Conciliar: México-Estados Unidos de América1

Publicado el 21 de junio de 2019

Javier Quetzalcóatl Tapia Urbina
Profesor de la Facultad de Derecho, UNAM, y del Posgrado de Derecho en el
Centro de Investigaciones Jurídico Políticas, de la Universidad Autónoma de Tlaxcala
email tapiaurbina@yahoo.com.mx
twitter@JavierQ_Tapia

Hace unos días el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, con su tradicional estilo explosivo a través de twitter señaló que impondría medidas arancelarias importantes a México, con objeto de que nuestro país haga su trabajo y “detenga” el flujo migratorio hacia la unión americana.

Las reacciones gubernamentales mexicanas no se hicieron esperar, y una estampida de información y especulaciones políticas y económicas inundaron los medios de comunicación y las redes sociales. Una comitiva encabezada por el canciller mexicano Marcelo Ebrard, Secretario de Relaciones Exteriores y otros altos funcionarios del gobierno del presidente López Obrador, partieron rumbo a la ciudad norteamericana de Washington D.C., para buscar -se dijo- conciliar intereses.

Sin embargo, al margen de las declaraciones, informaciones y estrategias políticas y económicas, debe reconocerse que la migración es un fenómeno social con el que la humanidad ha vivido durante todos los tiempos y en todos los rincones del planeta. Las causas buenas, malas, regulares o como sean, han variado de acuerdo a las circunstancias temporales de cada persona, país o región continental.

Las guerras y factores de desigualdad, discriminación y pobreza, son sólo algunas de las causas que han originado el desplazamiento y la migración de personas y comunidades enteras.

Cuando se trata este tema en el contexto internacional y particularmente de América Latina, se habla mucho sobre la idea de que los Estados Unidos son un país conformado fundamentalmente por personas migrantes, y en efecto eso indican los historiadores. Sin embargo, la realidad es que el mundo entero no ha escapado de este fenómeno y México, al ser país de tránsito hacia la nación norteamericana se encuentra natural y geográficamente imposibilitado para evitarlo.

¿Alguna solución certera a este fenómeno? Por supuesto, el control. Un fenómeno de esta naturaleza tan arraigado históricamente en la vida de las personas y países, es literalmente imposible evitarlo. Entonces lo único que parece tener sentido en un mundo globalizado es el control. Pero el control no significa necesariamente el endurecimiento de las medidas o posturas de los gobiernos.

Las medidas de política pública no se crean sólo para instaurar mecanismos o instrumentos reactivos que atiendan a este grupo de población considerado por la legislación mexicana como un grupo en especial situación de vulnerabilidad. El asunto es mucho más complejo de lo que parece. Como dijimos, se trata de un tema que tiene raíces en la historia de la humanidad y que se ha desarrollado en grandes dimensiones ante la carencia de oportunidades de desarrollo de las personas.

De ahí que el establecimiento de medidas como la anunciada por el presidente Trump, lejos de inhibir el flujo migratorio hacia los Estados Unidos, genera una lamentable concepción del fenómeno y su correcta atención. Pretender manejar la desafortunada realidad de cientos de miles -quizá millones- de personas migrantes como “moneda de cambio” políticamente, para presionar la toma de medidas más enérgicas de nuestro país en la materia, manda un mensaje de frustrasión e intolerancia ante la incapacidad de controlar los flujos migratorios.

La consideración de factores históricos, jurídicos, económicos e incluso tradicionales en el caso de México como país pacifista y de acogida de personas migrantes, es el gran reto que tiene el gobierno del presidente de México, frente al también legítimo derecho -por cierto- del gobierno del presidente Trump de salvaguardar la paz, seguridad y desarrollo de sus conciudadanos.

Nuestras raíces mexicanas nos han legado principios tan representativos de nuestra cultura como el de Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Cuidar la casa, en un sentido amplio hablando de cada país, es un legítimo derecho de las naciones. El tema son las herramientas políticas en materia de seguridad y justicia que se adopten, no sólo como países vecinos sino otorgando a éstas un enfoque necesariamente humanístico de desarrollo, ver y atender las causas del fenómeno y no sólo las consecuencias.

Reconocer el aporte económico de las personas migrantes, no sólo para la nación norteamericana sino para la nuestra, México, es sumir una postura estadista que atiende a intereses políticos, pero también económicos nacidos precisamente a base del trabajo de este grupo de personas.

De paso veamos que de acuerdo con el Censo de Estados Unidos 2010-2017, hay más de 36 millones de personas de origen mexicano en ese país, una cifra importante si consideramos que, de acuerdo con la Encuesta Intercensal 2015 del INEGI, sólo en la Ciudad de México habitamos -hasta 2015- cerca de 9 millones de personas. De esas dimensiones el tamaño de la responsabilidad de ambos gobiernos para conciliar.


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización del autor, publicado en Primera Voz, el 5 de junio de 2019.

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