La tregua olímpica*

Publicado el 19 de octubre de 2016

Leticia Bonifaz Alfonzo
Directora de Derechos Humanos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
LBonifaz@mail.scjn.gob.mx

En la antigua Grecia, cada cuatro años se hacía un paréntesis en las guerraspara abrir un espacio debúsqueda de reconciliación a través del deporte. La tregua olímpica se llamaba ekecheiria.

En la era moderna, los juegos no han sido ajenos alas vicisitudes políticasdel momento,Hace 48 años, México abrió la fiesta con el duelo vivo por la masacre de Tlatelolco. Hoy, los graves problemas internos de Brasil no frenaron la celebración de Río.

Al inicio del Siglo XX, la cita cuatrianual se interrumpió por la primera guerra mundial. De Estocolmo 1912 llegamos a Amberes 1920 con varios países excluidos por los resabios de la guerra. En Amsterdam 1928,Alemania y Austria regresaron al encuentro olímpico.

En Berlín 1936, cuando Hitler pregonaba la superioridad de la raza aria, Jesse Owens se mostró invencible en cuatro pruebas. En el salto de longitud, el atleta afroamericano ganó la competencia al alemán Lutz Long. Los dos cuerpos, con diferente color de piel, se fundieron en un abrazo y juntos recorrieron la pista para realizar laemblemática vuelta olímpica.

Tokio había solicitado los juegos de 1940, pero la guerra con China provocó la declinación. La sede pasó a Londres, pero la invasión de Alemania a Polonia desató la Segunda Guerra Mundial provocando que de nuevo la cita olímpica se pospusiera.Terminadas las hostilidades, en 1948 se celebró la olimpiada con las delegaciones de Japón y Alemania excluidas.

En Helsinki 1952,por fin se congregó la familia olímpica completa. La Unión soviética volvió a participar después de 40 años de ausencia y en un gesto de solidaridad, dos atletas rusos levantaron en brazos al norteamericano Bob Richards después de batir el record de salto con garrocha.

En Melbourne 1956, varios países se negaron a participar por la invasión de los soviéticos a Hungría. El dato curioso es que este país se impuso al agresor en la final de waterpolo.

En Roma 1960, las dos Alemania desfilaron bajo la misma bandera. Taiwán lo hizo bajo protesta por no ser reconocida por China como República independiente.

En México 68, el blackpower se manifestó contra el racismo. Tom Smith y John Carlos, medallistas en 200 metros planos, subieron al pódium sin zapatos, con medias negras y un guante también negro. Cuando se escuchó el himno nacional, bajaron la cabeza y levantaron el puño.

Munich 72 se tiñó de sangre por un ataque que dejó un saldo de 11 atletas israelitas muertos, un policía alemán y cinco terroristas.

Los juegos de Moscú 1980 fueron boicoteados por Estados Unidos y sus aliados enprotesta por la invasión a Afganistán. Algunos deportistas ingleses participaron sin portar su bandera. Cuatro años después, Los Ángeles 84 vivió la réplica del boicot y los soviéticosy quienes estaban bajo su égida no asistieron.

En Barcelona 1992, atletas de la ex Yugoslavia estuvieron presentes sin bandera y sin himno. Sobre el país -que se deshacía- pesaba una sanción de la ONU que le prohibía participar en justas deportivas.

En Sidney 2000, desfilaron juntas las dos Coreas y atletas de Timor Oriental lo hicieron como independientes.

En Londres 2012, deportistas de Curazao y Sudán del Sur participaron comoindependientes y, en la cita de ahora, un equipo de diez refugiados encontró cobijo en la bandera olímpica que portó la nadadora siria YusraMardini.

Algunas banderas e himnos han desaparecido; se han generado nuevos procesos de unión y desunión política yse han desplazado o sustituido puntos geopolíticos álgidos. El reflector mundial está hoy sobre Río y, en las próximas semanas,como en los antiguos tiempos,se dará una tregua a la beligerancia cotidiana.

Ban Ki Moon pidió estar a la altura del desafío y que “la serenidad de la flama olímpica silencie el ruido de los disparos”.

NOTAS:
* Se reproduce con autorización de la autora, publicado en El Universal, el 6 de agosto de 2016.



Formación electrónica: Luis Felipe Herrera M., BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero