Colombia y la “economía naranja” de Iván Duque

Publicado el 30 de abril de 2019

Hernán Alejandro Olano García
Profesor titular en la Institución Universitaria Colegios de Colombia, UNICOC;
director del Centro de Ética y Humanidades en la Universidad La Gran Colombia;
profesor de cátedra en la Universidad Militar Nueva Granada de Cajicá y en la
Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco de Paula Santander”
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La economía naranja busca que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales cuyo valor esté depositado en la propiedad intelectual, lo cual se divide en dos componentes: i) la economía cultural e industrias creativas, en cuya intersección se encuentran las industrias culturales convencionales, y ii) las áreas de soporte para la creatividad.

Según el BID, tan sólo el 1,77% de las exportaciones de bienes creativos mundiales se originan en Latinoamérica y el Caribe, no obstante que es un eje de desarrollo para la creación de empleos y riqueza en lo que debería ser la base de una “revolución naranja” que haga de nuestros países un imperio de la creatividad, particularmente teniendo en cuenta que en la región hay 107 millones de jóvenes entre los 14 y los 24 años, edad y grupo fértil para el fortalecimiento de lo que debe ser la economía del futuro, también llamada “economía del consumo” de bienes, servicios y experiencias alrededor de la economía naranja, que además busca cerrar las brechas sociales acercando a las personas privilegiadas con las más humildes hacia la integración social y la transformación de bienes y servicios simbólicos en beneficio de la sociedad, como lo quiso John Howkins, el británico que se inventó el término de la “economía naranja” como una oportunidad infinita en las industrias creativas.

Iván Duque y Felipe Buitrago, desde sus tiempos del BID, hablaban de “retener, atraer, capturar y reproducir el talento de un segmento de la población que por lo general se encuentra subvalorado socialmente y [es] pobremente remunerado económicamente”. Sin embargo, las instituciones encargadas de la promoción de las industrias culturales requieren bastante apoyo jurídico.

La economía naranja de Iván Duque conjuga la inteligencia social, que es la de las emociones, o la que ofrece experiencias, uniendo varios elementos como la ciencia, el arte, la tecnología y la creatividad, e incluye además turismo cultural, ecoturismo, deportes, literatura, productos audiovisuales, contenidos multimedia, agencias de noticias, arquitectura, artes visuales y escénicas, artesanías, cine, creación y diseño, juegos y juguetes, moda, música, creación publicitaria, desarrollo de software, radio y televisión y videojuegos; en fin, multiplicidad de bienes y servicios creativos que son conocidos como “mentefacturas”, expresión de la riqueza del capital humano como nuevo factor para medir la riqueza de los países.

En Colombia, la “Ley Naranja” núm. 1834, de 2017, que propende por la política integral de la economía creativa o “política naranja”, busca la participación plural y equilibrada entre actores públicos y privados, sociales, gremiales y asociativos a través del ente coordinador de la “economía naranja”, que es el Consejo Nacional de la Economía Naranja-CNEN, consolidado por decreto 1935 del 18 de octubre de 2018 como organismo asesor y consultivo del gobierno nacional, encargado de formular lineamientos generales de política y coordinar las acciones interinstitucionales necesarias para la promoción, defensa, divulgación y desarrollo de la economía creativa y la promoción del sello “Creado en Colombia”.


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