Universalizar deberes y obligaciones1

Publicado el 23 de enero de 2018

José Ramón Cossío Díaz
Ministro de la Suprema Corte de Justicia y miembro del Colegio Nacional,
jramoncd@scjn.gob.mx
twitter@JRCossio

Al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1998, José Saramago expresó: “Nos fue propuesta una Declaración Universal de los Derechos Humanos y con eso creíamos que lo teníamos todo, sin darnos cuenta de que ningún derecho podrá subsistir sin la simetría de los deberes que le corresponden. El primer deber será exigir que esos derechos sean no sólo reconocidos, sino también respetados y satisfechos. No es de esperar que los Gobiernos realicen en los próximos 50 años lo que no han hecho en estos que conmemoramos. Tomemos entonces, nosotros, ciudadanos comunes, la palabra y la iniciativa. Con la misma vehemencia y la misma fuerza con que reivindicamos nuestros derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes”. Lo que Saramago sostuvo fue la necesidad de una nueva ética. Una en la que los sujetos se alejaran de esa suerte de infantilismo a que lleva la mera exigencia de todo sin asumir nada a cambio. Ese modo de ser muy presente en nuestro tiempo, en donde cada cual cree merecerse algo o mucho por una condición prácticamente innata, sin aportar nada para lograr las condiciones de realización de lo que demanda.

Alentados por las profundas implicaciones que estas ideas pueden tener para la constitución de una ética más seria y determinante, la Universidad de México, la Fundación Saramago y la World Future Society, convocaron en 2016 un encuentro plural para presentar los que podrían ser las obligaciones y los deberes personales, empresariales, sociales y gubernamentales del futuro. El resultado fue una amplia variedad de ideas para comprometerse con uno mismo, el medio ambiente, la salud, los alimentos o la conducción de la cosa pública, por ejemplo. A lo largo del 2017 se redactó una propuesta de Carta Universal, la misma que finalmente suscribimos 15 personas de España, México y Portugal.

La iniciativa consta de una Introducción, en la cual se da cuenta del desbalance que existe entre derechos y obligaciones en los instrumentos internacionales, así como en los problemas técnicos, operativos y morales que ello implica. También se identifican los esfuerzos que se han hecho para introducir un mayor número de obligaciones en el orden internacional, y las razones por las que las mismas no alcanzaron a madurar. Finalmente, se expresan las razones por las que la incorporación de deberes es un elemento central de toda convivencia posible en los años por venir. Un preámbulo consigna de manera sintética los compromisos y las justificaciones de las obligaciones y los deberes que, finalmente, constituyen el articulado de la propuesta de declaración. En 23 artículos, se habla de la obligación de exigir los derechos, de la obligación de ejercer estos responsablemente, de no discriminar, de respetar la vida y la integridad física de los demás, de respetar la autonomía, la libertad y la vida privada de los demás, de respetar la libertad de expresión e información de los demás, de participar en la vida democrática, de educarnos, de proteger la cultura y el patrimonio cultural, de cuidar la salud propia y de los demás, de proteger la propiedad privada y social, de cuidar el ambiente, de contribuir a la buena gobernanza y de combatir la corrupción, entre otras.

La importancia de la propuesta está a la vista. Se trata de un llamado para que cada cual se coloque en situación de hacer algo por los demás y por sí mismo. Si restrinjo mi visión del mundo a la existencia de un derecho propio, supondré que lo único que me corresponde hacer es exigirlo. Si pienso que alguien más debe exigir su derecho, mi visión de las cosas se limitará, en el mejor de los casos, a desearle suerte para que lo logre. Si, por el contrario, pienso mi existencia en términos de deberes de amplio espectro y naturaleza, me veré constreñido a hacer algo por mí más allá de mi mera exigencia y algo por aquél que está tratando de procurarse un bien o evitar un mal. Esta es la idea que está detrás de la Carta. Sería deseable que muchos se adhirieran a ella hasta poder hacerla un instrumento eficaz para mejorar nuestra lastimada convivencia cotidiana.


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización de el autor, publicado en El País, el 12 de diciembre de 2017.

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