Eternidad del cuento más corto *
Publicado el 7 de abril de 2017
María Marván Laborde
Investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
@MarvanMaria
Augusto Monterroso, escritor hondureño por nacimiento, guatemalteco por parte de padre y porque ahí creció, y mexicano por adopción porque aquí vivió gran parte de su vida adulta hasta su muerte en 2003, nos dejó en su literatura el cuento más corto de la historia “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Irónicamente para los mexicanos, el cuento se nos hizo pesadilla y parece ser una maldición eterna. El dinosaurio permanece tercamente en el sistema político, parece cucaracha, bicho sobreviviente de la prehistoria. El dinosaurio no cede a las prácticas autoritarias del corporativismo, se renueva y se adapta a nuevas formas antidemocráticas; persiste en la negación de la ciudadanía, se atemoriza con la sociedad, muta y resiste a la transformación democrática.
Después de las elecciones locales de 2016 despertó el dinosaurio, el animal herido reaccionó embravecido. Tras 90 años defiende su territorio en el Estado de México y Coahuila con una fiereza y cinismo dignos de ser relatados. Derrotados hace nueve meses, hubo un reacomodo estratégico del grupo político Atlacomulco. Enrique Ochoa, a la presidencia del PRI, Luis Miranda, a Sedesol y Virgilio Andrade, a Bansefi. Videgaray salió y regresó al gabinete, pero sostiene la batuta de su estrategia electoral.
El disciplinado apoyo de los priistas que tienen una Secretaría en el gobierno federal podría ser legítimo si se limitara a la asistencia a mítines; sin embargo, el descarado reparto de dinero a través de programas sociales en pleno proceso electoral, es indefendible. Las carreteras del estado están plagadas de espectaculares en los que el PRI lucra de todos y cada uno de los programas sociales del gobierno de Eruviel. Contrarios a los epígrafes obligatorios en los anuncios federales, el partido se ha apropiado del gasto social que pagan nuestros impuestos.
Al dinosaurio le gusta caminar para atrás como a los cangrejos. Limitan libertades previamente conquistadas. Las bitácoras de los vuelos presidenciales ya eran accesibles a través de versiones públicas. El INAI resolvió, correctamente, que se entregaran los documentos testando algunos datos. Cuando se discutió la Ley General de Transparencia se advirtió que darle a Consejería Jurídica la posibilidad de impugnar decisiones del INAI, so pretexto de la seguridad nacional, sería regresivo y lo fue. La Suprema Corte negó el acceso a información que ya era pública.
El dinosaurio es camaleónico y reincidente. Se viste de autoridad y trabaja aliado con el crimen organizado. El fiscal de Nayarit, Édgar Veytia, fue detenido por autoridades estadunidenses por sus ligas con el narcotráfico. Se repite la escena del general Gutiérrez Rebollo. Quien combate al narcotráfico se hace cómplice de la delincuencia organizada.
Cuando despertó la ciudadanía, que reclama honestidad y planes anticorrupción, el dinosaurio goza de cabal salud. El Congreso aloja un parque jurásico entero. En el Senado, duerme el sueño de los (in)justos el nombramiento del fiscal Anticorrupción. En la Cámara de Diputados se dio “asilo” a Antonio Tarín García, diputado electo suplente del recién fallecido Carlos Hermosillo. El diputado de Chihuahua se atrincheró en San Lázaro y, aunque no logró tomar posesión, se aseguraron de darle tiempo para salir amparado y permanecer en libertad. Enrique Ochoa guardó silencio durante todo el affaire. ¿No fue él mismo quien cucó a Anaya para ver cuál de los dos presidentes expulsaba primero a sus gobernadores corruptos?
El dinosaurio está allí al acecho de una sociedad civil que despierta y le resulta muy incómoda, se le amedrenta a través de una prensa cooptada y gatilleros pagados. A los Organismos de la Sociedad Civil, dijo Casar el día de ayer en este diario, “se les empieza a identificar como el enemigo a vencer; como molestos focos de subversión frente a la voluntad gubernamental”.Formación electrónica: Ilayali G. Labrada Gutiérrez, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero