La Malinche a los ojos de Hernán Cortés

Publicado el 19 de septiembre de 2019

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur
email aguillenvic@gmail.com

Invitado por el texto de Christian Duverger sobre Hernán Cortés escritor, abordamos la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, a cargo de Bernal Díaz del Castillo, el pseudónimo del Capitán, para conocer lo que el Conquistador opina sobre la Malinche —doña Marina—, su “lengua”, su traductora, en su trascendental aventura, la que iba a dar origen a la Nueva España.

Cortés escribe su versión, si nos fiamos de Duverger, entre los años 1543 y 1546, desde Valladolid, la capital del reino de Castilla. Ya habían transcurrido quince años desde la muerte de la Malinche porque “a principios de 1529, al abrirse el Juicio de Residencia contra Cortés, el testigo Juan de Burgos se refirió a ella como ya difunta” (Héctor de Mauleón, La ciudad oculta, 1, Planeta, 2018, p. 36). De tal manera que no sabemos si sus dichos son un obituario a su aliada fallecida o si algo más íntimo y más profundo se encuentra debajo de lo que aparece en distintos capítulos de la Historia verdadera…

Lo primero que nos llamó la atención es que Cortés se refiere a su persona, en sus conversaciones con notables personajes, como Moctezuma II o Xicoténcatl, el cacique tlaxcalteca, con el nombre de Malinche. Aquel que el escritor llama Xicotenga le llega a decir: “Tú nos tienes como enemigos... Malinche, creemos que los haces por las traiciones y maldades que los mexicanos te han dicho en secreto para que estés mal con nosotros” (Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, 7a. ed., Fernández Editores, 1971, p. 143).

El autor de la Historia verdadera de la Conquista…explica el por qué “en todos los pueblos por los que pasamos... llamaban a Cortés Malinche… y la causa de haberle puesto este nombre es que como doña Marina, nuestra lengua, estaba siempre en su compañía, especial cuando venían embajadores o pláticas de caciques, y ella lo declaraba en lengua mexicana, por esta causa llamaban a Cortés el capitán de Marina, y para más breve le llamaron Malinche” (ibidem, pp. 140-141).

El conquistador no quiere olvidar el día que conoció a la Malinche, pues apunta que “a los quince días del mes de marzo de mil quinientos diecinueve años vinieron muchos caciques y principales de aquel pueblo de Tabasco… y trajeron un presente de oro… y no fue nada todo este presente en comparación de veinte mujeres, y entre ellas una muy excelente mujer... Doña Marina, que así se llamó después de vuelta cristiana” (Bernal Díaz del Castillo, op. cit., p. 69).

Para significar lo que esa mujer representó en su vida, Hernán Cortés la describe como que “verdaderamente era gran cacica e hija de grandes caciques y señora de vasallos, y bien se le parecía en su persona… (mientras que de) las otras mujeres no me acuerdo bien de todos sus nombres”. Y el conquistador remata: “esta doña Marina, como era de buen parecer, entremetida y desenvuelta, (se le) dió a Hernández Puerto Carrero, muy buen caballero, primo del Conde de Medellín, y después que (éste) fue a Castilla estuvo la doña Marina con Cortés, y hubo en ella un hijo que se dijo don Martín Cortés” (ibidem, p. 71).

A confesión de parte, relevo de pruebas. El Capitán quiere que la posteridad se entere. Un quinto centenario es una oportunidad para traer, otra vez, su sentimiento.

Héctor de Mauleón, en su excelente trabajo titulado La ciudad oculta, I, 500 años de historias (Planeta, 2018), nos recuerda que en la actualidad “todavía recorre la Malinche el mundo que habitó. Eso dicen los alumnos de una de las primarias más antiguas del Centro (CDMX, República de Cuba 95), la Miguel Serrano, en donde, desde hace muchos años, de acuerdo con la leyenda compartida por incontables generaciones, la célebre compañera de Cortés ha sido vista bajo la forma de una sombra que vaga y gime”.


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