Una novela criminal: historia de no ficción sobre una puesta en escena

Publicado el 16 de abril de 2018

Carlos Martín Gómez Marinero
Licenciado en derecho y maestro en derecho constitucional
y administrativo por la Universidad Veracruzana,
carlosgomezmarinero@gmail.com
gomez_mcm@hotmail.com
,

twitter@carlos_marinero

Una novela criminal, premio Alfaguara de novela 2018 del autor mexicano Jorge Volpi, aborda el caso de Israel Vallarta y Florence Cassez, uno de los más polémicos tanto en la opinión pública como en la comunidad jurídica. La historia parte de la revisión del expediente —más de veinte mil fojas en una treintena de volúmenes—, así como de investigaciones periodísticas previas o en declaraciones y entrevistas con los protagonistas en las que “se esconde un cúmulo de historias entrecruzadas” que el autor narra valiéndose “tanto de las herramientas de la literatura como de los instrumentos del derecho” (p. 109).

La advertencia preliminar a los lectores es que —por corresponder a una novela documental o novela sin ficción— cuando el autor se conjetura o imagina para llenar vacíos o lagunas, lo asienta de manera explícita a fin de evitar que una ficción elaborada por éste pudiera confundirse con las ficciones tramadas por las autoridades (p. 11). El relato inicia —de la propia investigación literaria del caso— como debieron hacerlo la policía y las autoridades judiciales en su momento: con la presunción de que Israel Vallarta y Florence Cassez son inocentes mientras no se demuestre lo contrario (p. 38).

La primera parte de la novela narra un hecho en apariencia secundario: dos agentes de la entonces Agencia Federal de Investigación (AFI) recurren el sur de la Ciudad de México en busca de un automóvil o de una casa de seguridad con motivo de un secuestro ocurrido semanas antes, lo que derivará en el desmantelamiento —o la invención— de la banda del Zodiaco —con la que, posteriormente, se identificará a Vallarta y Cassez como líderes—, lo que, además, producirá uno de los más burdos montajes televisivos de la historia criminal de México (pp. 37 y 38).

El 9 de diciembre de 2005 se transmitió en la televisión mexicana la supuesta captura de Israel Vallarta y Florence Cassez, así como la liberación de tres víctimas, hecho que posteriormente reconocería Genaro García Luna, director de la AFI, como una recreación solicitada por los propios colegas de los medios de comunicación (p. 71). Sin embargo, de la transmisión en vivo se advierte cómo sentencian los medios antes de hacerlo los propios jueces (p. 103). En este sentido, tiene razón el ministro Arturo Zaldívar cuando señala que de no haber sido por el descubrimiento periodístico del montaje televisivo y la notoriedad que adquirió el caso, “este hubiera sido un abuso más. Uno entre miles”.1

Una vez cerrado el telón, el autor narra “el horror tras bambalinas”: declaraciones de los acusados, la construcción de la causa por parte de las autoridades, las generalidades de la liberación de las víctimas y sus propias contradicciones. Además, plantea una seria interrogante que tiene que ver con el involucramiento de los propios familiares de una supuesta víctima; incluso hay quien añade una hipótesis adicional: la posibilidad de que una de las víctimas fuera en realidad secuestrador (pp. 144, 145 y 173-175). Otro elemento importante de la historia tiene que ver con un personaje —el único— que tiene vínculo con todos los demás involucrados: los protagonistas, las víctimas y las propias autoridades (pp. 200 y 281).

Mientras la atención de los medios2 se centra en Florence Cassez —a partir de las tensiones que generó entre el presidente de Francia y Felipe Calderón— el caso de Israel Vallarta se enredaría en las oscuridades burocráticas del sistema de justicia mexicano (p. 345); así, luego de que el sentido de la sentencia condenatoria para Cassez fuera confirmada por un tribunal unitario y un tribunal colegiado, el asunto fue admitido para su revisión ante la Suprema Corte de Justicia mexicana, y correspondió al ministro Arturo Zaldívar la redacción del proyecto de sentencia.

El proyecto elaborado por el equipo de Zaldívar “uno de los textos jurídicos que mayor atención han recibido en México en las últimas décadas” (p. 382), se explica en la novela con enorme claridad (pp. 382-384) —ventaja de que lo haga un literato—. Las tensiones de la votación y la discusión del asunto no sólo sirven como chismorreo o entretenimiento, sino son relevantes para tener una idea de cómo funcionan los consensos y el compromiso de los juzgadores con su visión del sistema de justicia (pp. 389, 391-401). La sentencia del caso Cassez estuvo precedida, primero, por una votación dividida, y posteriormente, por un polémico cambio de último momento (p. 419) que derivó en una decisión mayoritaria a favor de la liberación inmediata de Cassez.

La parte final de la novela sin ficción refleja la certeza de que Israel Vallarta es ante todo víctima de un poder que lo torturó y le negó un proceso equitativo y justo (p. 479), lo que refleja una cultura institucional ineficiente y el uso indiscriminado de la tortura que impidió —y todavía impide— cualquier aproximación a la verdad (p. 38) del caso y de muchos más. La novela criminal refleja la triste realidad de lo cotidiano. Los problemas que plantean los operadores jurídicos que se identifican como de “vieja guardia” que pareciera traducirse en una concesión para justificar sus reprochables conductas contrarias al respeto del debido proceso y la presunción de inocencia.

Es particularmente llamativa la crítica al lenguaje de los operadores jurídicos por parte del autor, pues en la parte final de la obra observa que “existe una especie de jerga judicial, alejada por completo de la lengua literaria, cuyos principales rasgos son la devoción por los gerundios, las interminables oraciones coordinadas y subordinadas y el uso arbitrario de tiempos verbales” (p. 481) y tiene razón, pues el pretendido lenguaje sencillo que hoy en día se exige en las resoluciones —en realidad— debería hacerse extensivo a las actuaciones judiciales en general.

Una novela judicial no es una historia ficticia con tintes de realidad, como las escritas por el popular autor norteamericano John Grisham; más bien, es heredera de un trabajo del que el propio ganador del premio Alfaguara reconoce su influencia: el texto de Emmanuelle Steels, El teatro del engaño, relacionado con el propio caso Cassez. Se trata, pues, de una nueva forma —entre nosotros— de aproximar el ejercicio de la actividad judicial a partir de manifestaciones no tradicionales de expresarlo, como en la extraordinaria novela sin ficción escrita por Jorge Volpi.


NOTAS:
1. Consultable en: http://www.milenio.com/firmas/arturo_zaldivar/una_novela_criminal-justicia-simulada-caso-florence_cassez-jorge_volpi_18_1142465775.html
2. En este sentido, es relevante el texto de Héctor de Mauleón “La verdad secuestrada”, publicado en la Revista Nexos de julio de 2011.


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