Los damnificados por los terremotos de septiembre de 1985 y 2017 y los damnificados por la catástrofe político-económica y de desarrollo nacional que se generó de manera gradual y continua durante el periodo de 1982 a 2017

Publicado el 30 de septiembre de 2019


Francisco José de Andrea Sánchez

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email fjdeandrea@yahoo.com

1.Es necesario un análisis multidisciplinario ponderado sobre la siempre latente catástrofe natural sísmica que se cierne brutalmente sobre la ciudad capital de México y la región central del país y sus consecuencias porque éstas han cambiado el statu quo de la sociedad mexicana en formas nunca antes vistas y exigirán de todos una participación comprometida, inteligente, valiente y de largo plazo para evitar la continuación del hundimiento y destrucción no sólo de edificaciones sino de las expectativas y las aspiraciones personales y colectivas de millones de mujeres y hombres que si bien con motivo de los terremotos de 1985 y 2017 se vieron afectadas por la naturaleza, lo cierto es que sin que la mayoría de los mexicanos reparara en ello este país ya había sido devastado lentamente a lo largo de décadas por una catástrofe cotidiana tan perjudicial como la que nos azotó en los referidos movimientos telúricos pero de manufactura humana —ya no natural—, que consistió precisamente en la muerte lenta y la destrucción instantánea de los proyectos y sueños de cientos de miles y quizá millones de mexicanos talentosos a los que se les cortó generacionalmente la posibilidad de su realización personal y profesional por parte de una clase dominante improductiva y parasitaria que acaparó los puestos de mando político y financiero en México —quizá desde 1982—, lo que nos condujo fatalmente a la implementación de políticas y decisiones de desarrollo urbano y económico nacionales equivocadas.

2. Para muestra un botón: durante las últimas décadas especialistas y estudiosos de las ciencias humanas y exactas en diversas ocasiones propusieron llevar a cabo una magna descentralización institucional en el país no sólo de corte administrativo y jurídico sino demográfico, utilizando el imán de una descentralización de las secretarías de Estado del gobierno mexicano con un criterio de distribución lógico que se sincronizará tanto con condiciones geográficas y poblacionales como de protección de los intereses nacionales.

3. En el anterior sentido, si la descentralización, que con mucha resistencia se ha iniciado durante la 4ª Transformación a partir de 2018, se hubiera realizado hace 30 o 40 años, probablemente a) el crecimiento desmedido de construcciones en la Ciudad de México —fundamentalmente las verticales—, así como b) la deficiencia de los servicios públicos esenciales urbanos no se hubieran presentado de manera tan dramática y habría habido una consecuente disminución de las gravísimas afectaciones materiales y humanas que se dieron en los terremotos de 1985 y 2017.

4. El grado de afectación y el daño espiritual y psicológico a los millones de mexicanos damnificados antes referidos se magnificó también, en parte, porque las mayorías tradicionalmente pasivas que ahora afortunadamente hemos visto despertar durante las emergencias sísmicas desde 1985, también permitieron durante décadas que dichos grupos enquistados en el poder lo ejercieran frívolamente de manera superficial, ineficaz y corrupta.

5. La elite dominante en México durante las últimas tres décadas y hasta 2018 constituyó —y ahora se ve en retrospectiva en toda su crudeza— un sector improductivo de la sociedad mexicana que de hecho monopolizó el poder y la riqueza sin crear condiciones de desarrollo real e impidió el ejercicio de una necesaria meritocracia que tanto bien le hubiera hecho a México colocando en la inmensa mayoría de los puestos de mando político, económico, financiero y académico a miembros de una cofradía del poder compuesta por individuos sin la imaginación, talento o la creatividad dignos de la grandeza mexicana que aún nos elude.

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