La guerra de los discursos: 100 días del gobierno de AMLO

Publicado el 21 de marzo de 2019

Víctor Manuel Rangel Cortés
Posdoctorante en la Facultad de Derecho, UNAM
email vrangel1982@gmail.com
twitter @VictorMRangel

En 2018 México vivió uno de los momentos más importantes de su historia. Se concretó algo que muchos no imaginábamos, la llegada de un partido distinto a los tradicionales a la Presidencia de la República. En esos días, llegó a la memoria de muchos aquel año 2000 en el que Vicente Fox era el símbolo del cambio positivo en la vida política de nuestro país.

El arribo de Andrés Manuel López Obrador ha sido una dosis de aliento y esperanza para una buena parte de mexicanos ante las pésimas administraciones del PAN y el PRI. Así, por el bien de la nación esperemos que la desilusión y el caos que heredó Vicente Fox en 2006 no se repitan en 2024.

De esta manera, el nuevo gobierno ha llegado a sus primeros 100 días en medio de una guerra de discursos. Por un lado se encuentran aquellos que deben defender a la nueva administración (tal y como sucedía con los presidentes anteriores). En el otro bando se encuentran los que se supone debieran ser oposición y están en contra de todo a como dé lugar (tal y como sucedía con los partidos de oposición anteriores).

El discurso político tiene como propósito la construcción cognitiva de la realidad. En otras palabras, el sistema político emite una serie de comunicaciones para generar en el ser humano una realidad que, posiblemente, sólo existe en el mundo de las ideas, por eso es cognitiva. En el ámbito de la política, el propósito de esto es acceder al poder, ya sea para forzar a la administración a lograr acuerdos o para ganar aceptación dentro de los votantes. Infortunadamente, en la mayoría de los casos no se pondera el bien común.

A pesar de contar con una legitimidad absoluta, el presidente López Obrador ha sostenido un discurso que reitera o hace énfasis en los actos de corrupción de las administraciones pasadas.

Sobre todo, ha hecho énfasis en los periodos de Fox y Calderón. ¿Qué objetivo persigue con esto? Si bien es cierto que es difícil definirlo a la distancia, es posible decir que el nuevo presidente sabe de la dificultad que implica producir un cambio real en el gobierno de forma inmediata. Esto generaría desconfianza, razón por la que, tal vez, necesita insistir en los errores del pasado.

Es cierto que tiene razón cuando alude a la ineficacia de gobiernos anteriores, también lo es que no puede abusar de esta estrategia. Se debe enfocar en solucionar los problemas que aquejan a México y no en una competencia con los presidentes del pasado. Además, debe evitar las acusaciones a diestra y siniestra, mejor sería sancionar a los responsables que él mismo señala.

Daría mejor resultado comunicar de forma clara y precisa cuáles son los motivos económicos, políticos y jurídicos que implica cada una de sus acciones.

Por otra parte tenemos a la oposición ridícula y peligrosa, por cierto.

Es ridícula porque en especial el PAN no se ha dado cuenta de que la gente no lo quiere. Cada acusación que hace en contra del presidente López Obrador sí que da risa. Hablan de corrupción y es lo que más hicieron. Señalan incapacidad y esa es su esencia. Pareciera que el PAN no se ha dado cuenta de que gracias a sus gobiernos desastrosos llegó AMLO a la Presidencia. Piden contrapesos y nunca lo fueron con el PRI.

Acción Nacional no tiene calidad moral para construir un discurso en el que intentan crear la idea de ser salvadores de la patria. En cuanto al PRD, parece que le valdría más ser un brazo más del PAN.

Igualmente, tenemos a los ex presidentes Fox y Calderón, quienes a través de las redes sociales tienen un feudo encarnizado con López Obrador. Tan solo el primero de ellos emite cada minuto un Twitter en contra del presidente, incluyendo arengas revolucionarias. Calderón, obviamente, intenta defender políticas que se iniciaron en su sexenio, por algo perdió la presidencia con el PRI.

Ninguno de los ex presidentes se ha percatado de que si ellos hubieran hecho un papel medianamente digno, el PAN habría gobernado más tiempo.

¿Por qué están tan enojados en la oposición con López Obrador? La respuesta es muy fácil. Desde Salinas y Zedillo el partido en el gobierno se vio obligado a negociar las reformas con los partidos de oposición. Cuando decimos “negociar” nos referimos a compartir el poder. Incluso Peña Nieto, a través del Pacto por México, pudo negociar reformas importantes para él. El problema ahora es que López Obrador, gracias a su mayoría en el Congreso y en las gobernaturas, no tiene que negociar con partidos como el PAN. De hecho, hay que recordar que este partido, gracias a la negociación de poder político con el PRI, validó el supuesto fraude electoral de 1988.

De esta manera, al quedar fuera de las cuotas de poder, los partidos de oposición como el PAN reaccionan con un discurso violento que pretende construir la imagen de un dictador. Tal y como lo hacía, por ejemplo, el PT cuando no representaba nada en el escenario político.

Entonces, la estrategia panista es tomar temas que llegan al corazón como el de las mujeres y los niños. Obviamente, son temas con poco margen de error para la administración. Sólo habría que recordarle al PAN que muchas de sus reformas y políticas públicas eran inviables, pero por dar gusto a lo “políticamente correcto” su aplicación fue ineficaz. Además, que todos los que han trabajado en ese partido saben que lo que menos les importa es respetar los derechos humanos.

El discurso más sensato de la oposición es el del PRI. Más mesurado y da la impresión de que ante la catástrofe que vivieron en 2018 están en un periodo de reflexión y de reagrupamiento, en lugar de entrar en un enfrentamiento del que saldrían perdedores.

Igualmente, algunos periodistas y empresarios están molestos. De esto tiene responsabilidad el presidente; sin embargo, hay que resaltar que los que están molestos son los consentidos por las administraciones anteriores y que han visto afectados sus intereses.

De hecho, el gran ganador de toda esta guerra de los discursos podría ser el PRI por su fortaleza como maquinaria política.

Entonces, una buena parte de los primeros 100 días del gobierno de López Obrador se centra en el posicionamiento de discursos en los que cada actor político intenta construir una realidad con el objetivo de conservar o acceder a una cuota de poder. Una guerra que por ahora ha ganado el nuevo presidente.

Formación electrónica e incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ, BJV
: Ilayali G. Labrada Gutiérrez