La polarización político-electoral

Publicado el 5 de septiembre de 2018


Benito Ramírez Martínez
Profesor del Centro Universitario de los Lagos, Universidad de Guadalajara,

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Hablar de política, en la realidad cotidiana que vivimos en nuestro país, es hablar de confrontación. En este tiempo no se puede afirmar que la política es el arte de la comunicación y el diálogo abierto y sincero para llegar a la celebración de acuerdos, con la finalidad de buscar la solución a una problemática específica que afecta a grupos sociales determinados o a la sociedad en su conjunto. Reitero, desgraciadamente, hablar de política electoral, como en la que ya estamos inmersos, implica un conflicto, una contradicción de ideas; las más de las veces, nada amigables o civilizadas, puesto que, fieles a sus “principios”, a su “ideología” o, mejor dicho, a sus intereses partidistas, muchos militantes y simpatizantes de los partidos políticos en contienda lanzan sus arengas persuasivas de una manera no apropiada, cívicamente hablando.

Es así como luego vemos, por ejemplo, en las muy penetrantes y poderosas redes sociales, incontables muestras de incivilidad política, como la publicación de los muy conocidos “memes”, en los que se descalifican las cualidades de los candidatos rivales. También vemos críticas ácidas, ataques personales y burlas pendencieras entre unos simpatizantes y sus contrarios, lo cual resulta sumamente preocupante, al acercarse cada vez más los tiempos de elegir a quienes nos representarán y ocuparán los diferentes cargos de elección popular en el siguiente periodo constitucional.

El viernes 30 de marzo comenzaron las campañas electorales federales. A partir de ese momento han arreciado las estrategias de los partidos y candidatos para descalificar y demeritar la participación de sus competidores —la llamada “guerra sucia”—, lo que puede generar una confrontación personal entre los simpatizantes de los candidatos en pugna, como defensores oficiosos de sus favoritos. Asimismo, esto nos podría llevar a otro escenario político en el que únicamente dos opciones político-electorales se perciban como las que tienen mayores posibilidades de triunfo, desarrollándose, de esta manera, el fenómeno sociológico conocido como “polarización político-electoral”, consistente en el enfrentamiento directo y frontal entre los dos candidatos con mayores probabilidades de ganar, a los cuales sus simpatizantes les atribuyen dogmáticamente las cualidades de “el bueno” y “el malo”. El bueno, evidentemente, será su candidato; el malo, su rival a vencer.

Desde el punto de vista gramatical, el Diccionario de la Real Academia Española señala que el término polarización significa “acción y efecto de polarizar o polarizarse”. Luego, el verbo polarizar, según la misma fuente de consulta, tiene diversas acepciones, la mayoría de ellas relacionadas con la ciencia Física. Para los efectos de este texto, la que nos interesa tiene una connotación sociológica y se refiere al hecho de que un grupo de personas orientan su actuación o decisión en dos direcciones contrapuestas; es decir, desde una perspectiva análoga a la física, el sentido de esas dos fuerzas sociales contradictorias, de igual o diferente magnitud, origina una tensión entre ellas, la cual se puede materializar como un conflicto social. Esto es, precisamente, lo que sucede en la mayoría de las campañas electorales en las que el ciudadano —potencial elector— sólo tiene para elegir de “entre dos sopas”, dos opciones partidistas dominantes, que pretenden hacerse con el poder político en una circunscripción geográfica determinada.

Como se dijo antes, este fenómeno sociológico, generado a partir de un razonamiento maniqueo expuesto por los simpatizantes de los partidos políticos y candidatos participantes en la contienda electoral, en el cual sus preferencias personales tienen mayor valor moral en comparación con las de los adversarios, puede llegar a extremos de peligroso fanatismo, sobre todo en aquellas comunidades que manifiestan un notable atraso socioeconómico y, consecuentemente, educativo o cultural, como es el caso, por ejemplo, de poblaciones de carácter rural o de origen indígena, en las que han acontecido hechos lamentables de violencia física llevada al extremo de inferir lesiones corporales, o aun la muerte, a los adversarios. Al efecto, recuérdese los eventos sucedidos recientemente en algunas poblaciones del estado de Chiapas (San Juan Chamula), en las que los conflictos relacionados con la polarización política se potencian debido al encadenamiento con las creencias religiosas y las disputas por la tenencia de la tierra.

En el ámbito microsocial, lo más preocupante de los efectos producidos por la polarización político-electoral son las discordias familiares, riñas vecinales o agresiones verbales interpersonales, en forma directa o a través de las redes sociales, entre individuos que ni siquiera se conocen, debido a un apasionamiento irracional de los simpatizantes de los candidatos en contienda.

Hago votos para que esta situación no genere un mayor grado de descomposición social, como la que ya estamos padeciendo, y aprovecho el espacio para invitar a los amables lectores a que vayan a votar el primero de julio; que hagan uso de su derecho a elegir a las personas de su predilección que aparezcan en las boletas electorales. Pero cuando defiendan la candidatura de su favorito, háganlo de una manera civilizada, pacífica, respetuosa y madura, al fin y al cabo, al terminar la jornada electoral, debemos seguir conviviendo con nuestros familiares y vecinos e interactuando con aquellos extraños con los que coincidimos eventualmente en las redes sociales. Por lo tanto, debemos tratar de evitar las confrontaciones físicas o verbales con quienes no piensan igual que nosotros, pues no producen resultado positivo alguno y, en cambio, prevengamos cualquier resentimiento o agravio hacia nuestros semejantes.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero