Comerse el mundo. Educación para la niñez1

Publicado el 10 de diciembre de 2018

Javier Quetzalcóatl Tapia Urbina
Profesor de la Facultad de Derecho, UNAM,
email tapiaurbina@yahoo.com.mx
twitter@JavierQ_Tapia

A través de las “benditas redes sociales”, en particular twitter, leía un mensaje publicado el 6 de noviembre último por el futuro secretario de educación pública, Esteban Moctezuma Barragán, que decía: Trabajar la autoestima va a ser PRIORIDAD en y desde preescolar para que nuestras niñas y niños sepan que si quieren PUEDEN comerse el mundo.

Nada más atinado y cierto que eso, trabajar por la autoestima en y desde preescolar debe ser siempre una prioridad en los gobiernos en turno. Y como decimos algunos abogados, le concederemos el beneficio de la duda, para demostrarlo.

La estrategia y el tiempo que se inviertan, por supuesto, no son cosa fácil. Algunos hemos sido testigos de varias reformas educativas que vienen de hace una veintena de años, ¿las razones?, elementales, parece que se trata de una cuestión de estilos, perspectivas o visiones, como queramos llamarle, cada gobierno en turno parece “refritear” las políticas heredadas para, a final de cuentas no lograr los avances significativos que se esperan en la materia.

Recordamos, por ejemplo, aquel reciente ejercicio publicitario del gobierno saliente de Enrique Peña Nieto, en que a través de miles de spots se promocionaba la idea -como parte de la reforma educativa peñista- en el sentido de aprender y no memorizar, asunto que parece elemental, pero que todo indica a otros les llevó décadas entenderlo.

Una reforma educativa fallida, si bien pudo ser errada en su visión, perspectiva e implementación incluso, lo cierto es que se trataba de políticas añejas que hemos venido cargando por décadas, y de las cuales muchos son responsables por acción u omisión.

Iniciar por el principio, parece un asunto de lógica elemental, entendiendo que el principio está en la niñez, incluso en los adolescentes de esta época que aun estarían a tiempo de enderezar un camino, trazado bajo viejas y deficientes prácticas educativas.

El artículo 3o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, establece, entre otros aspectos, el derecho a la educación de calidad que, impartida por el Estado, tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria, el respeto a los derechos humanos, etcétera.

Si, trabajar en la autoestima de la niñez pero, para comerse el mundo, primero querrán comer -a secas, literal vaya-. Los altos índices de pobreza, marginación desigualdad, inseguridad, etcétera, son solo algunos de los factores con los que se tendrá que lidiar. Aprender con dignidad y calidad, requiere quizá de un planteamiento a largo plazo sí, pero que les toque vivir a las nuevas generaciones, es decir, que den resultados no en el corto plazo, sino en el inmediato.

Una reforma educativa que permita a la niñez comerse el mundo, requerirá mucho más que un proyecto de “evaluación” docente, profundos cambios en la forma como hay que ver el mundo actual en que vivimos, un mundo tecnológicamente revolucionado que no aminora la marcha, y que al mismo tiempo parece deshumanizar a las personas desde temprana edad.

La paz, la solidaridad, la honestidad, la dignidad, el bien común, son valores extraños para la niñez que no alcanza a comprenderlos, cuando ve en sus padres y familia las carencias y limitaciones en que se encuentran sumergidos. Una experiencia de vida en esa niñez que -por supuesto- lacera su autoestima tanto que crece desconociendo sus derechos más elementales a vivir dignamente y en paz.

Trabajar por la niñez es la mejor oportunidad para invertir en cualesquiera proyecto, plan o programa de desarrollo Nacional, con objetivos de alto impacto y alcance. Esperemos que esa quincuagésima (ironía incluida) reforma educativa venidera, ponga a la niñez en el centro de las políticas públicas del nuevo gobierno y su llamada Cuarta Transformación de la Vida Pública de México.


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización del autor, publicado en La Silla Rota, el 14 de noviembre de 2018.

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