Héctor Fix Zamudio: autobiografía

Publicado el 7 de abril de 2017

Jorge Alberto González Galván
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, y
jagg@unam.mx

Cuando decidí hacer la “reseña” de este libro tenía en claro que se trataba de un objeto de estudio de la sociología de los Profesionales del Derecho: un mundo de información del y sobre el sujeto que conoce (el investigador), que explica el objeto por conocer (el derecho).

Los biógrafos son profesionistas de la investigación del sujeto que investiga, aportando así elementos de explicación del derecho. Biografías de los juristas son pocas, porque, en general, no hay biógrafos de profesión. En el campo de la investigación jurídica se ha considerado que las técnicas cualitativas, como el trabajo de campo y la encuesta, basadas en los hechos observados (la primera), y las personas que responden (la segunda), son propias a otras disciplinas. Tampoco se ha considerado que las personas que investigan son “objetos de estudio”, a través de la aplicación de la técnica de entrevista, con o sin cuestionario.

Cuando el investigador decide redactar sus “memorias”, publicar sus “diarios”, asume que, consciente o inconscientemente, está reordenando, reestructurando, su itinerario de vida que lo llevó a tomar las decisiones que marcaron su vida familiar, sentimental, laboral y social. Los lectores asumimos, por nuestra parte, que consciente o inconscientemente también vamos a encontrar respuestas a preguntas sobre nuestra propia vida: familiar, sentimental, laboral y social. El balance, en las dos partes, es de sumas y restas, de rechazos e identificaciones, de omisiones y selecciones. La ganancia es mutua: entramos a la cocina y a la intimidad para revelar, descubrir, lo que ahí se encuentra para, literalmente, sacarlo, es decir, compartirlo. Los no iniciados encontrarán que ello es irrelevante, innecesario, inútil. Se equivocan: saber lo que los investigadores tenían en mente, lo que sucedía cuando tomaron sus decisiones, lo que consideran positivo y negativo, constituye todo un mapa, una hoja de ruta, para un joven lector y un recreo para un lector maduro.

¿Qué es lo que a mí me enseña? ¿Qué explicaciones y justificaciones encontré sobre el país, la Universidad y el Derecho? Me enseña la honradez, la sinceridad, la autenticidad, la generosidad, la sencillez, la responsabilidad, la humildad, la buena fe, la claridad, la firmeza, el humor, el rigor. Sobre el país encontré explicaciones que hablan de la paciencia para proponer y aplicar las mejoras que se consideran necesarias. También encontré la decepción por el clima de desigualdad y violencia que sigue persistiendo. Sobre la Universidad encontré la vocación, el compromiso, la sensibilidad, la amistad, la defensa. ¿Defensa de qué?: de los principios de libertad de enseñanza e investigación. De compromiso con la solución de los problemas nacionales. De sensibilidad en la convivencia escolar y laboral sin distinciones. De amistad para sus colegas. De vocación por el respeto a los derechos.

Sobre el derecho encontré explicaciones relacionadas, explícita o implícitamente, con la necesidad de reforzar las reglas de ingreso, promoción y estabilidad laboral, en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, para fortalecer la institucionalidad del Estado de derecho. Encontré la necesidad de que haya rigor, seriedad, profesionalismo en la discusión, aprobación y aplicación de las normas. La necesidad de actualizar los planes y programas de estudio del derecho, así como de sus métodos y técnicas de enseñanza.

Hasta aquí, creo, cumplo con lo que se espera de mí como investigador; sin embargo, quiero permitirme, con su permiso, concluir como discípulo y colega del doctor Fix Zamudio: el libro no es un pasatiempo ni un ejercicio de narcisismo; no es un ajuste de cuentas ni una apología de la vida; es un andar por un bosque desconocido buscando los signos del camino, es la traducción de vivencias con el sello del presente, es una convocatoria de invitados desnudos, es un espejo de la infancia y sus consecuencias, es la oportunidad de ser el director de nuestra propia película, es el retrato de un país, es la historia de una vocación (de un proyecto de vida), es lo que todavía no ha dejado de latir. No es una lista de futbolistas ni rockeros, no hay nombres de mascotas. Tiene el olor de los techos altos de San Ildefonso. Sabe del encuentro con el amor de su vida: tiene el homenaje orgulloso de sus retoños. Hay la fidelidad a la profesión y a la honradez. En el correr de las palabras hay claridad y humor. Se trata de un apostolado académico con sus altas y bajas. Es un itinerario, un mapa, para descubrir motivos, justificaciones, incertidumbres y desilusiones. Es la renuncia a la política y a la asunción involuntaria de un liderazgo universitario sereno, generoso, justo y firme. Hay ecos de propuestas y también de silencios. Es escuchado porque sabe escuchar. Es paciente porque sabe que sólo con el respeto a la reglas, finalmente, se puede avanzar.

Está agradecido con la vida, su familia y sus colegas. Hace el bien sin mirar a quien. El cine, la música y la ópera, lo derriten. En Costa Rica y en Ginebra conocen el fiel de la balanza de sus sentencias; en México conocemos sus clases, conferencias y libros: navega sobre los derechos humanos, la justicia constitucional y la enseñanza del Derecho. No está conforme pero sabe que para cosechar hay que sembrar… y esperar. Se dio el tiempo de compartir su tiempo: gracias, maestro.



Formación electrónica: Ilayali G. Labrada Gutiérrez, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero