Después de la tormenta: reorientar la política exterior de México

Publicado el 18 de junio de 2019


Manuel Becerra Ramírez

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email manuelbramirez5@hotmail.com


El asunto de la amenaza del aumento de las tarifas comerciales como una sanción contra México por parte del gobierno de Estados Unidos, concretamente de su presidente Donald Trump, de manera unilateral, es una clara violación del derecho internacional, ya que la relación comercial está sujeta a un Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que desde su entrada en vigencia, en 1994, es el marco jurídico que regula las relaciones comerciales de ambos países.

Por supuesto, el TLCAN no contiene la posibilidad de que se dicten sanciones comerciales por asuntos de carácter migratorio, que rebasan los marcos de dicho Tratado.

Por lo tanto, el episodio de la negociación entre México y Estados Unidos para evitar semejante amenaza de aumentar gradualmente los aranceles a los productos de provengan de México, y su resultado que dio pie al Acuerdo del 8 de junio, es necesario analizarlo a la luz del derecho internacional para proyectar en lo futuro la política exterior de México basada en principios y en el derecho internacional, buscando espacios para negociaciones futuras que permitan vacunarlos de los embates de un vecino que no respeta la normatividad internacional.

El presidente de los Estados Unidos no tiene facultades para dictar sanciones comerciales

Aun en una mirada rápida y superficial en el derecho estadounidense es posible detectar inconsistencia legal en la amenaza del presidente Trump. Los expertos en derecho estadounidense establecen que en un sistema de división de poderes, como el del país norteño, el presidente no puede de manera unilateral dictar ese tipo de sanciones de carácter económico contra México a menos que pueda hacerlo con base en las facultades extraordinarias, la International Emergency Economic Powers, de 1977, que le permitirían dictar medidas económicas. Pero eso es un asunto de derecho interno, que correspondía atacar a los mismos ciudadanos de ese país, en el marco de su sistema jurídico.

Violación del principio de cumplimento de buena fe de los tratados internacionales

Desde la perspectiva internacional, la amenaza del presidente estadounidense viola el derecho internacional comercial, concretamente en el caso de México el Tratado de Libre comercio de América del Norte, y el tratado de Marrakech, que como sabemos da vida a la Organización Mundial del Comercio (OMC).

El presidente estadounidense amenazó por la vía de un tweet el día 30 de mayo, de imponer un arancel del 5% a todas las importaciones de bienes desde México a partir del 10 de junio. Además, ese arancel aumentaría constantemente hasta llegar al 25%, y se mantendría hasta que se detenga la “inmigración en la frontera sur”.

Como se ve, es claro que esta amenaza constituía una violación a tratados comerciales que establecen el libre comercio. Aumentar los aranceles de manera unilateral, sin una causa derivada del TLCAN, constituía una violación al derecho de los tratados.

Así, la decisión presidencial y la aplicación de tal disposición violarían los artículos 26 y 27 de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados de 1969,1 de la cual, como sabemos, no son parte los Estados Unidos; sin embargo, se le aplica en virtud de que son normas de carácter consuetudinario y es más son la base del sistema jurídico internacional.

La decisión del presidente de los Estados Unidos, en caso de que se hubiera aplicado, violaría uno de los principios fundamentales del derecho internacional, el principio pacta sunt servanda, que establece que los Estados de la comunidad internacional deben de cumplir los tratados internacionales de buena fe. Este principio es esencial, sin él se destruye el orden internacional.

¿De qué serviría dedicar tanto tiempo, recursos humanos y materiales para negociar los tratados internacionales, si no se cumplen? El cumplimiento de buena fe de los acuerdos internacionales permite relaciones pacíficas, ordenadas, seguras, sin que existan guerras entre los Estados. Lo cual es válido y útil para todos los Estados, chicos, grandes, no importando su sistema y orientación política.

En suma, el principio pacta sunt servanda es la base de la seguridad jurídica internacional y la convivencia pacífica entre los Estados que contraen obligaciones convencionales; esto, independientemente de que es la base de la cooperación internacional.

Ahora bien, la decisión unilateral de aumentar los aranceles, de manera progresiva, del comercio entre los dos Estados, en contravención del TLCAN y OMC, traería consecuencias jurídicas; en principio, ambos tratados tienen sistemas de solución de controversias que no son ajenos a México, pues varias veces se ha litigado en estos foros.

El problema con los Estados Unidos es que es un país que en algunas ocasiones no cumple sus obligaciones internacionales, alegando su normatividad interna. Lo cual ya vimos que el derecho internacional no lo permite. Estados Unidos es una gran potencia económica-militar que se da el lujo de no cumplir, en algunas ocasiones, el derecho internacional en total impunidad. Hay algunos casos dramáticos para México, como el incumplimiento del fallo a favor de México en un panel de solución de controversias del TLCAN en el asunto de la transportación mexicana en el territorio de los Estados Unidos, que duró 15 años y que este Estado no cumplió. Otro caso, ahora de derechos humanos, es el caso Avena; un caso ante la Corte Internacional de Justicia en donde se dictó sentencia a favor de nuestro país sin que los Estados Unidos haya cumplido.

Estos dos simples ejemplos nos hacen ver que el intentar un remedio legal no ayuda mucho en un asunto de tanta importancia y urgencia como puede ser el aumento ilegal de aranceles en una economía que ya ha llegado a cierto nivel de imbricación.

Dentro de las medidas jurídicas se encuentra el de realizar represalias, que según el derecho internacional son medidas ilegales que se convierten en legales en virtud de constituir una respuesta a una medida ilegal anterior. México lo ha hecho anteriormente en el caso del transporte y en el caso del acero. Esto significaría también enfrascarse en una especie de vencidas con la gran potencia económica y sería peligroso porque pueden ir escalando las represalias recíprocas.

Simplemente veamos los ejemplos de la guerra comercial de China y Rusia, y ahora India, estallada con la unilateralidad sancionatoria de los Estados Unidos. Con lo cual se está reeditando una Guerra Fría no ideológica, gracias al gobierno estadounidense que dirige a la gran potencia como si fuera una agresiva empresa comercial.

Evidentemente, el gobierno mexicano no puede liarse a golpes con el grandulón agresivo del barrio, que sigue la máxima “quien golpea primero golpea dos veces”. La economía mexicana no tiene la fuerza suficiente para soportar una guerra comercial. Vimos en estos días cómo el peso se deslizó y las calificadoras internacionales calificaron a la baja al país.

Entonces, ante este panorama, ¿qué hacer? No había más salida que negociar en los términos que se realizaron. Aunque “el caso de la amenaza de los aranceles” mostró la debilidad de México en diferentes aspectos.

¿Qué base de negociación tiene México?

México se presentó a la negociación en la base de su fuerza moral y respeto por el derecho y con la esperanza de que los políticos internos, enemigos del presidente rijoso, pudieran parar la agresión, pero no más. México no se enfrentaba a una negociación como lo hacen los rusos o los chinos, que tienen una economía y una influencia mundial, y ni aun como lo hace Corea del Norte que negocia sentado en sus cohetes con ojivas nucleares.

La argumentación de México fue: no aumentes los aranceles porque castigas también a tus consumidores, pues tenemos una imbricación del comercio que si aumentas aranceles al mismo tiempo aumentan los precios para tus consumidores. Lo cual es cierto, pero en una guerra comercial es como dejar comerse un peón, si mi objetivo (el de Estados Unidos) es comerme un caballo o la reina.

Ausencia de aliados internacionales

Fue muy interesante ver que, en esa azarosa semana, cuando la amenaza de la espada pendía sobre la cabeza de México no apareció ningún aliado u organismo internacional que saliera a la defensa o por lo menos se pronunciara. Ni aun su socio comercial Canadá dijo nada a pesar de que tiene interés por ser parte del TLCAN; la violación de este tratado merecía una reacción.

Eso significa que México cuenta con Canadá como un socio, pero no como un aliado. En este renglón tampoco es muy clara la política exterior de México hacia Canadá. Aparte de su relación comercial, en donde se venden productos, Canadá puede ser un aliado fuente a nivel de educación, ciencia y tecnología.

Evidentemente, en una situación como esta México necesita tener aliados y salidas alternativas a su comercio. En ese sentido, hay que recurrir a los tratados de libre comercio que tiene México celebrado desde la Alianza del Pacífico, el tratado de libre comercio con Europa, por mencionar los más significativos; México presume de tener firmados acuerdos comerciales con muchos países, es tiempo de sacar provecho de ellos.

Precisamente se debe de aprovechar este momento de crisis para diversificar el comercio exterior. Mucho se ha dicho y escrito para probar que la dependencia de un solo país en comercio es muy peligrosa y más cuando este socio comercial se guía por intereses de sus empresas, más que por la cooperación y el respeto del derecho internacional. Además, México debe recurrir a aliados, que ahora no son perceptibles. La vocación latinoamericanista y el cierto liderazgo que México tenía en la región se fue debilitando con la política neoliberal dominante a partir del presidente Salinas de Gortari, incluyendo a los dos gobiernos panistas, hasta el nivel de convertirse en “aliado” de los Estados Unidos.

Justamente, con la amenaza de aumento de aranceles el gobierno estadounidense da una prueba más de que no tiene amigos, ni menos ve a México como aliado, sino lo único que tiene son intereses y más en el momento de proselitismo electoral y necesitado de desviar la atención por problemas internos. Para eso, México se convirtió en villano favorito para el gobierno de Trump y amenaza con recurrir al mismo guion en el futuro.

Una política exterior activa ante un reacomodo del mundo

Por eso, la cancillería tiene una labor muy grande por delante. Debe desplegar una acción diplomática amplia y vigorosa. A nivel mundial es evidente que hay un reacomodo del mundo. Los actores más visibles son Estados Unidos, China, Rusia y Europa, pero en realidad hay un reacomodo global. En efecto, después del fin de la Guerra Fría, con el rompimiento del sistema bipolar, todavía no hay un reacomodo claro. Lo que parecía, en la década de los noventa, como un sistema con un solo centro hegemónico, Estados Unidos, ha sido una falsa percepción que ha echado abajo la irrupción del gigante económico, que es China. Por eso, la política exterior de los estadounidenses parece más bien una política de animal acorralado, que se defiende lanzando golpes a diestra y siniestra.

Por eso, mal haría México si se contentara en mantener y continuar la política neoliberal inaugurada con Salinas de Gortari, que toma el TLCAN como columna vertebral.

La dependencia económica, la sumisión en política exterior y modelo económico está delineado por ese tratado y en este momento ha dado una muestra del nivel de debilidad y dependencia en que México se encuentra frente a Estados Unidos.

Por supuesto, ahora sería un suicidio económico romper con el tratado de libre comercio, pero lo que aquí planteamos es quitar al T-MEC del centro de la economía. El margen de negociación para un acuerdo comercial que beneficie a un país en desarrollo como México fue muy poco; en realidad es un acuerdo de inversión para que las grandes empresas nacionales y extranjeras inviertan en el país y poco ha aportado al desarrollo del país. Eso es fácil de probar, sólo veamos el resultado de 25 años de TLCAN, en donde México se convirtió en un expulsor importante de trabajadores migrantes y una fuente de mano de obra barata. El presidente mexicano dio una cifra impresionante el día sábado que es motivo de reflexión: “En la actualidad, Estados Unidos tiene una comunidad mexicana formada por unos 36 millones de personas, de las cuales, 15 millones son nacidas en México”. La cifra es impresionante, y hay que tomar en cuenta que muchos de esos mexicanos salieron expulsados por el TLCAN, pues tuvieron que emigrar en busca de trabajo, o por mejor remuneración. Aquí, México ha perdido una gran fuerza productiva que va desde trabajadores del campo hasta profesionistas y científicos exitosos.

En el centro del desarrollo debe estar la educación y la inversión en ciencia y tecnología, cosa que no se ha producido con el modelo impuesto por el TLCAN, en donde se privilegia la protección de la tecnología de las empresas trasnacionales (vía propiedad intelectual, ligada a la inversión extranjera), pero no su trasmisión o su creación a favor de los mexicanos.

Precisamente, podemos ver como el otro socio del TLCAN, Canadá, si bien le importa, y depende en gran medida del TLCAN, estamos seguros de que no depende sólo de este tratado. Sus lazos comerciales están en Europa y Asia. La inversión de chinos e hindúes es evidente en este país que tiene una preocupación muy grande por desarrollar la ciencia y la tecnología, que también son una fuente importante de ingresos, por divisas de extranjeros que consumen conocimientos.

Cuando a principios de los noventa se pensó que el TLCAN iba a ser la locomotora que jalara al país, no se previó que en 25 años sería México un país atado a una potencia en declive, con millones de sus nacionales viviendo en el territorio estadounidense, con un gobierno que toma al país como parte de su territorio trasero.

Por eso, nunca es tarde, y ahora después de este susto es necesario reorientar la política exterior.


NOTAS:
1 Artículo 26. "Pacta sunt servanda". Todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe.
Artículo 27. El derecho interno y la observancia de los tratados. Una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado. Esta norma se entenderá sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 46 br>

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