La hipocresía de las reacciones a la decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo de París, la COP21, de noviembre de 2015

Publicado el 04 de agosto de 2017

Mohamed Abdillahi Bahdon
Doctorante en sociología de la educación de la Universidad de Murcia,
bahdonabdillahi@gmail.com

Desde hace unos años, el cambio climático es un tema relevante para los dirigentes políticos del mundo. Es uno de los puntos más destacados en las agendas de algunos gobiernos, de las Naciones Unidas, de organizaciones de la sociedad civil, etcétera.

Para concientizar respecto al tema, se decidió la organización de conferencias con la participación de los dirigentes del mundo para reflexionar, por ejemplo, cómo reducir la emisión de gases. La más famosa conferencia es la que se organizó en la capital francesa, París, llamada COP21. Al firmar el acuerdo, había gran júbilo entre los asistentes, tal como si hubiera conseguido una obra excepcional en la historia de la humanidad. Los firmantes de dicho acuerdo ya han pasado a la historia. Pero en una sociedad cuyos actores estatales, han sido sustituidos en sus funciones y roles por otros tan potentes (organizaciones internacionales, empresas multinacionales, fundaciones, grupos de la sociedad civil), que persiguen intereses particulares —que se oponen al interés general—, un acuerdo como éste constituye un gesto simbólico, potente.

Sin embargo, después de este evento en París, se realizó la COP22 en Marrakech, Marruecos, del 7 al 18 de noviembre de 2016. Aunque, esta conferencia fue menor y sin importancia para el mundo, ¿por qué es importante respetar el acuerdo de París, y no los de otras conferencias? Esta pregunta nos lleva a la siguiente interrogante: ¿los acuerdos firmados en los países del Norte son más importantes que los de los países del Sur?

Como el ciclo de conferencias sobre la mujer, las conferencias sobre el cambio climático han servido más bien a encuentros, fotos e imágenes de muchos dirigentes, sobre todo de aquellos cuyos países fueron sedes que actos concretos de los objetivos fijados. ¿Qué balance se puede hacer de este ciclo de conferencias respecto a las relacionadas con la mujer? Pues, aunque sí se nota una mejora de los derechos de las mujeres en muchos países del mundo, ellas se enfrentan todavía a muchos obstáculos más que el hombre.

La principal noticia de estos últimos meses es la decisión esperada del presidente de Estados Unidos sobre el acuerdo de París de 2015. El miércoles 31 de mayo de 2017, el inquilino de la Casa Blanca decidió retirar a Estados Unidos del famoso acuerdo COP 21.

¿A quién sorprende esta decisión? ¿A los ciudadanos, a los dirigentes, a las ONGs, a las Naciones Unidas, a los científicos? Sin lugar a dudas, su decisión choca con los intereses de otros grupos.

¿Por qué tiene que sorprender una decisión predecible? Con sus discursos en la campaña electoral, su oposición sobre algunos acuerdos comerciales con sus vecinos (Canadá y México) y sus críticas sobre la Unión Europea fueron un presagio de este empresario que se benefició de regalos fiscales de las administraciones federales durante más de 10 años. Era, asimismo, una señal de su oposición a dicho acuerdo el nombramiento de Scott Pruitt, un escéptico del cambio climático, para dirigir la Agencia de Protección Ambiental. Además de ser un empresario que persigue un beneficio inmediato e individual, sin respeto a las condiciones laborales de sus trabajadores, Trump es un populista. Y como cualquier populista, propone al electorado soluciones fáciles. En una sociedad envejecida, que se enfrenta a grandes desafíos sociopolíticos, una parte del electorado cae en estas trampas.

Pero, en este “drama mundial”, se ha olvidado un hecho: el cumplimiento de una de sus promesas electorales. Para “ganar” las elecciones contra los representantes del sistema —él también es un miembro del sistema—, ha prometido a pueblos, en retraso a las nuevas tecnologías, los que usan todavía el carbón. Y en esta economía como todo funciona por subvenciones y prácticas corruptas, la ignorancia ha llevado en gran parte del electorado de estos pueblos a votar del supuesto candidato anti-sistema. Votando por él, estos electores tenían una revancha contra los que los han “ignorado” en sus decisiones nacionales y mundiales “negativas”.

Trump dijo, y con razón, que fue elegido para representar a los ciudadanos de Pittsburg. No hay que olvidar que la cuestión del carbón fue una bandera que el Partido Republicano defendía desde la administración de Obama, quien inició un tímido cambio de la política energética.

El discurso dominante en este momento sobre esta cuestión se resume a un silogismo “la obra humana es la causa del cambio climático, cambiando esta obra se puede reducir el calentamiento global”. La reducción de la emisión de gas emitido por las industrias pesadas no es la única solución. Toda tecnología crea un desequilibrio natural; las energías verdes perturban la vida de los animales. Es una manifestación del egoísmo humano el que las empresas de los grandes países industriales contaminen otras naciones. Se ha creado un mercado de basura industrial en el que muchos países en desarrollo, que no tienen técnicas y mecanismos de control, sufren de propuestas destructoras. Exportan sus basuras industriales pesadas y nucleares en otras regiones del mundo. Las bases militares europeas y estadounidenses en los países del Sur son fuentes de destrucción del medio ambiente de los países que las albergan, crean inestabilidad económica, social y una migración creciente en estos países. Uno de ellos es la República de Yibuti, que alberga bases militares de Francia, Estados Unidos y Japón.

Al poner como prioridad en las agendas gubernamentales la seguridad —que oculta el desarrollo de las armas de destrucción masiva y al auge de las nuevas guerras—, los gobiernos de todo el mundo, sobre todo los que producen estas armas y apoyan estas guerras, engañan a las opiniones públicas nacionales e internacional sobre un tema, que ha vuelto a ser un medio de comunicación en sociedades que viven en una dictadura de la manipulación de la comunicación. Pues las reacciones de los dirigentes de la Unión Europea, de China, de Canadá y de otros países parecen un acto de comunicación. ¿Por qué no se ha organizado una cumbre de la regulación del capitalismo salvaje que destruye el medio ambiente?




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