Trump es un reto para los derechos humanos

Publicado el 10 de Febrero de 2016

Alfonso Jaime Martínez Lazcano
Doctor en derecho público; maestro en derecho constitucional y amparo, y licenciado en derecho, egresado de Acatlán, UNAM
lazcanoalf14@hotmail.com

Trump es un reto para los derechos humanos y, principalmente, para los mexicanos, su discurso insultante, racista y de odio ha empezado a afectarnos, como en la paridad del peso y en la negativa de la empresa Ford a seguir invirtiendo en nuestro país, hasta ahora.

Los E.E.U.U. es una nación que fue fundada como un país inmigrante. Durante los últimos 200 años, millones de inmigrantes de todos los continentes se han asentado en los E.E.U.U. Con excepción de los pueblos indígenas o indios americanos, todos los que viven en E.E.U.U. son inmigrantes o descendientes de los inmigrantes voluntarios o involuntarios . 1

En la Declaración de Derechos de Virginia (1776) se dispuso que: Todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes, y poseen ciertos derechos inherentes a su persona, de los que, cuando entran a formar parte de una sociedad, no pueden ser privados por ningún convenio, a saber: el goce de la vida y libertad y los medios de adquirir y poseer la propiedad y de buscar y conseguir la felicidad y la seguridad.

Después de la Primera Guerra Mundial, los “aliados” reconocieron la independencia de Polonia (1918), a principios de 1919 en el "Pequeño Tratado de Versalles” establecieron las condiciones mínimas para la protección de “minorías” (extranjeros radicados en el país): el derecho a la vida y a la libertad, así como el principio elemental en materia de derechos humanos, la prohibición de discriminar por razones de idioma, raza o religión.

Desde la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se ha tratado de evitar que una nación se imponga a otra por convicciones e intereses “nacionalistas”, los cuales, sorprendentemente, son respaldados hoy por el sistema electoral de los Estados Unidos de Norteamérica.

En los actos de campaña, el presidente de los E.E.U.U insultó y amenazó a los mexicanos que viven en ese país con deportarlos, la promesa va dirigida a de dos a tres millones de inmigrantes que hayan cometido crímenes. Inclusive amagó con afectar el envío de remesas, con construir un muro en la frontera, que deberá pagar México e intimidó a las empresas que invierten en nuestro país.

Estamos ante un Estado que ha violado derechos humanos de forma flagrante desde antes de Trump, como la cárcel de Guantánamo, ante una nación que promueve el libre mercado sólo cuando mantiene un superávit, que espía a sus ciudadanos y aliados sin autorización o justificación alguna y, que no acepta ser juzgado por jurisdicciones internacionales, entre tantos actos cuestionables.

La historia de los derechos humanos se ha basado en hacerle frente a la arbitrariedad y la injusticia.

El odio xenófobo del discurso utilizado por Adolfo Hitler es similar al de Donald Trump, el primero dijo que haría Alemania grande de nuevo y el republicano, “Make America great again”, Hitler veía como sus enemigos a los judíos y Trump, a los mexicanos, especialmente, además de a los musulmanes y chinos.

El reto de los derechos humanos siempre ha sido cómo contener la brutalidad del humano contra el humano, pero ésta es más grande cuando son los líderes de países llamados del primer mundo quienes usan un discurso insultante como medio para ganar adeptos, y los ganan.

El panorama no es alentador, pero se puede pensar que la crisis que genere este cambio de gobierno en los E.E.U.U. puede ayudarnos a despertar; es obvio que los gringos que ocupan el poder no son nuestros aliados, pero sí nuestros vecinos con cadena perpetua.

Es tiempo de subordinar los intereses del imperio del norte a los nuestros. ¿Cómo? Con la fuerza moral y ética de los derechos humanos, ésa es la única solución factible.

Pero debemos empezar en casa, es necesario un cambio copernicano en el actuar de los gobernantes mexicanos, hacer lo contrario a lo que han hecho hasta hoy, combatir la corrupción en serio, erradicar lo más que se pueda la impunidad, promover programas reales de disminución de la pobreza y no con fines electorales, reducir el sueldo de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de todo servidor público a estándares normales en un país como el nuestro, acabar con la opulencia con la que se gasta el presupuesto en cuestiones triviales y banales, como el avión del presidente y su hangar, trasformar el ministerio público en un órgano para lo que fue creado, procurar la justicia, entre otras tantas acciones más.

Entonces podríamos preguntar, ¿dónde empiezan realmente nuestros problemas como nación?

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha precisado: “Ningún Estado, por ningún motivo, está legitimado para violar los derechos humanos de los migrantes. Ni siquiera a pesar de contar con el apoyo de algunos sectores de la sociedad, los derechos humanos de los migrantes no pueden ser violados”. 2

NOTAS:
1 Dakwar, Jamail, “No tan sanos y salvos”, Sur-Revista Internacional de Derechos Humanos, Brasil, número 23, julio 2016, pp. 49-60.
2 http://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2016/190.asp.



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