Los 68 de 1968

Publicado el 24 de julio de 2018

Hernán Alejandro Olano García
Director del Departamento de Historia y Estudios Socio Culturales,
Universidad de La Sabana, Colombia,
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En mayo de 1968 se produjeron en París muchas movilizaciones que cambiaron radicalmente el curso de la historia política con los hechos de la primavera, que fueron, inicialmente, una propuesta pacífica, alegre y juvenil en las que se hicieron famosas las pancartas, como aquellas con frases como “la imaginación al poder” y “prohibido prohibir”, que mostraron el ingenio intelectual de los estudiantes enragés, rabiosos de la Universidad de Nanterre, sumados a ellos los de pregrado de la Universidad de París, ubicada en la plaza de La Sorbonne, liderados por “Dany el Rojo”, el luego diputado ecologista Daniel Cohn-Bendit, quien con la “crápula estalinista” (La crapule staliniénne), estuvo al frente de la protesta estudiantil, la cual reflejó el papel que jugaba la juventud de colegios y universidades como motor de la transformación revolucionaria a la cual se le dio en el mundo entero una importancia singular, lo cual, según Vargas Llosa, “parece excesivo en comparación con lo que realmente significó: cierta liberación de las costumbres, sobre todo la libertad sexual, la desaparición de las formas de la cortesía, la multiplicación de las palabrotas en las comunicaciones y no mucho más...”, Plinio Apuleyo Mendoza califica esos episodios como “un febril desvarío parecido al de un sueño condenado a evaporarse bruscamente cuando uno abre los ojos a la realidad”.

En plena Revolución de Mayo de 1968, Jean-François Revel, quien era un mago para la ironía y el sarcasmo, dictó en la UNESCO una conferencia y allí dijo, como lo reseña Vargas Llosa en La llamada de la tribu, “que los estudiantes berlineses preparaban la sociedad pacífica del futuro marxista «defenestrando a sus profesores»” y, eso llevaría a Revel escribir en 1969 La Révolution introuvable (La Revolución inviable o inhallable), donde ofrecía un valiente contrapeso al relativismo y a los mitos que pretendían respuestas absolutas y definitivas sobre la sociedad y el hombre, criticando los alborotos de las marchas juveniles. Pero este movimiento antiestalinista de cariz libertario, que surgió, al parecer de manera espontánea, resultó efímero, no obstante que siguen siendo vigentes frases que surgieron en ese año, el feminismo, el deconstruccionismo, la búsqueda de una sociedad más liberal y menos moralista, hicieron, entre otros, que el grito “Corre camarada, deja el viejo mundo detrás de ti”, quedaran en la memoria de los incendiarios de uno de los años más encendidos de la historia contemporánea, marcado por un profundo malestar popular, así como por aspiraciones de cambio, que estuvo también señalado por los asesinatos de Robert —Bob— Kennedy y Martin Luther King, por los humeantes días de Woodstock, la guerra de Vietnam, los Cincuenta años de la Humanae Vitae, la filosofía y materialización de las tesis sociológicas de Herbert Marcusse y su influencia en los levantamientos universitarios norteamericanos y en la toma de un hotel por intelectuales, y la reunión de Medellín del Episcopado al cierre del Concilio Vaticano II, entre otros. Así ese “año de sobresaltos”, como dijera Giovanni E. Reyes, así como el movimiento del 68 se extendió no sólo por París, sino por Praga, Berlín, Roma, Nueva York, San Francisco y Medellín.

Lo que nadie ha dicho, para darle un matiz heroico a la revolución primaveral, es que la única víctima de las movilizaciones que llegaron hasta el Festival de Cannes, cuando el director de cine franco-suizo y reconocido maoísta Jean-Luc Godard, François Truffaut y Roman Polanski, al interrumpir las exhibiciones de las películas, fueron molidos a puñetazos por los asistentes y, más tarde, derrotados en las urnas por el partido gaullista, que obtuvo un aplastante triunfo y obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento.

Ese mayo de 1968, tras el impulso de los estudiantes para que los obreros paralizaran las fábricas en diversos lugares de Francia y la declaratoria de huelga general por el partido comunista de ese país, se generaron intensos debates entre las corrientes existentes en la época, inventariadas por el Nobel de Literatura peruano: “trotskistas, marxistas-leninistas, maoístas, fidelistas, guevaristas, anarquistas, cristianos progresistas y toda suerte de grupos y grupúsculos de extrema izquierda”, pero se cumplió la profecía de Raymond Aron en el sentido de que todas las crisis revolucionarias francesas “son seguidas, después de la fase de las barricadas o de las ilusiones líricas, por una vuelta aplastante del partido del orden”, calificada por éste como “una comedia bufa” que llevaría a la “latinoamericanización de la universidad francesa”, lo cual rescata Vargas Llosa en La llamada de la tribu, donde el Nobel concluye que la Revolución de Mayo “no mejoró un ápice la situación de la universidad en Francia , que sigue en nuestros días sumida en una crisis caótica e insoluble”.

Revisando los escritos de Álvaro Mendoza Ramírez, en el cual, tal vez sólo hay uno de corte autobiográfico y experiencial: “Una Primavera en París”, este santandereano, que fue rector en la Universidad de La Sabana y quien vivió y participó en los hechos de 1968, nos presenta la verdad y una cara distinta de lo que fueron aquellos episodios, una propuesta pacífica, alegre y juvenil en las que fueron famosas las pancartas como aquellas con frases como “la imaginación al poder” y “prohibido prohibir”, que mostraron el ingenio intelectual de los estudiantes de pregrado de la Universidad de París, ubicada en la plaza de La Sorbonne, que luego fue presentada como “una epopeya transformadora de la política, del pensamiento y de la historia” y que según él, lo convirtió, junto a muchos en “héroes anónimos sin saberlo, sin quererlo y sin merecerlo”, aunque es claro que los estudiantes revolucionarios, pese a declararse marxistas, resultaban era antisoviéticos y, queriendo cambiar el mundo, dice el filósofo Luc Ferry Alain Renault que “parieron el hipercapitalismo”, como lo señala en su obra La pensée 68, en el cual denuncia el antihumanismo teórico de los intelectuales que defendieron el movimiento y que fue analizado por Joseph Shumpeter cuando señaló que el siglo XX ha sido un período de “deconstrucción de las autoridades y los valores tradicionales, una deconstrucción indispensable para el surgimiento del consumo de masa”.

Por mi parte, nací el 12 de octubre de 1968, el día que se inauguraron las olimpiadas de ese año en México, que duraron hasta el 27 y, nueve días después de la triste Noche de Tlatelolco, cuando en la Plaza de las Tres Culturas de la Ciudad de México, fueron asesinados los estudiantes universitarios por pronunciarse contra el régimen; el hecho fue cometido por el grupo paramilitar denominado Batallón Olimpia y el Ejército Mexicano, en contra de una manifestación convocada por el Consejo Nacional de Huelga, órgano directriz del movimiento, que involucraba estudiantes, profesores e intelectuales, últimos dos grupos que poco se han visto en las protestas chilenas y colombianas. Aún se desconoce la cifra exacta de los muertos y heridos. El gobierno mexicano de esa época, presidido por Gustavo Díaz Ordaz Bolaños, secundado por su secretario de gobernación Luis Echeverría Álvarez (posteriormente presidente), dijo que fueron sólo veinte los muertos, pero, en 1971, la princesa Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, Elena Poniatowska para los mortales, en su libro La noche de Tlatelolco, publicó la entrevista de una madre que buscó entre los cadáveres a su hijo y reveló que por lo menos había contado 65 cadáveres en un sólo lugar, a esas víctimas se les llamó “los 68 del 68”.

Durante estas cinco décadas los estudiantes rebeldes, muchos de ellos pertenecientes a las élites (no sólo económicas, ya que en ese momento no todo el mundo tenía acceso a la educación superior), han sido los líderes de nuestros países y han dejado un triste legado, marcado además por el individualismo y el consumismo, que promovían con la frase hedonista: “Disfrutar sin obstáculos”, “Bajo los adoquines de la playa”, que han llevado al anarquismo de la corrupción en todas las latitudes.


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