Una democracia, muchos mundos?

Publicado el 29 de noviembre de 2017

Víctor Manuel Collí Ek1
Investigador del Centro de Investigaciones Jurídicas, Universidad Autónoma de Campeche,
vimcolli@uacam.mx
www.victorcolliek.com

“Las “democracias” es sólo el término convencional para ese bloque de Estados. Internamente, el demócrata es un enemigo”
Jacques Ranciere

CONCEPTOS EN SU DIMENSIÓN. Hay algo que me gusta comentarle a mis alumnos de la Facultad de Derecho de nuestra querida máxima casa de estudios en Campeche, justo al inicio de cada curso, y es que, sobre todo en las materias teóricas como Doctrina del Estado, donde se utilizan conceptos, estos conceptos siempre tienen que ser “contextualizados”; o sea, por más teórico que se quiera ser, al usarlos tendremos que definir por lo menos dos cosas: tiempo y espacio.

Todo concepto, para un mejor diálogo, debe ser aclarado sobre en qué época y en qué lugar se está empleando. Tomemos por ejemplo el término “democracia”. Dicho así, simple, cada uno puede tener una idea intuitiva de lo que significa, pero esta idea es subjetiva, a tal grado que podemos entablar un diálogo partiendo de conceptos disímbolos de ella. No es la misma idea que tendría un ateniense de la época dorada —aquella de Perícles y Aspasia—, y un europeo no tendrá la misma idea que un americano o un árabe, etcétera.

En el terreno de lo político, lo que ha pasado ya lo ha referido muy interesantemente el historiador Niall Ferguson, al responder por qué Europa se volvió tan atrayente para el resto del mundo. Él lo llamó killer apps o circunstancias embrujecedoras, como, por ejemplo, la ciencia, la economía o la ética laboral, entre otras.

APROPIACIÓN DE LA DEMOCRACIA(S). En este sentido, el eminente profesor Jaques Ranciere, en una entrevista —realizada por Eric Hazan y publicada en el libro Democracy in what state?, Columbia University Press, 2011— señalaría que “la lucha política es igualmente la lucha por la apropiación de las palabras”, y entonces “democracia”, como idea o como palabra, es una de esas por las que se lucha más.

Tomemos, por ejemplo, una de las recientes reformas constitucionales en Marruecos, donde, de acuerdo con el artículo 1o., ahora será una monarquía constitucional, democrática, parlamentaria y social, sólo que, como nos dice Pedro Bofill en su artículo “Mohamen VI y el cambio político en Marruecos” (El país, 19 de agosto de 2011, versión web), “Existe una gran expectación por lo que podríamos denominar la "vía marroquí hacia la democracia", queriendo combatir con esto “el pecado del etnocentrismo, al que somos tan dados muchos europeos, puede ser una rémora” o lo que es lo mismo, el deseo de apropiación de una idea.

Es justamente este deseo de apropiación de la idea lo que resulta el eje fundamental de la crítica a la democracia y a lo que hace referencia la cita inicial. El propio Ranciere lo señala al referirse a una consecuencia de la negativa a adoptar la “Constitución europea” en junio de 2005 por parte de los Holandeses en la urnas; simplemente no se volvió a someter a votación popular: “lo que vimos es un gran despliegue de desconfianza al voto popular”. O sea, dentro de una democracia, el voto popular, que es parte de la definición oficial de ésta, se tacha de inviable. Esto se convierte en una paradoja.

La misma idea se plantea Jesús Casquete en “Indignación y política de influencia” (El país, 19 de agosto de 2011, versión web), al analizar las manifestaciones en las calles que están ocurriendo en España:

Una democracia robusta requiere del compromiso permanente de sus ciudadanos con la cosa pública. La concurrencia periódica a las urnas es uno de los modos de canalizar la participación, pero en modo alguno el único para insuflar vitalidad al sistema. En la medida que es fiel reflejo de sociedades civiles dinámicas, en sistemas democráticos el recurso a la política de calle es un mecanismo adicional a disposición de los ciudadanos.

Pero, justamente, son estos movimientos los que generan inconformidades profundas en otros sectores de la sociedad.

LOS DEMÁS Y YO. Y aquí el elemento delicado del ejercicio democrático, esa tensión constante entre las diferentes formas de entender el mundo y la vida, y lo que convive, o que debe convivir, en ella. “La igualdad es una presuposición, no un bien que debe ser alcanzado”, dice Ranciere, pues al final no sólo se trata de decir que vivimos en una democracia; se trata de permitir la convivencia entre los demócratas, que seríamos todos los que vivimos dentro de esta forma de vida social. Pero no debemos ser enemigos, y la profesora Chantal Mouffe diría: más bien, adversarios o enemigos amistosos, aunque ya nos referiremos a ello.


NOTAS:
1 Responsable del proyecto de investigación “La Suprema Corte y la defensa de los derechos humanos en el nuevo paradigma jurisprudencial en México. Doctrina constitucional en serio”, financiado por la SEP-PRODEP, del cual el presente es producto. Agradezco los comentarios hechos a este trabajo por parte de mis compañeros del Cuerpo Académico: Derechos Humanos y Problemas Constitucionales, UNACAM-CA-55, e, igualmente, mi gratitud a Israel Neftalí Naal Zarate, alumno de la licenciatura en derecho de la UAC, por su participación. Asimismo, agradezco la colaboración y los puntuales comentarios del Dr. Gustavo González Galindo, líder del Cuerpo Académico “Eficacia Jurídica y Derechos Humanos” de la Universidad Autónoma del Estado de México, que sin duda mejoran el contenido del presente estudio.

Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ilayali G. Labrada Gutiérrez