El affaire kafkiano de Alfred Dreyfus

Publicado el 23 de noviembre de 2018

Gustavo Eduardo Castañeda Camacho
Maestro en Derecho por la UNAM
email gustavo.castaneda@outlook.com

El caso Dreyfus, fue un proceso judicial que terminó convirtiéndose en un escándalo político, a finales del siglo XIX e inicios del XX, dividiendo a la opinión pública en Francia. El juicio a Alfred Dreyfus fue una de las grandes injusticias que pusieron en entredicho el desarrollo de la III República francesa, estableció una crisis política y social.

El contexto del asunto está inmerso en el resurgimiento de sentimientos xenófobos y antisemitas, propiciados por la consumación del II Imperio francés, la caída de Napoleón III, la depresión económica; el alboroto financiero por la construcción del canal de Panamá, entre otros hechos lacerantes a los franceses. Este ambiente de declive fue atribuido a los judíos, quienes cargaron con todos los males del país.

Para continuar con nuestra reflexión respecto al affaire Dreyfus, corresponde apuntar quién fue este polémico personaje. Alfred Dreyfus nació en Alsacia, en 1859, en el seno de una familia judía. Cuando Dreyfus tenía once años estalló la guerra entre Francia y Alemania. Conflicto que llevaría a Alsacia a anexarse al Imperio alemán y a sufrir una germanización forzada; sin embargo, los Dreyfus para conservar su nacionalidad francesa cambiaron de domicilio a Carpentras. Tiempo después, en 1873, Alfred y su hermano Mathieu serían enviados a la capital de Francia, París. Ahí se dedicó a estudiar y se enlistó en la milicia francesa, llegando a obtener el rango de capitán del Estado Mayor.

Hasta 1984 la vida de Alfred Dreyfus transcurría con normalidad, tenía un buen empleo e incluso había formado una familia; no obstante, el 27 de septiembre de aquel fatídico año, todo cambiaría para él. El acontecimiento que lo estigmatizaría ocurrió cuando la Sección de Estadística Francesa, encargada de vigilar la embajada alemana en París descubrió en el basurero del agregado alemán una nota anónima en la que se anunciaba el envío de informes militares y el ofrecimiento de documentos clave para abatir al ejército francés. Con este hallazgo y la evidente traición, se inició una investigación a efecto de determinar quien habría escrito la nota. El proceso para encontrar al traidor fue anticuado y sesgado. Para empezar, se comparó la letra del memorándum con la de los oficiales del Estado Mayor. Este mecanismo de comparación en un inicio no arrojó ningún resultado, pero un coronel acusó a Dreyfus, señalando que la nota había salido de la mano de éste.

Se realizó un proceso judicial, en el que los periódicos de la época jugaron un papel fundamental para poner a la opinión publica en contra de Alfred Dreyfus. Se publicaron historias para desacreditarlo, y por ridículas que algunas eran, la gente las llegó a creer.

El juicio se enfrascó en una especie de proceso inquisitorial bajo la presión social y el sentimiento de animadversión hacia los judíos, y a pesar de que las acusaciones y las pruebas en contra de Dreyfus fueron vagas y menesterosas de razonamiento jurídico, el 22 de diciembre de 1984 fue declarado culpable por alta traición, siendo condenado a la degradación y a la deportación a la Isla del Diablo.

Por su parte, Mathieu Dreyfus (hermano menor de Alfred), convencido de que su hermano era inocente, con el apoyo del escritor Bernard Lazare, intentaron demostrar que el fallo había sido equivocado, aunque no tuvieron éxito en su empresa.

Aplacados los ánimos, la sociedad francesa que había sido indolente ante el caso Dreyfus se empezó a percatar que su acusación no tenía fundamentos y que en realidad se cometió una terrible injusticia. Descomponiendo a la opinión y al pueblo francés entre dos bandos, los pro y los anti Dreyfus.

Las sensaciones en torno al atropello contra Dreyfus, generó que periodistas e intelectuales se pronunciaran al respecto. Un actor que fue decisivo para la lucha, fue el escritor Émile Zola, quien publicó en el L´Aurore, bajo el título de “J´acusse” (Yo acuso), una carta dirigida al presidente de Francia, en la que arremetió contra los personajes que condenaron a Dreyfus sin realizar una investigación imparcial y exhaustiva.

Los periódicos siguieron provocando el desmembramiento social y cargaron contra Dreyfus y los judíos. También hubo quienes solicitaban el respeto a los derechos humanos y exigían un juicio justo para él.

Así, el debate continuó hasta junio de 1898, cuando se hizo público el reconocimiento de autoría de la famosa nota por parte del comandante Esterházy.

Con éste y otros nuevos elementos, la familia Dreyfus solicitó la revisión del caso. Esta solicitud fue admitida por el Tribunal de Casación, iniciando un nuevo juicio en el que absurdamente Alfred Dreyfus volvió a ser condenado a diez años de prisión con circunstancias atenuantes.

Naturalmente, esta nueva decisión provocó el enfado de muchas personas, por lo que el gobierno planteó el indulto para Alfred Dreyfus, situación que lo seguía calificando como culpable. Lo cierto es que la inocencia de Dreyfus se mostraba nítida y no tardaría mucho tiempo para que ésta fuera reconocida de forma oficial. En 1906 se anuló la segunda sentencia, declarándose como un desacierto por el Tribunal de Casación. Posteriormente, fue reintegrado al ejército, otorgándosele la Legión de Honor.

No cabe duda, de que la vida de Alfred Dreyfus pudo ser sacada de una novela de Franz Kafka, en la que un inocente es castigado por un crimen que desconoce y para intentar demostrar su inocencia se adentra en un complicado laberinto en el que la ley, en lugar de acércalo a la justicia, lo aleja.

Lamentablemente, en ocasiones la realidad supera a la ficción, y la historia del affaire Dreyfus podría comenzar así: Alguien debió haber calumniado a Alfred Dreyfus porque sin haber hecho algo malo, una mañana fue detenido.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ilayali G. Labrada Gutiérrez