#SiMeMatan: el país donde ser mujer y apropiarse de la libertad es el camino hacia la muerte

Publicado el 08 de agosto de 2017

Verónica Valeria De Dios Mendoza
Abogada, activista, conferencista, consultora y asesora en materia de género,
y directora en revista digital Análisis y opinión con perspectiva feminista,
valeriadediosm@gmail.com
www.valeriadedios.com

El primer miércoles de mayo de 2017, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), informó sobre el hallazgo del cadáver de una mujer en los jardines aledaños al Instituto de Ingeniería en la ciudad universitaria.

Para mostrar sus avances en la investigación, la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México (PGJCDMX) publicó una serie de mensajes en twitter que expusieron datos de la víctima que parecían culparla por su propia muerte: “El día de los hechos, la pareja se reunió con varios amigos en CU, donde estuvieron alcoholizándose y drogándose”, “Su madre y su novio aseguraron que ella ya no estudiaba desde 2014, y dejo sus clases en CCH Sur donde debía materias”.

En respuesta surgió en twitter el hashtag #SiMeMatan, con el que mujeres mexicanas manifestaron su indignación ante el trato que las autoridades dieron a la información personal de Lesby.

El caso Lesby es la expresión más extensa de la violencia, donde el existir de la mujer se convierte en un campo de batalla diario de supervivencia. Vivimos en un país donde la mujer constantemente decide coartar su propia libertad para evitar que suceda aquello que en esencia la sociedad debiera respetar.

De este modo las mujeres que mantienen características ajenas al “modelo políticamente correcto” correspondiente al estereotipo de “mujer ideal”, se enfrentan forzosamente a la elección de dos opciones: desafiar al sistema situándose como blanco fácil ante la violencia de género, o recortar su propia identidad para salvar su propia vida e integridad.

Con ello deseo poner en evidencia la insistencia de la sociedad en llenarse de discursos y políticas preventivas que en nada contribuyen al desarrollo de la mujer, sino, por el contrario, convierten al sexo femenino en un títere carente de deseos propios. La mujer deja de ir a donde desea para evitar ser violada, calla por miedo a ser asesinada, se viste “recatadamente” para eludir los abusos sexuales y trata de vivir conforme a la aceptación social para impedir que se le culpabilice, por medio de sus acciones, de su propia muerte. Tristemente se le excluye en el campo de la insatisfacción personal que le impide desarrollar su personalidad y modo de vida acorde a sus principios, creencias y preferencias.

En referencia a las declaraciones de la Procuraduría, que divulgó a través de sus cuentas oficiales información personal de Lesby, totalmente irrelevante para el esclarecimiento del crimen cometido, consistentes en un contexto familiar y personal, reflejan el interés de las autoridades en dar explicación de lo sucedido a partir de estereotipos, prejuicios y roles que culpan a la víctima y justifican al sujeto agresor. Es decir, se brinda permisividad social en privar de la vida a una mujer por ser mala estudiante, drogarse, alcoholizarse, en otras palabras, por no cumplir con el rol de la dama políticamente correcta, lo que significa buscar, provocar y desafiar.

Esta cultura machista asigna valor a las mujeres y clasifica su derecho a la existencia de acuerdo al largo de sus faldas, la vida sexual, la educación, “la decencia”. Es entonces que el valor asignado a la mujer es directamente proporcional al modo de vida. Cuanto más se aleja del estereotipo es más desafiante, más desobediente. Y por tanto, la mala conducta legitima malamente la violación, la agresión y el femicidio.

Muchas buenas personas piensan que promover cambios a la conducta de las mujeres para “prevenir” las agresiones hacia su persona significa contribuir a su seguridad y bienestar. Sin embargo, esto sólo es una excusa para culpar a la víctima de la violencia ejercida hacia su persona y con ello potenciar la apatía e indiferencia frente al grave problema social. En tanto exista tal estado, apoderarnos de nuestra libertad constituirá un peligro latente, y un acto de resistencia total.

¿Y cuál diferencia existe entre la opresión de antaño hacia el sexo femenino que nos impedía elegir nuestro camino, si ahora que nos es reconocido el legitimo derecho a elegir libremente sobre nuestras vidas, cualquier opción que tomemos como nuestra, nos conduce a la opresión? Mientras que optar por “ser políticamente correctas” nos dirige a la cárcel de la insatisfacción personal, “no serlo” implica cavar nuestra propia tumba.

Sin embargo las mujeres debemos aprender de esta lección y ser consientes que nuestra libertad llegará tan lejos como llegue nuestra capacidad para oponernos a la resignación social y de poner en evidencia que si nos matan a causa de no vivir conforme a los estereotipos de género, jamás será nuestra culpa.




Formación electrónica: Ignacio Trujillo Guerrero BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero