El Estado ecuménico de derecho: alfabetización en religiones

Publicado el 22 de agosto de 2019



Jorge Alberto González Galván

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email jagg@unam.mx

Es un hecho que por no tener en nuestra formación escolar desde la educación básica hasta la superior el conocimiento de los fenómenos religiosos de la humanidad todos somos analfabetas de las religiones. Tampoco se ha impulsado la formación de profesionistas en los estudios espirituales del mundo porque no existe en las carreras universitarias, por ejemplo, una licenciatura en teología o religiones. Estos hechos nos han privado de algunos derechos: el derecho a conocer la historia, filosofía y regulación de las religiones y el derecho a decidir libremente, a los 18 años (nuestra mayoría de edad), la práctica o no de alguna religión. A falta del reconocimiento de estos derechos es el Estado laico, por omisión, quien decide por nosotros a nivel social, y son nuestros padres los que decidieron por nosotros (en nuestra minoría de edad) a nivel familiar.

Se trata ahora de vivir las religiones desde el paradigma constitucional de los derechos humanos: respetando la libertad de conciencia de cada uno de nosotros, defendiéndonos de las imposiciones estatales y familiares. No hay delito más grave en una sociedad libre pensadora que la imposición no sólo de ideas políticas, sino también de creencias religiosas. La imposición de las ideas políticas atenta contra nuestra inteligencia intelectual y los ideólogos, en este sentido, se convierten en delincuentes irracionales; la imposición de creencias religiosas, por su parte, atenta contra nuestra inteligencia ética y los ministros (oficiales o no) se convierten en delincuentes emocionales.

No se puede utilizar a la historia para justificar el inmovilismo en el presente. Quienes se oponen a la educación de las religiones y la carrera de teología (o religiones) apelan al origen del Estado laico del siglo XIX. Interpretan que la sana “separación del Estado y las Iglesias” significa un dejar-hacer y un dejar-pasar en el libre mercado de las religiones. No quieren ver que en el siglo XX la aplicación en México de este principio constitucional ha favorecido, por omisión, a una iglesia en particular, la que se impuso a los mexicanos desde la colonización española iniciada a fines del siglo XV. Que se opongan los católicos resulta lógico, pero que se opongan los laicos es darse un tiro en el pie.

La regulación de las religiones este siglo XXI debe pasar por la intervención vigorosa del Estado en favor del conocimiento y desarrollo de todas las religiones, es decir, de un Estado ecuménico de derecho. El movimiento ecuménico del que hablo para este siglo pasa por el diálogo inter-religioso, repito, de todas las religiones (no sólo de las cristianas, en su origen), las cuales deben ser registradas (cerca de ocho mil asociaciones religiosas reconoce la Secretaría de Gobernación, ver Religiones, 2018, p. 162), no para su control y censura, sino para su protección: siempre y cuando se comprometan a respetar los derechos humanos de sus creyentes (y de los demás) y asuman la responsabilidad de aplicar las leyes que el Estado apruebe. Por otra parte, adquieren derechos para brindar el servicio público de educación (como lo hacen desde hace años algunos centros educativos católicos, protestantes y judaicos), y derechos “nuevos”: el derecho a acceder como propietarios a medios de comunicación masiva y el derecho de sus ministros a ser electos en puestos públicos (legislativos o administrativos).

Estos derechos son nuevos en México, pero no en otros países también laicos: Francia (franceculture.fr), Inglaterra (bbc.uk) y España (rtv.es) permiten en sus canales electrónicos (sobre todo en la radio), por ejemplo, que se discuta y difundan todas las religiones (por ellas mismas) reconocidas legalmente. En los hechos, en México, bajo el auspicio del Estado laico no intervencionista decimonónico, la Iglesia católica, tradicionalmente, ha utilizado libremente los medios públicos y privados para divulgar sus creencias y ritos (Radio y TV María son un ejemplo). El desarrollo del protestantismo (en años recientes) ha hecho también que se “cuelguen” de las ondas sonoras, sin control alguno (como en San Cristóbal de las Casas, Chiapas). El “temor” de los que se oponen a que las religiones tengan medios de comunicación masiva propios es que, dicen, van a “adoctrinarnos”, a “manipularnos”, a “imponernos sus creencias”. Estos libre-pensadores que defienden el sacrosanto Estado Laico piensan por nosotros, deciden por nosotros. No quieren ver que este libre mercado de los espíritus del siglo XXI todos los seres humanos tenemos el derecho a elegir libremente el canal religioso que queramos ver o escuchar para informarnos, instruirnos, como libre-ciudadanos y si queremos: adscribirnos o no a alguna de las religiones (como si Internet no existiera). Para un panorama histórico y actual de las religiones en México véase “Religiones”, publicado por la Secretaría de Cultura:

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En cuanto al derecho a participar en las elecciones por parte de los ministros, su “temor” es el mismo: “Nos van a manipular a favor de ellos o en contra de los demás”. Olvidan (o no quieren ver) que el derecho a elegir a nuestros representantes lo ejercemos cuando ya somos mayores de edad. Recuerdo que los “revolucionarios” que hicieron la Constitución de 1917 negaron el derecho a las mujeres (decidieron por ellas) porque serían manipuladas (dijeron) por los sacerdotes. Les agradecemos que se preocupen por nosotros, pero somos mayores de edad y nosotros decidimos por quién votamos de “manera libre”, ¿o acaso no es ese el mantra con el que se llenan la boca siempre que hay elecciones?


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