Uniendo democracia y libertad

Publicado el 29 de junio de 2018

Víctor Manuel Collí Ek
Investigador del Centro de Investigaciones Jurídicas,
Universidad Autónoma de Campeche,
vimcolli@uacam.mx
www.victorcolliek.com

La desaparición de la nación es un evento futuro de difícil suceso. Teniendo una aparición novedosa en la historia de la humanidad (específicamente el concepto de “nación política”), como afirman los profesores Gil Delannoi, en su obra La nation contre le nationalisme: Ou la résistance des nation, y Heinz Weinmann en Etat-nation, tyrannie et droit humains, no parece haber criterio alguno para hacer un juicio objetivo que lleve a esa conclusión.

En esa misma línea, un binomio fundamental de las sociedades “desarrolladas” de nuestros días es la aparente efectiva actuación de las democracias-liberales. Por lo tanto, hay que preguntarse ¿Qué futuro tienen?, ¿desaparecerá la democracia?, ¿desaparecerá el liberalismo?, ¿cuáles son los riesgos?

Cuando se escarba un poco la superficie del pedigrí de este binomio, se observa fácilmente que no siempre estuvieron en coexistencia, de hecho, la cuna de su concepción actual, Europa, primero encontró el liberalismo y posteriormente agregó la democracia.

Elecciones libres, Estado de derecho, debido proceso, jueces independientes, una sociedad civil activa, libertad de expresión y de prensa, libertad religiosa y derecho de asociación (todas garantías para evitar el ejercicio arbitrario del poder), fueron elementos que en un momento histórico no se dieron en comunión con la democracia, sólo posteriormente se fue ampliando la membresía a diversos sectores de la sociedad para reconocer el depósito popular de la soberanía.

Esta verdad nos enfrenta a un problema fundamental, el riesgo de que esos elementos básicos de la sociedad, nación política, liberalismo y democracia, no desaparezcan, pero sí se tornen en metáforas sin referente real alguno, o, dicho eufemísticamente, muten su significado.

Es así que, en la interrelación entre liberalismo y democracia el riesgo de desarticularse se da en ambos sentidos: democracia iliberal o liberalismo antidemocrático. Los riesgos no son poéticos ni teóricos, son reales y actuantes.

Por ejemplo, la relación democracia liberal y globalización, enfrenta el reto de mantener el referente social de que las decisiones estén sustentadas democráticamente, y llega hasta la hipótesis paradójica de poner adversariamente a la democracia y a la sociedad, sustentado en el silogismo de que si las decisiones del pueblo han llevado a la emergencia del populismo, se debe lograr que decidan menos. Esto lo afirma el profesor Yascha Mounk en su libro The People vs. Democracy.

Este riesgo es más cercano cuando observamos las metáforas constitucionales de nuestro país, un ejemplo es el federalismo, que se concibe como una forma de gobierno que busca la cercanía de las decisiones al pueblo; ahora, ha mutado de manera riesgosa, de la soberanía local a su autonomía, que lleva aparejado una gran pérdida de su capacidad de decisión, pero seguimos siendo una federación.

Ahora, frente a un México en una situación con mínimos —por no decir nulos— precedentes como los de hoy, y frente a las elecciones, nos preguntamos, ¿qué tenemos de sólido?, ¿nuestro régimen democrático, representativo, o nuestras garantías para evitar el ejercicio arbitrario del poder?, ¿cómo hacemos para evitar la mutación?

Las elecciones que vienen son una prueba de fuego para demostrar que en nuestro caso, si bien el riesgo de no satisfacer plenamente lo que el mandato constitucional dice, “una república democrática y representativa”, sí tenemos el elemento fundamental de toda sociedad con un futuro prometedor, somos una nación no sólo política, sino incluyente, participativa, preocupada, que presta atención a la realidad social que nos interesa a todos y que podemos tomar una decisión informada que logra transformar la metáfora en un evento real.

Veámonos como una nación convencida de que no debemos confrontar la libertad con la democracia aniquilando alguna, hagamos evidencia de que el verdadero y auténtico poder de cambio está en un equilibrio entre el límite al poder político y políticas públicas que respondan y sean observables por la sociedad, una democracia que se toma en serio las libertades.




Formación electrónica e incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero BJV