La violencia contra las mujeres1

Publicado el 7 de mayo de 2018

José Ramón Cossío Díaz
Ministro de la Suprema Corte de Justicia y miembro del Colegio Nacional,
jramoncd@scjn.gob.mx
twitter@JRCossio

Las noticias que a diario se emiten, muestran episodios puntuales de violencia. Mujeres asesinadas, desaparecidas, violadas, prostituidas, acosadas, despedidas, humilladas o sometidas a tantas otras acciones semejantes. La masa de información genera sobrecogimiento. Los hechos repetidos no permiten ver, sin embargo, las tendencias, menos las sistematicidades o los patrones. A lo más, producen la idea de que algo aumenta o el triste consuelo de que siempre ha sido así, solo que ahora se sabe más. Las cosas no son así. Existe una auténtica ola de violencia en contra de las mujeres, con concretas y numerosas manifestaciones, algunas nuevas y otras bien conocidas. No son claras sus actuales causas. Se requiere una hipótesis para tratar de saber qué es lo que está aconteciendo. De otra manera, seguiremos asombrándonos a los hechos hasta que, como en otros momentos históricos, terminen pareciendo menores o naturales.

Hace un año, Mary Beard afirmaba en una entrevista publicada en “Letras Libres”: “cuando los romanos pensaban en términos de cambio político, pensaban en términos de violencia contra las mujeres”. Su aseveración perturba y advierte. ¿Qué relación hay entre cambios y violencia más allá de Roma? Parece que mucha. El vínculo entre ambos momentos pasa por el ejercicio pleno de una concreta manera de dominación. De aquella en la que los estereotipos de la masculinidad se estiman indispensables para actuar. En donde la fuerza y la violencia se asumen como maneras correctas de hacer política o negocios, y se dirigen a lo que es tenido como antagónico: las mujeres y lo femenino. A sus propias y esteriotipadas caracterizaciones: la debilidad, la pasividad. Eso explica las muertes, las vejaciones, las violaciones o cualquier otra forma del uso que a ellas, como unidad representada o como individualidades, se les da en ciertos tiempos históricos. El nuestro, desde luego.

El mes pasado se publicó el nuevo libro de la profesora Beard “Women & Power. A Manifesto” (Profile Books). En dos cortos ensayos, trata de encontrar lo que ha caracterizado a lo largo de la historia la condición pública de las mujeres. Desde su erudición del mundo grecolatino, expone obras y autores clásicos y los proyecta hacia el presente para identificar constantes. La primera de ellas, es la imposición del silencio. A una condición en la que las mujeres son mandadas a callar o solamente pueden hablar cuando exponen su dolor, el de su género o sus familias. Una manera de impedir que se hable en público de lo que debiera ser común a todos. Una manera de excluir el punto de vista, la perspectiva, el reclamo, configurado a partir de lo pensado por las mujeres. La segunda constante, tiene que ver con el modo de participar en la política, ahí donde hubiera estado permitida. Las mujeres no actúan o participan como tales, sino en los roles y modos definidos por los propios hombres. La manera en la que sus intervenciones están autorizadas, pasan por la asunción de modos de ser masculinos, de esos que son tenidos como los únicos propios. Como la virilidad, la sequedad o la violencia, son preconizadas por los hombres y de los hombres como las únicas maneras admisibles de estar, las mujeres, dice Beard, terminan asumiendo que así deben serlo y estarlo. De ahí su manifiesto. Una inteligente invitación a buscar constante y ampliamente espacios de habla no sólo de lo femenino, sino de la totalidad política, y a asumir el papel público de la mujer en las formas presentes de la femineidad.

No sé si la violencia generalizada en contra de las mujeres alcance a resolverse completamente solo con lo que Beard postula en su manifiesto. Lo que sí parece claro, es que la solución pasa por todo ello. La ausencia de posiciones y actuaciones de las mujeres en cuanto tales, legitima, triste y desafortunadamente, la posibilidad de violencia desde un espacio ocupado exclusivamente por hombres o por las condiciones de dominación que imponen.


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización de el autor, publicado en El Universal, el 21 de noviembre de 2017.

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