El reconocimiento de gobierno en las relaciones internacionales. A propósito de Venezuela
Publicado el 13 de febrero de 2019
Manuel Becerra Ramírez
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
manuelbramirez5@hotmail.com
En las relaciones internacionales se entendería que el cambio de gobiernos por la vía constitucional no representa ningún problema y lo que exige a los demás miembros de la comunidad internacional es una continuidad en sus relaciones internacionales y un respeto a las autoridades así elegidas. Pero no es así cuando hay una ascensión al poder por la vía no constitucional; ante tal situación, la doctrina y práctica del derecho se plantean el “reconocimiento de gobiernos”
En términos generales, el reconocimiento de gobierno podemos definirlo como la manifestación de voluntad que hace un Estado o grupo de Estados mediante la cual verifica la constitucionalidad de un gobierno o no, y que tiene como efecto la continuidad o no de las relaciones entre los Estados.
Por ser el reconocimiento un acto político de carácter unilateral (aunque puede ser de carácter colectivo, como ahora sucede con la Unión Europea), en algunos casos puede estar supeditado a condicionamientos, lo que trae cierta perversión política en esta práctica. Es por eso que en el siglo pasado, uno de los brillantes diplomáticos de nuestro país, don Genaro Estrada, expuso la doctrina que lleva su apellido: doctrina Estrada.
Si bien esa doctrina era vaga y resultó en su aplicación inconsistente (quizá estaba en su esencia serlo) ahora es útil recordarla para constatar que ya desde el siglo pasado México le había puesto “el cascabel al gato”, pues se había dado cuenta de que el reconocimiento puede ser una práctica que se presta a la manipulación, en la intensa política internacional, y en ese sentido parece que las cosas no cambian. Pero hay que subrayar que, pensamos, aquí no se está reviviendo la doctrina Estrada, que murió hace rato con los gobiernos panistas.
Por otra parte, el caso de Venezuela tiene esos componentes de manipulación política alrededor del reconocimiento. Nos encontramos ante una situación difícil, complicada para nuestro continente, y otra vez, como fue en algún momento de la historia de nuestro país, en un momento muy delicado.
Precisamente ahora, el único gobierno legalmente elegido en Venezuela es el de Nicolás Maduro; la oposición no quiso participar en las elecciones, alegando innumerables vicios en la preparación de las elecciones. El hecho es que millones votaron a Maduro.
Ahora bien, la acción del Grupo de Lima, ahora con Estados Unidos, lo único que ha venido haciendo es servir de grupo de presión para que Maduro renuncie a la Presidencia, y en un último momento ha servido para darle cauce a la autoelección de Juan Guaidó como presidente, lo que a todas luces es ilegal.
En efecto, el autoproclamado presidente invoca a la Constitución, en los artículos 233 y 333; pero de una lectura simple de ellos se puede desprender que para nada tiene fundamentación su postura. Analicemos sólo el artículo 233, que es el detonante de un cambio de presidente.
De acuerdo con ele artículo 233, las faltas absolutas del presidente o presidenta de la República son las siguientes:
• Su muerte,
• Su renuncia, o
• Su destitución decretada por sentencia del Tribunal Supremo de Justicia;
• Su incapacidad física o mental permanente certificada por una junta médica designada por el Tribunal Supremo de Justicia y con aprobación de la Asamblea Nacional;
• El abandono del cargo, declarado como tal por la Asamblea Nacional;
• La revocación popular de su mandato.
Como se ve, ninguna de estas causas se ha dado en el caso de Venezuela con Nicolás Maduro.
Ahora bien, respecto al reconocimiento que hacen varios Estados a Juan Guaidó, en América sobresalen Estados Unidos, Canadá y los latinoamericanos: Colombia, Argentina, Brasil, Perú, Paraguay, Chile, Costa Rica, Guatemala, Ecuador Honduras y Panamá. Por otra parte, a Nicolás Maduro lo siguen considerando presidente decenas de Estados, entre los que sobresalen: China, Rusia, Irán, Turquía, México y Uruguay; la Unión Europea, cauta, se mantiene en observación.
Evidentemente se está produciendo con Venezuela una tensión internacional en donde las grandes potencias del siglo XXI se enfrentan como en los viejos tiempos de la Guerra Fría.
Además, al interior de Venezuela se está dividiendo más a la población y la pone en el precipicio de una guerra civil o una invasión de los Estados Unidos. Desde el punto de vista del análisis de las relaciones internacionales, es posible prever que Estados Unidos busque un nuevo escenario de guerra, después de sacar su ejército de Siria, en donde supuestamente venció a ISIS, por eso no es descabellado pensar que ese escenario de guerra pueda ser Venezuela.
Es por eso que la postura diplomática de México ahora es fundamental. En buen momento nuestro país se hizo a un lado de la corriente dominante del Grupo de Lima, que más que ser un grupo que busca resolver el conflicto que existe en el país sudamericano, parece avivarlo. Por eso la iniciativa de las últimas horas, hecha junto con Uruguay, abre en este momento una rendija en donde está un hilo de luz en la oscuridad del conflicto venezolano.
En efecto, después del rápido reconocimiento de Donald Trump, vía mensaje de Twitter, a Juan Guaidó, la histeria entre los críticos al gobierno del presidente mexicano se manifestó, exigiendo que el gobierno de AMLO reconociera a Guaidó, alegando los derechos humanos; y es precisamente que para proteger a la población venezolana es necesario que la disputa por el poder se resuelva por vías pacíficas y democráticas y no en un baño de sangre como se vislumbra. De ahí la importancia de la mesura y la sabiduría con que actúe el gobierno actual.
Por eso, el comunicado conjunto México-Uruguay, en la noche del jueves 24 de enero de 2019, en el que hacen “un llamado a todas las partes involucradas, tanto al interior del país como al exterior, para reducir las tensiones y evitar una escalada de violencia que pudiera agravar la situación” y en la que están a favor de una “solución pacífica y democrática”, y con ese fin proponen un nuevo proceso de negociación “incluyente y creíble, con pleno respeto al Estado de derecho y los derechos humanos”, es sumamente plausible y más cuando el presidente Nicolás Maduro afirmó: “Les digo públicamente que estoy de acuerdo”.
Indudablemente, éste es sólo otro capítulo del conflicto de Venezuela, y como se han sucedido las cosas, esperamos que sean muy intensos; en donde México-Uruguay ahora juegan un papel muy importante para detener una embestida contra Venezuela que ponga al país sudamericano en un conflicto bélico de consecuencias más graves.
Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ilayali G. Labrada Gutiérrez