Chavela Vargas: los derechos de la homosexualidad

Publicado el 5 de septiembre de 2018



Jorge Alberto González Galván

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email jagg@unam.mx

Me cuesta, en general, identificar los derechos en los hechos que se narran en una película o documental. Sin embargo, he visto los derechos del bien morir en Tierra adentro, de Alejandro Aménabar; los derechos de los adultos mayores en L’amour, de Michael Haneke; los derechos de los niños en Babel, de Alejandro González Iñárritu, y ahora, los derechos de los homosexuales en Chavela Vargas, de Catherine Gund y Daresha Kyi.

En un conversatorio sobre la influencia del movimiento protestante en el derecho se mencionaba el debate sobre la participación de los laicos ilustrados y fieles protestantes en la redacción de la Carta de los Derechos del Hombre de 1789. El hecho es que católicos y protestantes de Europa y del continente americano han influido en la concepción, aprobación y aplicación de lo que llamamos ahora derechos humanos (los “laicos” han sido una minoría).

Las primeras Constituciones del siglo XIX, en general, que reconocieron los derechos humanos en el mundo, no hicieron distinción de las personas ante la ley. Sin embargo, en el México decimonónico, aunque no se habló de “guerra de religiones”, se reconoció la intolerancia religiosa para favorecer la reproducción de un Estado confesional católico en contra de los protestantes ingleses que habían invadido las tierras indígenas del territorio que bautizarían luego como Estados Unidos.

Los gobernantes europeos y americanos, desde la existencia del papado —de la Iglesia católica—, han reconocido en sus leyes la autorización de las relaciones sexuales sólo entre personas de diferente sexo con fines reproductivos. Las Iglesias protestantes opinan del mismo modo, con la diferencia que a sus predicadores —hombres y mujeres— les permiten tener familia propia. Ambos grupos religiosos, en todo caso, coinciden en censurar la homosexualidad. Esto ha llevado a considerar que las leyes vigentes conforman un derecho heteronormativo, o bien, diría yo, implícitamente un derecho homofóbico.

El siglo XX, en materia de derechos humanos, comenzó a reconocer las diferencias en varios ámbitos: reconocemos ahora como sujetos de derechos a campesinos, trabajadores, niños, jóvenes, adultos mayores, mujeres, discapacitados e indígenas. Las diferencias socio-económicas, de edad, género, capacidades y culturas, están haciendo su camino y, sin embargo, apenas este siglo XXI está reconociendo con mayor empeño a las personas y sus preferencias sexuales como sujetos de derechos.

El documental sobre la vida de Isabel Vargas es un misil en el centro de la sociedad machista y conformista mexicana y en el derecho homofóbico vigente. Hablar sobre la homosexualidad masculina no es nuevo —recordemos El lugar sin Límites, de Arturo Ripstein—; lo novedoso es discutir, reconocer y respetar la homosexualidad femenina. La valentía de las realizadoras, la protagonista y los participantes es de tomarse en cuenta: están rompiendo con un tema tabú (intocable públicamente). La historia de los derechos humanos los recordará como precursores de un movimiento con repercusiones nacionales e internacionales en favor de una vida en paz, normal, con desarrollo humano y profesional para todas las personas, sea cual sea su preferencia sexual.

Es común decir que el arte no cambia las mentalidades, pero el documental Chavela Vargas es una excepción. Su difusión y discusión hará que la sociedad mexicana sea tolerante en materia de sexualidad: fomentando los cursos de educación sexual y provocando que el tema de la sexualidad entre padres e hijos sea parte de un diálogo normal, necesario. Se ha ganado terreno —aunque la lucha es permanente— en materia de derechos de los niños en contra de la adultocracia; en materia de derechos de las mujeres en contra de la falocracia, y en materia de derechos indígenas en contra del racismo. Todos aspiramos a que nuestras relaciones inter-generacionales, inter-género e inter-culturales sean de sano respeto y solidaria colaboración. El reto que tenemos ahora es el de avanzar en eso, en el respeto y reconocimiento de todas las expresiones sociales en materia sexual; es decir, en las relaciones inter-sexuales. En este sentido, la reflexión académica es importante, y por ello destaco el libro pionero de María Montserrat Pérez Contreras: Derechos a la diversidad sexual.

Los organismos defensores de los derechos humanos y de las mujeres, también las escuelas y universidades, la radio y televisión, la prensa, deben dar espacio a la difusión y discusión del tema que trata este documental, para garantizar a todos el derecho al ejercicio de nuestra sexualidad de manera libre.

El impacto del tema de la sexualidad femenina que el documental expone motivará, me parece, a que otros directores lo desarrollen en otros campos, a nivel nacional e internacional. La calidad, dicho sea de paso, de la edición fílmica, hace que el mensaje implícito sea contundente. Ojalá que el documental gane muchos premios en los festivales de cine, pero por lo pronto los espectadores ya salimos premiados al verlo.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero