Miguel, el príncipe nazarí de la Nueva Granada

Publicado el 24 de julio de 2018

Hernán Alejandro Olano García
Director del Departamento de Historia y Estudios Socio Culturales,
Universidad de La Sabana, Colombia,
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Decía el rey Hassan II que “Marruecos es como un árbol cuyas raíces alimentadoras se sumergen en suelo africano y respira a través de sus hojas susurrando a los vientos de Europa”. Eso es lo que se quiere, que el reino africano sea el eje de tres objetivos: la estabilidad regional, el desarrollo y la paz.

Como eje de desarrollo de África occidental, Marruecos, con su islamismo moderado, su autoridad teológica y política en cabeza del monarca, su sociología de hermandades y cofradías, puede aportar mucho al desarrollo de Colombia, pues ellos, desde Rabat hasta Dakla son también un país atlántico que está en pleno proceso de asociación económica con la Unión Europea, con la cual nuestro país posee un acuerdo de integración.

Las relaciones entre Marruecos y Europa son inmemoriales, pero no podemos dejar de mencionar que cuando el rey de Granada, Abu Abdil-lah, más conocido como Boabdil, dejó el puerto de Adra una mañana de 1493 para viajar a Fez, se llevó las llaves de sus casas en Andalucía (las llaves culturales e históricas de Europa), pero dejó en España a su hija con Moraima, una niña llamada Aixa ibn Nasr (nacida en 1472), quien, bajo el nuevo nombre de Isabel (más tarde sor Isabel de Granada), fue amante de Fernando el católico y tuvo con él en 1495 un hijo, Miguel Fernández, caballero de Granada, quien entonces simboliza el fruto de la unión entre las dos orillas del Mediterráneo, pero también tiene un vínculo histórico con Colombia, pues su padre, Fernando, le concedió el título nominal de príncipe del Nuevo Reino de Granada, lo cual muestra cierta unión histórica entre el mundo islámico y Colombia.

Fernando el católico, infiel consumado, tuvo un buen número de hijos ilegítimos, lo cual hacía rabiar a su mujer, Isabel la católica. Podríamos decir, que la presencia de Aixa en palacio, fue la que hizo que Fernando se entusiasmara permanentemente con la frase de Avicena “Cooperar para la salvación de la especie”, razón por la cual dejó tantos vástagos que fueron legitimados por el monarca.

Don Miguel tomó camino a Francia, donde trabajó como bibliotecario de Francisco I. Allí, en París, fue amigo del secretario de Leonardo Da Vinci, llamado Francesco Melzi. Tras la muerte del gran genio se fue con Melzi a Milán, donde colaboró en la villa Vaprio de Adda en la organización de los archivos de Leonardo.

En 1520, ya en Italia, asumiría como secretario de Nicolás Maquiavelo, razón por la cual ronda la leyenda de que El príncipe está inspirado en Fernando el católico, padre de don Miguel.

El emperador Carlos le encargó a su tío abuelo Miguel (que sólo le llevaba cinco años más al monarca), asistir en 1522 como su representante a la boda de Luis II Jagellón de Hungría con María de Austria. Al año siguiente, Miguel fue nombrado secretario del papa Adriano VI y, tras la muerte del pontífice, viajó a Hungría nombrado como consejero del rey, quien le concedió además el Voivodato o Voivodina de Transilvania, título de gobernador que se le concedía a los príncipes o gobernadores regionales de Moldavia, Valaquia y Transilvania.

En 1528, el príncipe de la Nueva Granada regresó a su natal Córdoba y contrajo nupcias el 27 de noviembre con Ángela Enríquez de Fernández de Córdoba y tuvieron años más tarde un hijo, bautizado como Juan Fernández Caballero y Fernández de Córdoba. El príncipe Miguel se radicó en Priego de Córdoba, Andalucía y falleció a los 80 años en 1575.

Juan Fernández Caballero y Fernández de Córdoba depositario de los linajes de Córdoba, Trastámara, Borgoña y del rey Boabdil; estuvo casado con Isabel Gómez y tuvo descendencia en Juan Cristóbal Caballero Gómez, a su vez casado con María de Espinar y padres de Juan Esteban Caballero y Espinar, casado con Mariana de Ojeda, a su vez padres de Juan Caballero y Espinar de Ojeda, casado en segundas nupcias con Ana Antonio de Góngora y Lara, padres del arzobispo de Bogotá y virrey de la Nueva Granada, don Antonio Pascual de San Pedro de Alcántara Caballero y Góngora, Gran cruz de la Militar y Distinguida Orden de Carlos III.

El arzobispo-virrey Caballero y Góngora hubiese sido, por derecho propio, el VI príncipe de la Nueva Granada. Su recuerdo se esfuma en el tiempo, como el del traidor de la causa comunera, a la vez que promotor de nuestra Expedición botánica.


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