Notas sobre la negociación del TLCAN: El arancel estacionario

Publicado el 29 de junio de 2018

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Jorge Alberto Witker Velázquez

Investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas y
director del Seminario de Comercio Exterior de la Facultad de Derecho, UNAM
witker@unam.mx

La aplicación y vigencia de aranceles en el campo del acero y aluminio constituye una decisión unilateral, que lógicamente entorpece las complejas negociaciones del TLCAN 1.0. Se suma a ello el arancel aplicable a los paneles solares, que completan una larga lista de violaciones a los principios del libre comercio, que el vecino del norte ha cometido hacia México.

Como es sabido, los puntos conflictivos de la presente revisión mercantil se centran en la cláusula de extinción, las reglas de origen del sector automotriz, los mecanismos de solución de controversias de los capítulos XIX y XX, y el arancel estacionario para las exportaciones de frutas y hortalizas mexicanas de alto valor, como el aguacate, bayas, tomates, y otros.

A este último tema, deseamos dedicar las siguientes reflexiones.

Conviene señalar que el agro mexicano presenta una situación dual, con dos sectores cualitativamente distintos, y que cumplen funciones en la cadena alimentaria nacional diversas. Por una parte, el sector de las hortalizas y verduras muestra datos altamente eficientes, con niveles de productividad sofisticados, y que le han permitido al sector agropecuario exportaciones crecientes, cercanos a los treinta mil millones de dólares anuales, situación que ha servido al gobierno de Estados Unidos para señalar que dicho comercio es injusto y altamente desfavorable para su “seguridad nacional”. En este sector, las redes agroalimentarias que procesan estos vegetales, han logrado conformar intereses e inversiones en ambos lados de la frontera, pudiendo colocar en los supermercados americanos estos vegetales mexicanos a precios competitivos y de excelente calidad. No cabe duda que es un gran logro del TLCAN 1.0, y que le ha significado al presidente Trump, para evitar esta presencia mexicana en sus mercados internos, plantear un arancel estacionario que debe funcionar en relación a estos productos, cuando la producción interna estadounidense entrega sus cosechas anuales a supermercados y tiendas de abastecimiento alimenticio.

La otra vertiente o cara de nuestra agricultura lo constituye la producción de granos, en donde el país es deficitario en términos globales, en cerca del 40% del mercado interno, constituyendo las importaciones, especialmente de maíz amarillo (forraje), arroz, trigo, cebada, etc., conforman faltantes que impactan la cadena alimenticia nacional en la dieta de los mexicanos, en donde los cárnicos y el maíz son estratégicos. En materia de granos, el país importa cerca de veinticinco mil millones de dólares, con lo cual el superávit agropecuario en 2017 fue cercano a los tres mil millones de dólares.

Por ello, uno de los candidatos presidenciales ha planteado, como política agrícola, políticas púbicas también duales, y que responden a la bipolaridad antes brevemente descrita.

En efecto, se plantea, que, para el sector de vegetales y frutas, debe estimularse el libre mercado, defender las redes de valor y suministro, que se han configurado a la sombra del TLCAN 1.0, y proyectar estos impulsos exportadores a mercados asiáticos y europeos, con la idea de diversificar nuestro comercio exterior.

En cambio, para enfrentar el déficit en la producción de granos y commodities, se plantea una política de precios de garantía, para estimular a los productores y campesinos nacionales a utilizar sus tierras, con la idea de, por lo menos, autoabastecer el mercado de consumo interno, para lo cual el Estado debe instrumentar políticas públicas de apoyo en regadíos, sembradíos, semillas mejoradas, construcción de silos y almacenes; y un centro regional de abastecimiento que permita que los productores puedan, con ayuda de transportes y comunicaciones eficientes, llegar a los centros de consumo o a los procesos de transformación, con el objetivo de dar un fuerte impulso al mercado interno y modernizar el campo; restando importancia a los sembradíos de enervantes, y a las importaciones subsidiadas de granos han provocado desigualdad y pobreza en vastas zonas del agro nacional.

Esta política de precios de garantía es una “política espejo” a la que establece el gobierno de Estados Unidos, ya que a sus productores les asegura precios siempre superiores a los del mercado (subsidios), con lo cual la producción no se detiene y los procesos reproductivos para la ganadería, avicultura y porcicultura constituyen logros mercantiles fundamentales de progreso para los productores y emprendedores agrarios.

Corolario de lo anterior, es necesario, además, rescatar las redes de comercialización de estos productos, los cuales se encuentran monopolizados por Monsanto, Cargill, Maseca, Bimbo y otras, que, como poderes fácticos del comercio de granos, manejan ofertas, precios y seguros, incluyendo la agricultura por contratos; oligopolios que, en último término, imponen ofertas y precios que impactan productos tan sensibles como el precio de la tortilla, que, de 8 pesos/kilo en 2012, ha pasado a 14 pesos/kilo en la actualidad.

Como vemos, el arancel estacionario para el sector exportador agropecuario eficiente de México, es un duro golpe para la economía agrícola mexicana, pues, al limitarse o cerrarse dichos mercados, el ingreso del país para la importación de granos se vería altamente afectada, con lo cual los precios de la canasta básica alimenticia sufrirían alzas que acentuarían la desigualdad y la pobreza de muchos consumidores mexicanos.




Formación electrónica e incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero BJV