Residencias médicas en México
Publicado el 22 de enero de 2019
Mario Solís Bretherton
Especialista en derecho privado, abogado postulante,
bretherton@live.com.mx
El 10 de agosto de 1553, Juan Blanco de Alcázar recibió el primer diploma médico en México, originalmente expedido por la Universidad de Lérida en España. En el mundo la primera mujer de la que se tiene registro el ejercicio de la profesión médica, fue Dorothea Christiane Erxleben. Ella había aprendido medicina por las enseñanzas de su padre, el Dr. Christian Leporin, pero no podía tener certificación alguna porque las universidades no admitían mujeres, sino hasta el año de 1754 en el que presentó un examen profesional. Por eso escribió el manifiesto Una investigación profunda de las causas que evitan que el sexo femenino curse la universidad, ahí enumera “prejuicios en contra de la habilidad intelectual de la mujer, y la exposición al ridículo a la que es sometida por tener expectativas diferentes; señala que el conocimiento está distribuido equitativamente entre géneros, pero que la mitad de la humanidad no tiene acceso a la buena educación para desarrollarse”. Criticaba el sometimiento de la mujer para ejercer únicamente las labores del hogar.
Su trabajo fue publicado en 1742 por iniciativa de su padre y con el permiso del rey de Prusia Federico II, quien declaró que podía matricularse en la Universidad de Halle.
Por su parte, la primera mujer que se graduó de la carrera de medicina en el mundo fue Elizabeth Blackwell, en 1849 en Estados Unidos, quien formalmente recibió dicho grado e impulsó de esa forma a muchas mujeres a incursionar en las ciencias médicas.
Matilde Petra Montoya Lafragua, casi 40 años después alcanzó en México el grado académico de Médico, en 1887, cerca de 300 años ulteriores a cuando lo hizo un hombre. En lo que hace particularmente a San Luis Potosí, en el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí en el año de 1911 se recibió como médica cirujana María Castro de Amerena, pionera en el estado en hacer lo propio.
La presencia de las mujeres en la ciencia en general a lo largo del tiempo, ha sido un peregrinar, primero porque implica que se dediquen a estudiar y eso no es algo que forme parte del rol que han tenido establecido, relegándolas a labores domésticas y por tanto con un sinnúmero de dificultades para que ingresen a universidades. Así también, porque al incursionar en estos rubros, competían con hombres que no podían concebir que las mujeres tuvieran la misma capacidad para ello.
Como ya se ha mencionado, la mujer muy lentamente se fue abriendo espacio en la medicina, en lo que hace a su participación. Subrayo esto porque si bien al día de hoy se podría apreciar que en lo general son igual o más mujeres las que se encuentran estudiando o practicando la medicina, al menos en el México, no reciben necesariamente los mismos tratos u oportunidades que los hombres.
La historia de la mujer en la medicina ha sido y es una batalla aparte dentro de la lucha por su posicionamiento igualitario en la sociedad. La mujer ha demostrado no sólo ser capaz para ello, sino con talentos particulares que le han conferido el reconocimiento en este complicado ámbito.
La discriminación que sufren las mujeres en el gremio médico no es únicamente por parte de hombres, sino que también de sus congéneres, que muchas veces dudan de las aptitudes de ellas para ejercer correctamente la medicina general o sus especialidades, esto de parte de médicos, enfermeros y demás tipo de personal, inclusive de los pacientes.
Lo anterior obliga a que las mujeres tengan que trabajar el doble para poder demostrar sus capacidades a su equipo de trabajo y colegas, y así estar en posibilidad de ir escalando peldaños que deberían de obtenerse por los mismos méritos que cualquiera.
Hoy en día, cuando menos en las universidades públicas del Estado, acceder al estudio de la medicina resulta teóricamente idéntico para hombres que para mujeres. Esto es debido a que los lineamientos, requisitos y exámenes no distinguen sexo para ello. No obstante lo anterior, todavía existen catedráticos que marcadamente se inclinan por tener entre su alumnado preferiblemente a hombres que a mujeres, y a estas últimas les tienen un trato que logra denostarlas.
De dicha igualdad puede darse cuenta en los porcentajes de estudiantes de la carrera de medicina divididos por género, que se equiparan cerca del 50% para cada sexo. Creo que esto que es algo que cabe destacarse, pues inclusive hay escuelas de medicina en las que la población femenina sobrepasa a la masculina y, por tanto, al egresar se tiene a más médicas que médicos. Circunstancia de por sí loable.
Lo anterior resulta ser clave para el desarrollo de las médicas residentes, pues hoy en día las estructuras organizacionales de la sociedad tienen como fin un éxito a veces malentendido, basado en la competencia y liderazgo, en los que las atribuciones como agresividad y decisión son claves para sobresalir. De igual forma, se ha formado un estereotipo en el que, generalmente el hombre, soltero o que tiene una pareja que le permite dedicar más tiempo al trabajo, que tiene buenos ingresos, es el ideal de éxito a obtenerse.
Habiendo ingresado a estudiar en las universidades, así como cursar la carrera, sin tomar en cuenta lo mencionado en supra líneas, no representa mayor dificultad visto desde una perspectiva de género, salvo porque hay quienes sostienen que si las mujeres estudian medicina, deben de olvidarse de aspirar a ser madres de familia, ya que “no resulta compatible”. Esta creencia lamentablemente permea bastante en el ámbito médico, pues tanto hombres como mujeres siguen muchas veces sosteniendo dicha falsa incompatibilidad.
Lo complicado resulta particularmente en el desarrollo profesional posterior, es decir, en la especialización de las médicas. Su primera dificultad llega al momento de tener que elegir qué harán después de haberse graduado como médicas generales, pues las opciones, aunque son varias, pueden reducirse en virtud del género.
Una de las alternativas que muchas veces se les presenta por parte de familiares, amigos, colegas y demás, es la de quedarse como médicos generales y conseguir un trabajo que le permita conseguir una pareja, contraer matrimonio, tener una familia y hacer juego entre esas actividades.
La siguiente opción es llevar a cabo algún curso o diplomado que le separe del grupo de médicos generales, pero que no implique tantos años de estudio, para que termine joven, pues de por sí la carrera de medicina requiere de siete años de preparación, la especialidad le sumaría entre tres y ocho años más, dependiendo de la especialidad y/o subespecialidad, distando de su periodo núbil.
La elección que sería la que le diera mayor crecimiento académico implicaría sí seguir con el estudio de una especialidad, pero que en su elección se tuviera la consideración de inclinarse por alguna que fuera de menor tiempo, o bien, algo relacionado a las mujeres, particularmente ginecología, obstetricia, dermatología, pediatría, entre otras.
Esto se puede apreciar después de que las médicas aplican el Examen Nacional de Residencias Médicas, que aplica a nivel nacional la Comisión Interinstitucional para la Formación de Recursos Humanos para la Salud, que en términos de género no tiene distingos. Posteriormente, al resultar seleccionadas dentro de la especialidad que hubiere sido de su elección, deben de acudir a distintos nosocomios a buscar su aceptación por parte de un consejo que conforman especialistas en esa materia y es ahí cuando muchas veces sin mediar explicación les rechazan y llega a suponerse que están influenciadas por género; inclusive existía una práctica bastante común en la que las mujeres para ser aceptadas se comprometían expresa y formalmente a no resultar embarazadas durante su residencia médica, so pena de ser expulsadas.
Definitivamente la mujer sufre dentro de la residencia discriminación por razón de género, limitación en su desarrollo, prohibición o discriminación por embarazo y familia (pues el estar casada es factor determinante para que sean rechazadas o relegadas); en ocasiones inequidad salarial o de posiciones dentro del mismo grupo de trabajo e inclusive se han reportado casos de hostigamiento sexual.
Una circunstancia que afecta a todos los médicos residentes es la incertidumbre por su estatus jurídico, esto ocurre para todos, pero es particularmente en detrimento de las mujeres, por su extremadamente acotado campo de acción y reacción ante la presencia de cualquiera de los abusos o discriminaciones de los que se ha hablado. Esto es, al no tener clara su situación jurídica como residentes, no saben si su relación tiene una naturaleza meramente académica, laboral, administrativa; y por ende, no se tienen definidos mecanismos para que presenten las quejas o denuncias pertinentes por sufrir alguna molestia en razón de su género.
El ejercicio profesional del médico en el sistema nacional de salud se regula en gran parte por la legislación administrativa. Esta materia ofrece grandes bondades poco utilizadas en la prevención de la responsabilidad profesional, ya que en la mayoría de los casos sólo se utiliza en procedimientos administrativos en contra del médico.
Hoy en día no tendríamos que estar fundando jurídicamente la base por la que los hombres y las mujeres somos iguales, en una sociedad civilizada y en progreso moral. Sin embargo, al estar en vías de desarrollo, nos encontramos todos los días con situaciones que dan cuenta de que la discriminación particularmente por género, sigue ocurriendo más de lo que podríamos pensar. Yo hablo en este ensayo únicamente de lo que tiene que ver con lo que sufren las médicas residentes, pero en cada área profesional se podrían tener ejemplos cotidianos del machismo que permanece vigente.
La mujer ha obtenido su reconocimiento por sus méritos en el campo de las ciencias, no por el hecho de ser mujer, y así se ha ido abriendo camino en el sendero de la profesionalización médica.
Los médicos residentes están en un limbo jurídico que les mantiene inciertos y esto afecta directamente sus derechos personales, pues no tienen claro dónde están ubicados legalmente y ante quién deben de acudir para agotar sus exigencias, ya que no hay las instancias definidas en el marco normativo aplicable.
Esta situación tiene una repercusión sumamente considerable para las mujeres en lo particular, ya que si no conocen la naturaleza jurídica a la que obedecen, menos pueden defenderse de la discriminación y acoso de los que son víctimas constantemente.
Por su parte, las médicas generales deben de encontrar el apoyo en su entorno, para definir con un escrutinio interior qué es lo que más les conviene para su especialización, sin que ninguna de las alternativas resulte más trascendente que otra, toda vez que cada persona tiene la oportunidad de procurar lo que considere mejor para sí.
Es sumamente importante concientizar la equidad en el ámbito médico tanto en hombres como en mujeres, para buscar un cambio de actitud en el que se reconozca la capacidad de las mujeres y permitirles desarrollarlas.
Las jornadas de los médicos residentes en general son sumamente pesadas, por lo que se debe de procurar su disminución, tanto para mujeres como para hombres, porque esto permitiría un equilibrio entre la vida laboral y académica, con el descanso, la persona y la familia.
Finalmente, creo que se está avanzando en este rubro por el buen camino, aunque el tramo por recorrerse es bastante largo, se debe brindar la oportunidad y reconocimiento a las mujeres, así como el respeto, para que puedan desarrollarse profesionalmente como médicos.
Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ilayali G. Labrada Gutiérrez