El documento del Sínodo: la buena vendimia

Publicado el 23 de noviembre de 2018

Hernán Alejandro Olano García
Doctor en Derecho canónico, director del Departamento de Historia y Estudios
Socioculturales, Universidad de La Sabana, Colombia,
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Luego de cuatro semanas de intenso trabajo, desde el 3 de octubre finalmente se dio a conocer el documento “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, como fruto de la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos, en la cual participaron 267 padres sinodales, 23 expertos y 37 jóvenes entre 18 y 29 años, bajo la presidencia del papa Francisco y la coordinación del cardenal Lorenzo Baldisseri, para quien la Iglesia está pronta a acompañar y quitar la nieve de la indiferencia y la pérdida de ánimo.

En tres partes, 12 capítulos, 55 páginas y 167 párrafos, el documento sinodal habla de la necesidad urgente del acompañamiento, así como la sinodalidad, entendida ésta como “hacer camino juntos” o caminar juntos por el camino que Dios espera para la Iglesia del tercer milenio, para que jóvenes, ancianos, laicos, religiosos y pastores aportemos y nos comprometamos a vivir el principio de la unidad, que se basa en la fuerza de la eucaristía.

La experiencia eclesial vivida por los jóvenes profetas y los viejos soñadores —como llama Francisco a los obispos— en el Sínodo, mostraron la unidad generacional para desarrollar un buen trabajo, que se lució con las iniciativas, las intervenciones y las sugerencias que con actitud positiva, oración persistente y confianza mutua, permitieron a los cuatro presidentes delegados, al relator general y a los dos secretarios, aportar para un escrito que fue votado, punto por punto, con al menos 166 de los 249 votos posibles.

La primera parte, titulada “Y caminé con ellos”, nos habla de la Iglesia en desarrollo; los sínodos cruciales anteriores, que permitieron la aprobación de Amoris laetitia; la identidad y las relaciones, así como la descripción de lo que son los jóvenes en la actualidad.

La segunda parte, “Sus ojos se abrieron”, habla de una nueva Pentecostés, bajo el análisis del regalo de la juventud, el misterio de la vocación, la misión de acompañar y el arte de discernir.

Finalmente, la tercera parte, “Una Iglesia joven”, también dividida en cuatro capítulos, nos habla de la sinodalidad misionera de la Iglesia, que camina alrededor de lo cotidiano bajo un verdadero impulso misionero y criterios más estrictos de formación integral.

Además, se recogió en el documento el rol de la mujer en la Iglesia, así como en los organismos de todos los niveles, incluso en funciones de responsabilidad y toma de decisiones eclesiales.

Asimismo, es de resaltar que en parroquias, colegios y universidades se debe desarrollar la formación integral de los jóvenes del mundo, donde todo está conectado con la tecnología, el trabajo, la familia, la defensa del migrante y el embrión. Se otorgó a los obispos una gran responsabilidad a las instituciones educativas católicas que están llamadas a afrontar las exigencias entre la fe y el mundo actual, así como diferentes perspectivas antropológicas, desarrollos técnicos y científicos, cambios en las costumbres sociales y el compromiso por la justicia.

El texto señala la gran importancia de la parroquia como punto de ignición de la vocación misionera y, desde allí, hacerse prójimos llevando la novedad de Dios a la vida del hermano, contra la tentación de recetas preparadas.

Se consideró, por la participación de personas de todo el mundo, incluso dos obispos chinos, que el Sínodo no fue “eurocéntrico”, pues además tocó el tema de los migrantes como “paradigma de nuestro tiempo”, deteniéndose el texto en que muchos migrantes son jóvenes que huyen de la guerra, de las persecuciones y de la violencia política y religiosa.

Reflexionó el Sínodo acerca de los abusos sexuales, de poder, económicos o de conciencia y propuso medidas rigurosas de prevención para evitar su repetición, iniciando con la selección de aquellos a quienes se confían las tareas de responsabilidad y de educación.

Un punto muy importante es la propuesta de la creación de una antropología teológica y pastoral de la castidad. Por su parte, en cuanto a las personas homosexuales, se sugiere la acogida dentro de la Iglesia, reconociendo sin embargo la relevancia antropológica de la diferencia y reciprocidad entre hombre y mujer. Es importante, igualmente, para el papa Francisco manifestar que lo eficaz es nuestro testimonio de vida, no nuestros sermones.

El Sínodo de los jóvenes, como buena vendimia que promete un buen vino, nos muestra también la realidad multiforme de las nuevas generaciones, no obstante que Jesús es el Cristo eternamente joven, así como Dios —eternamente nuevo— y la Iglesia lo son. Desafortunadamente, nuestra sociedad ha hecho paradigma la cultura del rechazo, pese a que hablar de jóvenes significa hablar de promesas y de alegría.

Si bien el Sínodo era de los obispos, Francisco dijo que también era de los jóvenes, a quienes presentó disculpas por no haberlos escuchado plenamente desde la Iglesia, la cual a veces no abrió del todo su corazón para la acogida: “Los jóvenes piden ser escuchados y nosotros tenemos el deber de escucharlos y acogerlos, no de explotarlos”, lo cual se relaciona con su reciente libro Dios es joven, donde señaló que no podemos engañar laboralmente a los jóvenes con falsas promesas que no llegan nunca y con la excusa de que como jóvenes deben adquirir experiencia y darles un trabajo precario y, para colmo, incluso gratuito.

En ese libro, manifestó el Santo Padre que, según Aristóteles en su Retórica, “Para los jóvenes el futuro es largo y el pasado corto”; esto para señalar que cuando se es joven, en muchos ámbitos difícilmente la palabra “mañana” se puede usar con certeza.

Para culminar, en la homilía del 28 de octubre, el papa Francisco señaló que hay tres pasos fundamentales para acompañar el camino de fe:

• Escuchar el grito del que sufre, en lo que llamó el “apostolado del oído”. Para Francisco, escuchar puede ser fatigoso, ya que requiere tiempo, atención y apertura de la mente y del corazón.

• Hacernos prójimos: llevar la novedad de Dios al hermano que sufre.

• Testimoniar en nombre de Jesús: no es cristiano esperar que lleguen las personas a nuestra puerta, debemos ir donde se nos necesite.

Lo importante que nos deja el Sínodo, dijo el Santo Padre, es tener paciencia frente a las dificultades y repuntar en la oración, con la cual se lucha cada día con valentía y paciencia.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ilayali G. Labrada Gutiérrez