Lo que aprendí de las elecciones de 2017

Publicado el 16 de junio de 2017

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur,
aguillenvic@gmail.com

Con la finalización del conteo de los votos en el Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz me puse a hacer un recuento de los saldos de estos procesos electorales con miras al país que me gustaría ver después de las elecciones presidenciales de 2018.

El lector dispensará que el que esto escribe sueñe con una nación muy distinta de la actual, pero que cuente en mi favor que lo hago a partir de los partidos políticos y precandidatos que aparecen encarrilados en la sucesión presidencial.

1. Coaliciones electorales traducidas en gobiernos eficaces y honestos.

La consolidación de las coaliciones para obtener triunfos electorales debiera sumar el planteamiento y la difusión amplia de un programa mínimo de gobierno que le permita a la ciudadanía distinguir entre las opciones políticas y auditar su cumplimiento. Las experiencias de MALOVA en Sinaloa y Gabino Cué en Oaxaca debieran servir para evaluar el sentido de las alianzas en torno a candidatos populares.

Las elecciones concurrentes con la presidencial de 2018 pueden ser la oportunidad para que partidos y candidatos independientes se unan para conformar un mosaico de ofertas que atiendan las peculiaridades regionales y las demandas en materia de servicios públicos municipales.

2. Panistas: diferencias entre foxistas y calderonistas.

La aparición de muchos aspirantes a la postulación panista a la presidencia de la república, que pudieran reducirse a los foxistas y a los cercanos a las posiciones calderonistas, exige que hagan explícitas sus diferencias sobre el partido político que desean y cuál es su propuesta de país. Espero que tengan claro que si aparecen divididos no podrán aspirar a mucho, a lo mejor a un tercer lugar.

Y la cuestión de las candidaturas es importante. No basta que alguien quiera ser candidato presidencial para ser considerado serio aspirante.

3. La izquierda, sus conflictos y sus alianzas.

Si vemos que la izquierda unida en el Estado de México podía soñar en acariciar la mayoría absoluta, resulta claro que su unidad es condición para pelear la presidencia de México.

Los comicios mexiquenses nos pueden enseñar que los perredistas tienen una clientela firme, no necesariamente ligada a la figura de AMLO.

Un programa de acción común, como el que ha expuesto Cuauhtémoc Cárdenas, parece lo más conveniente. En 2006, la Coalición “Por el Bien de Todos”, sólo sirvió para repartir posiciones entre las “tribus” y los obradoristas.

4. Gobernar una República Federal.

Me gustaría que los principales aspirantes a encabezar una posible coalición de izquierda nos dijeran como piensan gobernar un país con estados libres y soberanos, con gobiernos rojos y azules, en lugar de soñar en que están en 1912, con el presidente Madero y una revolución en ciernes.

Y eso de someter a consulta las reformas estructurales en una república federal invita a los gobernadores que no estén de acuerdo con el resultado del mecanismo de democracia directa promuevan, con sus congresos locales, el desmembramiento del país, como ya ocurrió con aquellas entidades federativas que no estuvieron de acuerdo con el gobierno central en el siglo diecinueve, o en la Revolución Mexicana, cuando Oaxaca “reasumió su soberanía” y se cerró a las transformaciones sociales.

5. La Constitución como herramienta fundamental de las transformaciones.

La Carta Magna mexicana, en su versión 2017, contiene, en mi opinión, mecanismos y controles constitucionales que ayudarían indudablemente a construir gobiernos eficaces. Ahí están las facultades concurrentes a cargo del Congreso de la Unión. Aparecen las Controversias Constitucionales y las Acciones de Inconstitucionalidad para dirimir conflictos entre poderes y limitar errores y omisiones legales. Se han construido Órganos Autónomos y Sistemas que bien vigilados pueden llevar a buen puerto las decisiones políticas y castigar las malas conductas de los funcionarios públicos. Para corregir a los gobernadores que se creen “virreyes” aparece la facultad del Senado para declarar que han desaparecido los poderes de una entidad federativa. Y al final, el arbitraje del Tribunal Constitucional, la Suprema Corte de Justicia de la Nación

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