.

13. Rashomon (Akira Kurosawa, 1950) abre las puertas al proceso de interpretación y a la complejidad de la toma de decisiones, situando al espectador en el papel de juez y proyectando la importancia de estar abiertos a diversos puntos de vista en la búsqueda de la verdad, por lo que resulta un buen instrumento para reflexiones en torno a la argumentación y a la imparcialidad en la ética judicial.

14. Tres colores: Rojo (Krzysztof Kieslowski, 1994) forma parte de la trilogía del importante director Krzysztof Kieślowski, y cuyo análisis, al margen de su riqueza poética, es adecuado para la reflexión en torno a la imparcialidad y la objetividad del juzgador.

15. El kimono rojo (Walter Lang, 1925) es una pieza muy especial del cine silente que a pesar de su difícil adquisición resulta muy adecuada como una invitación a reflexionar sobre el papel y responsabilidad de todos, como sociedad, en los fenómenos delictivos.

16. Un grito de esperanza (Tom Hooper, 2004) es una película que permite analizar el complicado proceso del perdón como una vía de reconciliación en las relaciones humanas, al poner en juego la relevancia del conocimiento de la verdad y lo difícil que resulta distinguir la justicia del deseo de venganza.

17. Las zapatillas rojas (Emeric Pressburger, Michael Powell, 1948), cuya trama ligada al cuento de Hans Christian Andersen avanza más allá de las típicas enseñanzas de la obra literaria y ofrece la oportunidad de reflexionar en torno al profesionalismo y la lealtad.

18. Sección especial (Constantin Costa-Gavras, 1975), cuya trama vinculada a la formación de tribunales especiales durante el régimen nacionalsocialista abre la puerta a la consideración de los derechos humanos, la independencia del juez y el debido proceso.

19. Tierra fría (Niki Caro, 2005), además de permitir reflexiones en torno a la discriminación, es una excelente película para considerar el problema de las condiciones laborales y, en términos de ética judicial, de las idoneidades gerenciales.

Y para el acercamiento de la ética judicial a los adolescentes y niños, pueden recomendarse:

1. Alicia en el país de las maravillas (Tim Burton, 2010), que al igual que la obra literaria permite hacer importantes análisis sobre la virtud de la fortaleza, del autoconocimiento y la búsqueda de sentido.

2. X Men. La batalla final (Brett Ratner, 2006) es adecuada para la reflexión del trabajo en equipo y los derechos humanos, en particular, la discriminación.

He aquí la bitácora de un viaje visual que emprendimos durante un año, tratando de materializar, experimentar y mejorar nuestros procesos de formación y autoformación para todos aquellos involucrados en la difícil tarea de administrar justicia.

Por último, el cine judicial en todas sus facetas no sólo es reflejo de las expectativas sociales, sino también una oportunidad hermenéutica para comenzar a ejercitarse en la lectura de las prácticas judiciales, los protagonistas de las películas judiciales aguzan sus sentidos, muestran gran intuición y nos alertan de los engaños de testigos, probables responsables y supuestas víctimas; el cine recrea con verosimilitud aceptable ciertos espacios y rituales judiciales, lo cual puede ser una oportunidad para comenzar a pensar en esos términos, tal vez el cine recurra a muchos estereotipos, pero no puede negarse que es un instrumento didáctico complementario para acercarse a un mundo emblemático que no está descrito en los libros de texto, sobre todo ahora que se habla tanto de argumentación e interpretación.

NOTAS:
1. La metodología será la siguiente: cada que citemos una película pondremos entre paréntesis el nombre del director y el año de la misma para que sea más fácil ubicarla, normalmente recurriremos al nombre en el idioma original de la película, pero puede haber excepciones, para eso el director y el año pueden ser de utilidad.
2. En muchos westerns observamos este tema del justiciero, por ejemplo, en La marca de la horca (Ted Post, 1968), Jed Cooper (Clint Eastwood) es ahorcado injustamente por un grupo de nueve hombres, sin darse cuenta que lo dejan con vida, salvado por un comisario a las órdenes del juez Fentom (Pat Hingle), Cooper acepta fungir como comisario de Oklahoma, con la intención de atrapar a los que lo ahorcaron para que sean juzgados por el propio juez quien durante la película tiene algunos diálogos dignos de analizarse, como el personaje del juez Adam Fenton está basado en el juez Isaac Parker, conocido como “el juez de la horca”. La justicia aparece en esta película entre la venganza y la eficacia material, que incluso llega hasta la última versión del Llanero solitario (Gore Verbinski, 2013), un agente de la ley terminará haciendo justicia por propia mano ante la corrupción del sistema. Por cierto, en ambas películas los justicieros son abogados.
3. De alguna manera, la multipremiada One Flew Over the Cuckoo's Nest es una obra maestra con esta premisa, película estadounidense de 1975 basada en la novela homónima de Ken Kesey, dirigida por Miloš Forman y con las actuaciones de los jóvenes Jack Nicholson, Louise Fletcher, Danny DeVito y Christopher Lloyd, entre otros. Narra la reclusión en un manicomio de un cuerdo; la película lleva ese título porque en la novela, la abuela de un indio recluido le dice: algunos vuelan al oeste, otros al este y otros sobre el nido del cucú. El indio recuerda al protagonista que hay personas sobre las que el sistema se vuelca para desquitarse, son las que vuelan sobre el nido del cucú, los chivos expiatorios, los que sufren el daño colateral.
4. Calamandrei, Piero, Proceso y democracia, Lima, Ara, 2006, p. 174.
5. Sólo por citar un ejemplo, Los ronderos (Marianne Eyde, 1997). En Perú, los campesinos de Pukapampa son acosados por delincuentes que les roban su ganado y hacen otras clases de abusos, las autoridades no les ayudan o son cómplices de los ataques. Los agredidos se organizan creando rondas que con sus tribunales ridiculizan la ineficiencia policial y crean su propia justicia.
6. Por ejemplo, El gran jurado (Denzel Washington, 2007), basada en hechos reales a apropósito de un grupo universitario afroamericano que concursa debatiendo en los Estados Unidos.



Formación electrónica: Luis Felipe Herrera M., BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero