Lady Di1

Publicado el 12 de septiembre de 2017

Luis de la Barreda Solórzano
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas y coordinador del
Programa Universitario de Derechos Humanos, UNAM,
lbarreda@unam.mx

20 años después de su muerte, la devoción por la princesa Diana de Gales está intacta. Se le siguen dedicando canciones y poemas, flores y lágrimas. Quizá ninguna otra princesa en la historia haya sido tan querida, tan recordada, tan llorada. Atraía profundamente, pues más allá de su belleza, su elegancia y su porte, tenía encanto. No obstante, la desazón que le provocaba su deplorable relación conyugal, su sonrisa era un arcoíris. Ejercía, también, por decirlo con palabras de nuestro músico-poeta Agustín Lara, el hechizo de la liviandad a tal punto que bailó con John Travolta en una velada ofrecida en la Casa Blanca.

Diana, como la princesa de Rubén Darío, estaba triste, pero esa tristeza no opacaba su esplendor. A partir de que recuperó su soltería fue mucho más intenso su involucramiento en causas humanitarias. Fue de las primeras figuras en acercarse a los afectados por el virus del sida. Abogó por la erradicación de las minas antipersonas en zonas que ella misma recorrió. Dio su apoyo a hospitales y escuelas, a organizaciones solidarias. Participó en campañas de vacunación de niños africanos. Fue más, mucho más, que una princesa.

Como a todos los elegidos de los dioses, la muerte se la llevó muy joven. Diana y su novio Dodi Al Fayed salieron del hotel Ritz de París —propiedad del multimillonario egipcio Mohamed Al Fayed, padre de Dodi— poco después de medianoche queriendo escapar de los paparazzi, “esa jauría de perros que la siguió, la persiguió, la acosó, la llamó, la escupió y trató de obtener una reacción airada para conseguir una fotografía”, como los describió Guillermo, hijo de Lady Di.

El vehículo en el que huían, perseguido por los fotógrafos, no era manejado por un conductor profesional, sino por el número dos de seguridad del hotel, Henri Paul. El coche se estrelló en el pilar 13 del túnel del Puente del Alma. Murieron en el acto Dodi y Paul. Sobrevivió Trevor Rees-Jones, guardaespaldas de Diana, el único que tenía puesto el cinturón de seguridad. A ella, que agonizaba atrapada en el vehículo, los servicios de emergencia tardaron una hora en sacarla para llevarla al hospital. Murió a las 4:05 de la madrugada del 31 de agosto de 1997.

El juez de instrucción francés que conoció del caso, Hervé Stéphan, concluyó en 1999 que Paul, además de que conducía a alta velocidad, estaba ebrio —con un nivel de alcohol en la sangre de 1.74 gramos por litro, tres veces más de lo permitido para conducir— y bajo el efecto de medicamentos incompatibles con el alcohol, por lo que no estaba en condiciones de mantener el control del vehículo. “No existe ningún elemento que dé crédito a la tesis de que el accidente fue fruto de una conspiración”, concluyó Stéphan.

Mohamed Al Fayed no aceptó la conclusión. Desde el principio había afirmado que la princesa estaba embarazada de Dodi y el anuncio de su matrimonio era inminente. La familia real “no podía aceptar que un musulmán egipcio pudiera convertirse en padrastro del futuro rey de Inglaterra”.

Probablemente fue esa gravísima acusación la que motivó que el oficial judicial de la Casa Real británica encargara a Scotland Yard una nueva investigación, la cual duró dos años y costó 3.7 millones de libras. En diciembre de 2006 se dio a conocer el resultado en un informe de 832 páginas. La conclusión fue la misma que la del juez francés: no hay evidencia alguna de que el accidente respondiera a una conspiración. Además, se comprobó que Diana no estaba embarazada.

Los paparazzi motivaron la huida, pero no causaron la muerte. Las causas ciertas e inmediatas fueron el estado de ebriedad de Henri Paul y la excesiva velocidad a la que conducía la limusina. Tres de los paparazzi fueron condenados al pago de ¡un euro! por violar el derecho a la intimidad al tomar fotografías del accidente.

Una vida extraordinaria y una muerte absurda. ¿Por qué Diana tenía que huir exponiendo su vida si ya se sabía de su noviazgo con Dodi y los paparazzi ya los habían descubierto y fotografiado? ¿Por qué eligió o aceptó como conductor a un hombre ebrio? ¿Por qué, por mucho que ansiara que los paparazzi la perdieran de vista, permitió que el borracho condujera a velocidad vertiginosa y no usó el cinturón de seguridad?


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización de el autor, publicado en Excélsior, el 7 de septiembre de 2017.



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