Perfilar perfiles1

Publicado el 25 de marzo de 2019


César Astudillo

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
emailcesar@unam.mx
twitter@CesarAstudilloR

No cabe duda que quien no haya estudiado derecho puede tener la habilidad de redactar leyes impecables o de expresar un inmejorable sentido de la justicia, y que quien carezca de conocimientos científicos tenga el pulso para realizar un importante descubrimiento o para escribir un libro que supere en ideas a cualquier académico.

Si bien hay casos excepcionales producto de la lotería natural de la vida, lo cierto es que cada actividad humana encuentra su debida realización cuando detrás de ellas hay personas que se han preparado para asumirlas. El espacio público no es ajeno a esta máxima. Nada tiene de particular, en este sentido, que bajo su expectativa ordenadora del Estado, haya instituido los requisitos a satisfacer para acceder a las distintas responsabilidades gubernamentales.

Los puestos políticos lejos están de enfatizar una instrucción determinada y se sustentan en requisitos que aseguren cierta oriundez y representatividad. Los cargos administrativos, en cambio, tratan de acercar la formación universitaria al ámbito en el que habrán de desempeñarse. La función judicial y los órganos autónomos piden un elevado número de exigencias, pues no se conforman con requerir conocimientos especializados, sino que se empeñan en verificar la suficiente lejanía con el ejercicio de la actividad política, para que dichos antecedentes no contaminen las funciones técnicas.

En lo que no hemos reparado es que con independencia de si las responsabilidades públicas son altas, intermedias o incluso humildes, no basta con satisfacer los requisitos legales, sino que resulta imperioso reivindicar la importancia de los perfiles, o lo que es más, exigir la idoneidad de quienes son promovidos para cada cargo, ya que toda función del Estado necesita del personal adecuado, en donde cada uno sea portador de cualidades personales que satisfagan los requerimientos institucionales y las expectativas de gobierno. No es lo mismo estar dentro del universo de personas que cumplen con los requisitos previstos para una responsabilidad pública, que formar parte de un más acotado grupo de hombres y mujeres que ostentan las virtudes que se necesitan en cada caso.

Un país con tanto que ofrecer necesita de ciudadanos altamente capacitados y dispuestos a emplear sus conocimientos, energías y experiencia en favor de un desarrollo que no solo es necesario sino urgente. Para alcanzarlo, es imprescindible poner a cada quien en su sitio, tanto en el nivel como en la tarea asignada, no solamente como un acto de justicia para aquellos que desde el contexto con el que están familiarizados busquen entregar lo mejor de sí, sino como una garantía para todos los mexicanos, que nos transmita confianza en que tendremos un gobierno de calidad, que brindará resultados satisfactorios en el menor tiempo posible.

Cuando ello no ocurre, quienes dejan que se les proponga se exhiben ellos mismos o son exhibidos por las redes sociales, y cuando logran aterrizar en los puestos difícilmente aportan algo. Quienes los proponen dentro de ternas, nominaciones individuales o designaciones directas a sabiendas de que no cuentan con los atributos personales para el encargo, confirman su predilección por la discrecionalidad, su poco aprecio por las instituciones y su pretensión de politizarlas, sin advertir que, en el fondo, se están haciendo un flaco favor al permitir que la realización de sus promesas de cambio dependa de funcionarios no competentes.

Luego de cien días de la presente administración nos damos cuenta que hasta ahora, con importantes excepciones como las del servicio exterior, poco importan los perfiles. Más aún, parece quedar claro que son dos los criterios que permiten el acceso a los cargos públicos: haber colaborado activamente en la campaña electoral, y tener total cercanía política o afinidad ideológica con el presidente de la República y su partido político.

Nadie objeta que después de unas elecciones en las que simpatizantes y militantes aportaron su tiempo, su esfuerzo y hasta sus recursos se vean recompensados con puestos en el gobierno. Lo que es contraproducente es que el acomodo de perfiles eminentemente políticos se pretenda llevar incluso a aquellos espacios que requerirían un mínimo de sofisticación y experiencia.

La colonización de la administración pública, el Congreso, el Poder Judicial y las instituciones autónomas está en marcha dentro de un esquema de dominación política que ha facilitado la tarea, porque se aparta de una lógica de las cuotas que ya no es necesaria en la medida en que los votos de MORENA son suficientes para ir acomodando incondicionales por todas partes. Nada distinto a lo que hicieron las administraciones pasadas del PAN y el PRI.

Hasta ahora, la expectativa de cambio no ha llegado y probablemente no llegará al ámbito de las designaciones. Si todo sigue como hasta ahora, las transformaciones impulsadas mediante decisiones sustentadas en una fortaleza técnica y una neutralidad ideológica seguirán aguardando mejores tiempos y nuevos liderazgos.


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización de el autor, publicado en El Universal, el 15 de marzo de 2019.

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