Ciudad Universitaria: diez años como patrimonio cultural de la humanidad

Publicado el 13 de febrero de 2018

Lucero Cristal Quintero Rubio
Maestra en derecho con orientación constitucional por la Universidad Nacional Autónoma de México
y profesora de tiempo completo en la Escuela Nacional Preparatoria No. 3 “Justo Sierra”,
lucero.quinteror1@gmail.com

En el año 2005 Ciudad Universitaria fue declarada monumento artístico de la nación, y para el 2007 se le reconoció como patrimonio cultural de la humanidad, al lado de las universidades de Alcalá, en Alcalá de Henares; de Virginia, en Caracas, y de Coímbra, en Portugal. Lo que la hace parte de un grupo selecto de instituciones que no solamente cumplen la noble misión de educar y difundir la cultura, sino que reúnen las características representativas de sitios que han sido declaradas por la UNESCO parte del legado común de la humanidad.

Para lograrlo hubo que pasar por un proceso de cinco años, en el que intervinieron las autoridades universitarias y se contó con la colaboración del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Bellas Artes, la Dirección de Patrimonio Mundial, el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Secretaría de Educación Pública. Lo anterior para la revisión del cumplimiento de los requisitos necesarios para ser considerado patrimonio común de la humanidad, así como para asegurarse de la posibilidad de cumplir con su salvaguarda una vez que se lograra el reconocimiento.

Dicho reconocimiento fue otorgado a la universidad tanto por sus características arquitectónicas como por la forma en que se incorporó la ideología y las raíces de nuestra nación a todo lo largo del campus. Por ello ha llegado a ser orgullo no sólo de su comunidad, sino que hace diez años nos representa dignamente a nivel mundial. Su construcción, además de belleza, está llena de historia, esfuerzo y tenacidad. "El conjunto encarna valores sociales y culturales de trascendencia universal y ha llegado a ser uno de los símbolos de la modernidad en América Latina”.1

El proyecto de la construcción de una ciudad universitaria comenzó en el año de 1929, con la propuesta de tesis de dos alumnos de arquitectura para construir un complejo en la zona de Huipulco. Para esas fechas ya se gestaban ideas alrededor del mundo para la construcción de otras ciudades universitarias. Sin embargo, 1929 fue un año muy difícil a nivel mundial por la serie de crisis económicas que se presentaron, y por lo tanto, en el caso de México el proyecto de construcción fue aplazado.

Posteriormente se realizaría un concurso de ideas en la Escuela Nacional de Arquitectura, en donde resultaron ganadores los arquitectos Mario Pani y Enrique del Moral. Para 1930 la universidad adquirió una serie de terrenos ubicados en la zona de Chapultepec, los cuales se encontraban rodeados de clubes y ranchos exclusivos. Dicha adquisición se hizo gracias a una infatigable recaudación de fondos por parte de la universidad entre sus alumnos, pero nuevamente fue imposible concretar el proyecto de una ciudad universitaria, ya que los fondos resultaron insuficientes.

Fue hasta el año de 1943 cuando se reanudó el proyecto, pero esa vez sería ejecutado en la zona del Pedregal, donde actualmente se alberga nuestra universidad; una zona que ofrecía elementos naturales muy atractivos, como las áreas verdes y la piedra volcánica, mismos que se convertirían en protagonistas de la construcción y que hasta el día de hoy le dan su personalidad característica al campus.

Las obras de infraestructura se iniciaron en 1949, colocándose la primera piedra en 1950, en el edificio de la Torre II de Humanidades, donde originalmente se encontraban los edificios de ciencias. En 1952 se terminó la primera parte de la Ciudad Universitaria, y para el 22 de marzo de 1954, el presidente Ruiz Cortines hizo la entrega de la misma al rector Nabor Carrillo (iniciándose los primeros cursos impartidos en ella, pero sin dejar de lado la edificación).

En su construcción intervinieron no sólo arquitectos e ingenieros, sino muralistas de la talla de Juan O’Gorman, David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera. La Ciudad Universitaria comprende un espacio de 176.5 hectáreas, donde se albergan más de 50 edificios, más de 134 bibliotecas, 33 institutos, 16 centros de investigación, 15 facultades, 26 museos, 18 recintos históricos, etcétera; lo que sin lugar a dudas la convierte en uno de los lugares de producción de conocimiento y cultura más importantes de nuestra nación, sin dejar de lado la belleza de su conformación.

El resultado fue la creación de un conjunto monumental ejemplar del modernismo del siglo XX, que integra al urbanismo, la arquitectura, la ingeniería, el paisajismo, las bellas artes, asociando todos estos elementos con referencias a las tradiciones locales, y en particular al pasado prehispánico de México.2

Todo esto fue reconocido con base en los criterios de la UNESCO, que se contienen en la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de 1972, considerándola una obra maestra del genio creativo por exhibir un importante intercambio de valores humanos y por ser un extraordinario ejemplo arquitectónico y tecnológico que simboliza una etapa muy representativa de nuestra historia.

Al lograrse la construcción de Ciudad Universitaria se dio paso a una nueva era en la enseñanza, ya que se materializó el sueño de reunir múltiples recintos y facultades en donde se enseñaran diversas ramas del saber y en donde pudieran convivir distintos pensamientos e ideologías, protegidas firmemente por la libertad de cátedra. Se logró una interconexión única entre las facultades, las bibliotecas, los institutos, los museos y, por supuesto, su comunidad.

Ciudad Universitaria es un orgullo nacional por todos los elementos arquitectónicos y artísticos que conjuga. Se buscó la modernidad en su creación, así como la innovación y la funcionalidad, pero sin dejar de mostrar el aprecio por nuestras raíces, lo cual se revela en el respeto por los materiales de construcción, poniendo como protagonista a la piedra volcánica, además de engalanar sus muros con nuestra historia y cosmovisión. Toda la ideología detrás de la construcción de nuestro campus queda bellamente expuesto en las palabras del profesor de arquitectura Luis R. Ruiz:

No y mil veces no a esos edificios modernos y sin personalidad. Pongamos en ellos nuestra idiosincrasia, nuestro gusto de pueblos de civilización latina, nuestro culto por el ideal de ensueño […] reconcentrémonos en la visión intensa de nuestro pasado, creemos nuestro porvenir utilizando los nuevos elementos, pero sin dejar de ser nosotros mismos.3

Estos diez años del reconocimiento de la Ciudad Universitaria como patrimonio cultural de la humanidad representan no solamente un gran orgullo para la comunidad universitaria y los mexicanos en general, sino también un gran compromiso para cuidarla y seguir engrandeciéndola, no sólo de manera material, también intelectual y axiológicamente. Por todo lo anterior, considero que es necesario que apreciemos a nuestra universidad en toda su magnitud y hagamos lo necesario para dar a conocer su importancia, su belleza y su enorme valor y significado.


NOTAS:
1. Campus central de la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México, disponible en: http://whc.unesco.org/es/list/1250 (fecha de consulta: 20 de diciembre de 2017).
2. Idem.
3. Sánchez Michel, Valeria, “Ciudad Universitaria: vicisitudes de un ideal”, Istor. Revista de Historia Internacional (ejemplar dedicado a la historia de las ciudades universitarias), México, año XV, núm. 58, otoño de 2014, pp. 75-95.


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