La alternancia democrática: ¿realidad o ficción?

Publicado el 7 de abril de 2017

Ernesto Alonso Tosca
Licenciado en Derecho Corporativo por la Universidad Autónoma de Guadalajara
Maestrando en Derecho con orientación Diplomado en Dirección y Gestión Estratégica de Asuntos Públicos
por la Universidad Complutense de Madrid, España,
ernestotosca1@gmail.com

Dentro de nuestra historia pueden existir momentos en los que, por las razones más variadas o de formas muy distintas, un sujeto político predominante por largo tiempo pierde su posición de primacía y su estructura, que había sido de utilidad para la conservación del poder, va perdiendo presencia dentro de la comunidad.

Es por ello que el tema central de este artículo se constituye por la “larga duración” de algunos regímenes políticos caracterizados por la ocupación del poder a través de grupos, movimientos o, en su caso, partidos políticos determinados, pues es de nuestro conocimiento que en la mayoría de los casos, con el paso del tiempo, las políticas públicas empleadas por aquellos entes se van distorsionando hasta el grado de generar hartazgo en los ciudadanos y eso motiva que exista un cambio de mentalidad pero, sobre todo, de ideas que generen una mejor estabilidad social y económica.

En palabras del escritor Michelangelo Bovero, la alternancia, como tal, no es un fenómeno exclusivo de la democracia, pues el hecho de que ocurra una renovación política no es prueba suficiente de la naturaleza democrática o de la buena calidad democrática de un régimen político. Por lo cual, no debemos olvidar que, si se ha de tomar un criterio para distinguir una democracia de una no-democracia, éste debe ser la existencia de la figura del sufragio universal y libre que lo caracteriza.

El autor italiano Norberto Bobbio hace énfasis en señalar que la democracia es “difícil”, pues la considera un sistema delicado y exigente, el cual requiere que sean satisfechas muchas condiciones y precondiciones, especialmente que esté asegurada la igualdad entre todos los ciudadanos para el goce de los derechos fundamentales, no sólo los derechos de libertad, sino también los más elementales derechos sociales, entre ellos, los de salud y educación respectivamente.

De cualquier manera, la existencia de una posible renovación en el punto más alto del sistema político podría producirse como resultado de un proceso electoral limpio y equitativo, sobre todo en un país donde por mucho tiempo se ha bloqueado de manera férrea la posibilidad de una verdadera alternancia en la forma de gobernar, porque —considero— en nuestro país, simplemente, como tal, no ha existido alternancia en el poder.

Todo esto, debido a que los partidos políticos que han ostentado el poder en nuestro país, como lo son el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN), no tienen muchas diferencias en lo que respecta a sus ideologías y empleo de políticas públicas, las cuales lo único que han traído son crisis económicas, mayor endeudamiento y, por supuesto, que nuestra nación siga estando insegura y atemorizada por el crimen organizado y el narcotráfico.

Dado lo anterior, resulta importante señalar que el valor fundamental de la alternancia política no sólo es que se cambien las personas o los partidos en el poder, sino que haya un cambio positivo en el funcionamiento de las instituciones de una democracia representativa. No estamos hablando de un simple cambio ya sea de individuos o ideologías, sino de una modificación de manera sustancial de la distribución del poder acompañado de nuevos mecanismos institucionales a la discreción gubernamental, nuevas formas de hacer políticas públicas que sean eficaces y eficientes, que generen equidad en los beneficios sociales; una modificación que incite a los políticos a cumplir con mayor efectividad los intereses de sus representantes y contribuir a la disminución de la incertidumbre asociada a cualquier proceso de transición política.

Por ende, la transición a la democracia es más amplia y profunda que la alternancia política, ya que no se limita únicamente a un resultado electoral que genera cambios de gobierno o que un partido sustituya a otro en el poder. Por lo tanto, es innegable que los asuntos de orden electoral son el punto de partida hacia una transición a la democracia, aunque el termino democracia va más allá de cuestiones de índole electoral.

Es por ello que, sin duda, con la proximidad de los comicios en el Estado de México, así como los correspondientes al año 2018 en que toca renovar al Poder Ejecutivo y Legislativo federal, gubernaturas, congresos locales y presidencias municipales, estamos ante momentos de gran incertidumbre debido a que en algunos de los Estados se ha dado la alternancia en el cambio del partido en el poder. El Estado de México se encuentra ante la oportunidad histórica de que se pueda dar una alternancia puesto que las últimas encuestas publicadas por diversos diarios de circulación nacional hablan de una virtual victoria de la izquierda, así como de una posible victoria de ésta en la carrera por la Presidencia de la Republica.

Como conclusión, la democracia mexicana sigue siendo pobre en resultados, ya que no basta sólo con hacer elecciones, competir y ganar o perder, puesto que lo que hace falta es que se pueda gobernar en democracia, pues en la práctica política, no es lo mismo el acceso al poder que el ejercicio del poder; para lo segundo hace falta alcanzar un ejercicio adecuado del mismo, eficaz y que ofrezca resultados a los ciudadanos que creemos que en verdad existe un Estado de derecho y sobre todo un gobierno democrático para todos.



Formación electrónica: Ilayali G. Labrada Gutiérrez, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero