Recordando al presidente de la República Emilio Portes Gil

Publicado el 27 de junio de 2019

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-investigador en la Universidad Autónoma de Baja California Sur
emailaguillenvic@gmail.com

Se cumplen noventa años de la gestión del tamaulipeco Emilio Portes Gil al frente del Poder Ejecutivo Federal (diciembre de 1928-febrero de 1930).

Designado como presidente interino por el H. Congreso de la Unión al asesinato del general Obregón Salido, recién electo para cubrir un segundo mandato, el abogado Portes entró al quite en medio de la grave crisis política que vivió el país a partir de mediados de julio de 1928.

Este político era apodado “El Manchado”, por la pólvora que se incrustó en una parte de su rostro cuando estalló una pistola en el duelo que protagonizaron, en la Ciudad de México, los generales Luis Caballero y César López de Lara por la gubernatura de Tamaulipas, en 1918.

Si se recuerda que aquella crisis tuvo que ver con que el general Calles, presidente en funciones, estaba bajo sospecha de muchos; que el Ejército era un factor político de enorme peso, y que los obregonistas se sentían con el legítimo derecho para manejar la vida pública de México, se aquilata que un civil con prestigio en su estado natal haya aceptado dirigir el país por 14 meses.

Lorenzo Meyer, en el volumen que coordinó para El Colegio de México sobre La historia de la Revolución Mexicana, 1928-1934, señala que “don Emilio Portes Gil ofrecía inmensas ventajas para ocupar el cargo a juicio de los callistas… en 1923 había sido presidente del congreso del Partido Nacional Cooperatista, que deslindó al huertismo del callismo… En la cámara baja había contribuido en tiempos de Obregón a la destrucción del Partido Liberal Constitucionalista, que había decidido zafarse de la tutela del Caudillo…”

En cuanto al obregonismo, Meyer subraya que “su filiación obregonista era segura, como podría deducirse… de los altercados que tuvo con el laborismo y con Morones”, el líder de la CROM y destacado funcionario del gabinete callista.

La labor de Portes Gil como gobernador de Tamaulipas durante la Presidencia de don Plutarco, a partir de febrero de 1925, nos habla de un funcionario más cercano a lo que después se llamaría la política de masas del cardenismo, lo que le permitió construir un sistema político local “que monopolizó los intereses organizados de la sociedad a través de mecanismos burocráticos y partidarios bajo la invariable sanción de su hegemonía personal, cuya vigencia, salvo una breve interrupción, se prolongó desde 1925 hasta 1947”, como bien apunta Octavio Herrera en su texto Tamaulipas, historia breve (Colmex-FCE, 2010).

Portes promovió, en 1926, la formación de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos, y en materia laboral creó las juntas de conciliación y arbitraje y el código estatal del trabajo. Todo esto sin olvidar la experiencia del Partido Socialista Fronterizo, un importante antecedente del PNR.

A nueve décadas, no podemos olvidar que Emilio Portes Gil protagonizó los Arreglos de 1929, que dieron fin al conflicto cristero. Y su actuación como presidente de la República no quiere decir que como gobernador de su estado no diera muestras, en su momento, de su fidelidad a Calles en medio de la Cristiada. Así lo comprueba el oficio circular que dirigió a sus colaboradores en Tamaulipas, en septiembre de 1926, por el que se considera “altamente beneficioso para la patria la política anticlerical, antirreligiosa, que sigue el gobierno federal” (Cristeros, Gobierno de Jalisco, 2007) y se les pide que demuestren, con actos, que están con Calles.


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