Edgar Morin: el pensador “complejo”
Publicado el 19 de marzo de 2019
Jorge Alberto González Galván
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
jagg@unam.mx
Acabo de escuchar en Radio France (el 1 de marzo de 2019) una entrevista a Edgar Morin donde Adéle Van Reth, en su programa “Los Caminos de la Filosofía”, le preguntó ¿cómo se definiría? Contestó que como un “parafilósofo”, como un filósofo “en estado salvaje” (primitivo, al aire libre, sin reglas), como un intruso, diría yo, de la disciplina. Porque el filósofo de oficio, dijo, se dedica sólo a hacer preguntas sobre su disciplina, en cambio le han interesado más las respuestas a través de proponer la manera adecuada de analizar la realidad y así encontrar el conocimiento que la explique y mejore.
En su primer libro sobre la muerte, por ejemplo, analizó las diferentes culturas y encontró una respuesta paradójica: rechazo y seducción (impotencia terrenal y justificación divina). En la desintegración o aislamiento de las disciplinas encontró la causa a la falta de explicación dinámica de la vida y la sociedad, cuyo efecto es la desigualdad entre un desarrollo tecnológico fuerte y un desarrollo humano bajo. Propone, en consecuencia, un trabajo científico sin fronteras disciplinarias, es decir, “complejo” (donde lo original y diverso de cada disciplina coexistan).
Se declara, por ello, admirador del pensamiento de las contradicciones de Pascal y Hegel. El primero cuando propone que las partes no se pueden explicar sin el todo (y viceversa) y el segundo cuando afirma que a toda tesis se le debe agregar su antítesis, para encontrar su síntesis (dialéctica). Lamenta que sus posturas políticas contenidas en su libro La voz no sean atendidas por los políticos franceses y que a pesar de tener publicadas muchas obras, sea más conocida, por ejemplo, sólo Ciencia con conciencia. En el extranjero, sin embargo, se han traducido sus libros y ha recibido una treintena de doctorados honoríficos. Se ha vuelto tuitero: disfruta sentenciar y ser seguido.
La orfandad y la guerra influyeron en su sensibilidad y prácticas artística y política: siempre desde el rigor académico y el activismo social. Anarquista y comunista en su juventud, rechazó la dictadura estalinista. Escribe ahora sus memorias para “resucitar” a sus amigos con afecto. No hubo preguntas sobre la realidad francesa del momento (el movimiento de los llamados “chalecos amarillos”, por ejemplo). Tiene fe (la palabra es mía) en la llegada de un mesías, que como Carlos Marx, en el siglo XIX, catalice las ideas y organice teóricamente el cambio social esperado (como, en su momento, profetizaron, digo yo, Rosa Luxemburgo, Hanna Arendt y Simone Weil). “¿Se ve como mesías del siglo XXI?”, le preguntan. “No”, responde, “me veo más bien como Juan, el Bautista”.
¿Por qué esta apretada, inmediata y libre reseña (de memoria)? Porque me considero deudor de la obra de Morin. Lo leí cuando hice mi tesis de doctorado en Francia y me influyó para contextualizar mi tema en su dinámica interdisciplinaria (compleja): el derecho indígena teórico, histórico y legislativo (periodos prehispánico, colonial, moderno y contemporáneo). Vino a la Ciudad de México a dar un ciclo de conferencias en la Universidad Iberoamericana y en un receso me acerqué y le agradecí su obra: le mostré su influencia en mi tesis ya publicada, la cual le regalé: “El Estado y las etnias nacionales en México. La relación entre el derecho estatal y el derecho consuetudinario” (ahora en su segunda edición como El Estado, los indígenas y el derecho). Me dio las gracias y no tuve otro acercamiento personal.
Como docente de la materia Metodología de la investigación jurídica he incorporado en un capítulo de mi libro La construcción del derecho: métodos y técnicas de investigación y enseñanza, su propuesta de estudiar cualquier disciplina de manera interdisciplinaria a través del “método (que yo llamo) de la complejidad jurídica”: respetando la originalidad de los métodos propios de cada disciplina, aprovechando sus complementariedades y canalizando las contradicciones a través del diálogo (con las fuentes y sus autores), de manera respetuosa y propositiva.
La entrevista estuvo acompañada de canciones y cortos de películas que marcaron su vida y que comentó emocionado. La nostalgia, dijo, no es sinónimo de tristeza, porque la debemos asociar siempre a la alegría: “recordar es vivir”, diríamos en México. Larga vida, maestro.
Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero