El lenguaje figurativo, vehículo imprescindible de los medios alternativos de
solución de controversias

Publicado el 16 de mayo de 2017

Raymundo P. Gándara
Lector Sénior en Bureau de Investigación y
Docencia de Conocimiento de Fronteras. S. C.,
rp_gandara@hotmail.com

I.

La comunicación refiere al uso de cualquier tipo de signo donde la acción de entablar contacto con los demás supone una conducta determinada y determinable mediante un comportamiento, también determinado y determinable, de quien participa en la mediación. Es lo que pudiera llamarse acción comunicativa (Popper).

En ese tenor, la comunicación incide en el acto de mediar, pero no respecto a la descripción puramente estética de los participantes en la mediación, sino en cuanto a la participación efectiva de todos y cada uno de ellos. De ahí que el discurso, esto es, lo que se dice, esté representado por maneras de ser y de hacer, así como por las costumbres, hábitos, tanto de lo social como del sujeto participante aún en lo meramente individual o privado. El lenguaje “mediacional”, como todo conocimiento social y por tanto de la comunidad, se construye a través de un juego de expresiones (formas de decir) en las cuales, se aplican las reglas comunes del habla, que no del idioma, de un grupo social que convive en un lugar y en un tiempo determinados. De ahí la importancia de tomar en cuenta, no solamente la manera de decir de quien habla, por ejemplo, una lengua autóctona (otomí) o bien una lengua generalizada (español) sino del contexto que le da sentido a lo que se dice.

II.

En determinado idioma las palabras son las mismas, lo que cambia es el sentido que se les da como expresión comunicativa (“lo que se quiere decir”) por lo que es un despropósito pretender conocer en su totalidad el ámbito y los giros en que la comunicación como lenguaje puede expresar, de ahí que, sin ser nominalista, la comunicación como lenguaje es la combinación de expresiones que marcan (Foucault) el sentido del pensamiento (idea) del homo comunicatio, ya sea individual o colectivamente.

III.

El lenguaje es la vía de la comunicación; esa vía es eficiente incluso cuando, en ocasiones, lo que el individuo desea es precisamente no comunicar, para ello “comunica” que no desea “comunicarse” y así lo manifiesta, utilizando en ese caso expresiones con tal sentido como: el silencio, la evasiva, el sesgo, en fingir no entender, etcétera. Por tanto, con ello expresa su comunicación: “comunico que no quiero decir ni decirme”.

IV.

De la necesidad de comunicación deriva la elaboración de un repertorio de vocabulario según los fines que se pretenden, pero sin que ello implique la posibilidad de construir un meta-vocabulario que de algún modo haga posible llegar al dominio de todos los usos posibles de ese vocabulario; por lo que resulta innecesario catalogar todos las formas de lo que pudiera llamarse la “experiencia mediacional”. Lo importante es indagar las condiciones de aplicabilidad de cada uno de los usos del vocabulario. Inclusive, es posible añadir condiciones de aplicabilidad no exploradas, remodelando así el espectro mediacional.

V.

En la mediación el lenguaje figurado es determinante en las creencias y deseos de los mediacionarios, ello implica que en el ámbito de posibilidades de la comunicación exista una forma paralela a la que podría considerársele común o generalizada (llamada “habla común”) pero además, una formulación especial del hablante que denota una situación personalísima que puede coincidir o no con la generalidad del mundo de relación, esto es, que al lenguaje general cada individuo y cada subgrupo le aporta su propia manera de decir. El grado de socialización, de cultura, de escolaridad, etcétera, gravitan en todos los participantes en el acto de mediar, desde los mediadores hasta los mediados.

Ese lenguaje necesariamente conduce a verdades o falsedades, parciales o totales ya que en sí y de por sí la comunicación de los mediados está construida en principio por un lenguaje meramente emotivo y por consiguiente sesgado, no apto para la ortodoxia que reclama la comunicación; sin embargo, es desde la propuesta no lineal de la comunicación un recurso legítimo, en el contexto del lenguaje general; (Habermas) mejor dicho, es un ejercicio que tiene su propia validez no sólo para el que lo emite sino para quien lo recibe. Ese meta-lenguaje requiere ser aprehendido y decodificado a fin de enriquecer o perfeccionar el acto de mediar.

En estas circunstancias lo fundamental es que al lenguaje figurado se le dé carta de naturalización en la mediación. El empleo imaginativo, metafórico depende necesariamente de la asociación que se realiza con lo que se entiende como lenguaje ordinario. Así, el lenguaje figurativo es la alteridad del decir, que en el acto de mediar devela el pensamiento tanto del que interpreta como del que es interpretado. Esa es su riqueza, pues va más allá de la palabra y su valor lexical para ser acto comunicativo sin más restricciones que su propio oficio como lenguaje.

VI.

En la mediación toda comunicación es habla (Austín) y ello implica la interacción entre una construcción inventiva y una comprensión inventiva. En el acto de mediar nada está dicho de antemano. Es en este orden de ideas donde el lenguaje figurado agrega al lenguaje común una aportación sui géneris que se aleja de los recursos puramente semánticos o de mera utilización de sinónimos, para adentrarse en la no literalidad de lo dicho. El lenguaje figurado, como la metáfora, tiene además de su sentido y significado otro sentido y significado que no está en la palabra misma y que es menester desentrañar.

Si ello es plausible, en la acción de mediar, al desentrañar un lenguaje figurado, necesariamente se parte de una proposición compleja, pues en el contexto de ese lenguaje las palabras adquieren sentido propio según el uso que de ellas se pretenda. La elocuencia de este lenguaje dependerá de la vigencia con que se actualicen en la comunicación y la fuerza argumentativa con la que diluya la incertidumbre a la que está supeditado. Lo anterior conduce a tener presente que en la comunicación mediacional el lenguaje figurado tendrá al menos dos sentidos o significados diversos: El que tiene para el que lo emite y el que le adjudica el que lo escucha, su empatía es clave en el acto comunicacional de mediar.

VII.

El lenguaje figurado no es un mero juego de palabras, tampoco en estricto sentido, tiene el mismo juego imaginativo que la metáfora, pues en ésta se da una suerte de reiteración auto referencial que se agota en sí misma, toda vez que no importa como leamos un “decir”, la metáfora desde esa perspectiva se mantiene en su sentido original, desde donde proyecta su eficacia como comunicación; la expresión metafórica presta su cualidad a una idea ajena, mas no diversa. Mientras que en el lenguaje figurado en la mediación la misma expresión puede cambiar según el enfoque que se le dé aun dentro de una misma alocución o discurso.

La clave es determinar la manera en que ese lenguaje comunicacional gravita en sus propios méritos dentro del discurso, pues ello lleva a la necesidad de auscultar la intención de quien habla para saber si el significado se sostiene en otro contexto del decir o bien, cuál es el diverso rol (significado y significante) que tiene ese lenguaje en ese otro contexto. Recuérdese que la mediación atiende asuntos que van desde los familiares, pasando por los mercantiles y aún los internacionales. Cada uno con su propio lenguaje. Sin embargo todos tienen en común que les es aplicable el lenguaje figurado.

De ahí que el lenguaje figurado es esencial para el progreso del lenguaje mediacional, por lo que es importante desarrollar una estrategia de lectura del lenguaje figurado en la comunicación, en tal sentido se debe participar en la construcción de la comunicación desde la experiencia de cada uno, dándole al conocimiento comunicativo el espacio prominente que tienen en el acto de mediar.1

VIII.

La tendencia excesiva hacia la valoración del lenguaje del diccionario común (lexicón de la Real Academia de la Lengua Española) ha desatendido aun sin proponérselo la cualidad alternativa del lenguaje. Una manifestación evidente de esa situación, es que se tiende a considerar que lo que se diga debe apegarse a la gramática del lenguaje, en este caso del español, sin tomar en cuenta la “gramática social”, esto es, a las formas de decir, a los usos comunes del lenguaje de un grupo determinado (Derrida). Más aún, el grupo social hablante cuyo uso de la lengua es mayoritaria y por tanto dominante casi siempre pretenden imponer su propio lexicón a los terceros (minorías). Situación inaceptable, pues hay otros grupos e individuos que tienen diversas formas o maneras de decir y decirse, aún para referirse a lo mismo (al mismo objeto de conocimiento) por lo que es necesario realizar la empatía y en ocasiones un sincretismo deliberado que permita leer la realidad.

Pretender imponer una única manera de decir, lleva a un sesgo en las pretensiones cognitivas, pues éstas se determinan con base a un específico tipo de lenguaje y por ende de comunicación, lo que deja fuera otras maneras de decir, por ejemplo (regularmente sucede en la mediación) cuando intervienen en la mediación sujetos perteneciente a alguna de las etnias en México, cuya mirada está más allá de la lengua y el habla de los mestizos, esto es, miran desde el enfoque de su propia lectura, leyendo (en el sentido semiótico del término) desde su bagaje cultural, desde su repertorio de conocimientos, desde su cosmovisión del mundo y de las cosas.

Por lo antes expuesto se requiere suprimir la “linealidad” de lectura comunicativa única y exclusiva y con ello facilitar el entendimiento mediante una práctica deliberada de lenguaje figurado, desechando los instrumentos de previsión y control del lenguaje común como fórmula normativa de la comunicación.

El decir “el sol se oculta tras las montañas” o “la luna aparece en el horizonte” adquiere para algunos una mera expresión metafórica, sin embargo, para otros es una realidad. Son maneras, entre otras, de cómo puede leerse el concepto cosmográfico de anochecer: dos maneras de referir una misma idea que trasciende per se a las meras palabras. En este sentido el significado es la atribución que un grupo de individuos le da a algo, para lo cual el lenguaje figurado se convierte en una especie de “Piedra de Rosetta” (Champollión) de la interpretación.

IX.

El problema que se presenta en la lectura del lenguaje es desentrañar el artilugio de su elaboración. Para ello es necesario cuestionar cómo un determinado contenido puede hacerse portador de uno o más significados.

Si en la mediación se considera al lenguaje comunicativo únicamente desde su propia formulación, es decir, si sólo se atiende a su composición lexical, se entra necesariamente en un déficit de comprensión, pues sólo se percibe su estructura discursiva, ya que únicamente se leen los signos formales, sin entrar en la fórmula inestable del “dice-quiere decir”. Ecuación que lleva a una sumatoria de situaciones desde donde es posible interrogar al discurso per se y por ende acercarse a la intención de su significación, que por antonomasia es la intención del que quiere comunicarse.

El lenguaje mediacional oscila entre el nombrar y el representar lo que se nombra. Si esto es así, la objetividad conceptual como significado de la originalidad de lo dicho está ausente: el mediador lee una cosa, una idea, respecto de lo que dice el mediado y en correlación el mediado lee una cosa según sus conocimientos de lo que dice el mediador. Ambos pueden coincidir en el objeto del que cada quien habla, pero no necesariamente.

En cambio en el lenguaje figurado, se da una formulación irresistible por su riqueza expresiva y con ella, un sentido de lenguaje comunicativo, mismo que puede restringirse o ampliarse, además, esa formulación hace posible reestructurar la forma discursiva, esto es, decir lo mismo desde otra manera igualmente válida.

X.

Las expresiones en la mediación adquieren en su ejercicio nuevas tonalidades, diversas maneras de decir, más allá de las connotación y denotación de las palabras, transgrediéndolas y reformándolas; haciendo uso de ellas con fines y en situaciones ajenas o alejadas de su formulación etimológica original.

Las expresiones se inscriben en nuevos contenidos, recuperando en ciertos casos giros lingüísticos anteriores ya coloquiales ya formales; y, en otras ocasiones, adquiriendo un sentido distinto que modifica al lenguaje facilitando su proyección, su modo de decir, incluso su pronunciación, creando nuevas posibilidades de comunicación. Por ejemplo, actualmente en México, en el lenguaje comunicativo que se da principalmente en el altiplano, se produce la pérdida de uno o varios fonemas o sílabas al final de alguna palabra (apócope) con la palabra “para”. La generalidad de los usuarios de este término la reducen a “pa” (pa todos, pa ti, pa mañana).

XI.

El lenguaje comunicacional está comprometido histórica y socialmente, de ahí que deba reflejar todas las vertientes de las formas de decir, sin exclusivismos ni exclusiones. Es cierto que la teoría y la técnica de la mediación tienen su propio idiolecto y que a él se atienen para construir la ingeniería de la mediación; sin embargo, esa ingeniería no es el “todo” del lenguaje, éste sólo es una parte: el lenguaje común es el continente y el lenguaje de la mediación sólo es contenido, en este caso, uno de sus contenidos.2

El lenguaje mediacional requiere asumirse en la incomodidad del giro semántico, debe admitir y hacer suyo el estatuto maniqueo del versus (positivo-negativo, normal versus anormal, bueno versus malo, siempre versus nunca, etcétera) para, desde una lectura comunicacional desentrañar su intención y su referencialidad, así como sus derivaciones. El acto de mediar debe comprender al lenguaje comunicacional con toda su complejidad, tanto de su estructura profunda, como de su estructura superficial.

NOTAS:
1 Véase P. Gándara, Raymundo, Teoría del Acto de Mediar, México, Fundap, 2010.
2 Cfr. P. Gándara, Raymundo, “La Mediación en las Redes Sociales”, Hechos y Derechos, núm. 38, marzo-abril 2017.



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