El proceso electoral presidencial de los Estados Unidos de Norteamérica de 2020 y las campañas político-electorales negativas basadas en las noticias falsas (fake news) y la fragilidad de las relaciones bilaterales entre México y los EUA

Publicado el 9 de diciembre de 2019


Francisco José de Andrea Sánchez

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
emailfranciscodeandrea@post.harvard.edu

En las últimas semanas y meses hemos presenciado en el contexto de las relaciones bilaterales entre México y los Estados Unidos de América, específicamente en la víspera de las elecciones presidenciales de ese país de 2020 y durante la fase de precampañas y debates electorales llevados a cabo por los aspirantes tanto del Partido Demócrata como del Republicano, un ambiente que algunos consideran que está sumamente cargado de negatividad tanto en el contenido de mensajes como en los medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales en donde uno de los temas recurrentes tanto respecto al proceso de impeachment del presidente Trump, como de los propios debates internos de los partidos citados, en especial en torno a la propuesta del presidente norteamericano de clasificar a los carteles del narcotráfico mexicanos como “grupos terroristas” y a sus amenazas intervencionistas —que en realidad encierran un intento de distracción de la atención sobre el enjuiciamiento político que actualmente está en proceso en el Congreso norteamericano— para lograr implementar una estrategia psicológica que genere —con base en la utilización de México y sus asuntos internos— una dinámica de modificación de la opinión pública norteamericana que consolide un apoyo crucial para una reelección de Trump en 2020.

Ahora bien, desde nuestro punto de vista, sin duda es importante que la narrativa anterior de mensajes de precampaña, que después muy probablemente serán de campaña electoral, se procese y analice de forma ordenada e inteligente por parte de la opinión pública nacional para contrarrestar las diversas modalidades de denigración de las instituciones políticas y jurídicas mexicanas que inevitablemente se darán durante el año electoral de 2020 en EUA. Sin embargo, para equilibrar el análisis serio como el debate público sobre la materia también hay que resaltar que desde un punto de vista de realpolitik habría que precisar que tanto las precampañas como las campañas electorales son en la realidad política de la gran mayoría de los países del mundo también un proceso inevitablemente “confrontacional”. No son ni serán nunca un ejercicio “fraternal”, porque la historia nos demuestra que inevitablemente en el fondo primigenio psicológico del quehacer humano son siempre un enfrentamiento entre individuos, grupos y partidos que buscan acceder al poder político a como dé lugar.

En este sentido, en las sociedades contemporáneas a veces se ha exagerado al intentar “satanizar” o “desinfectar” las campañas electorales de ingredientes negativos.

Las campañas electorales en el mundo real actual implican impulsos, ánimos, instintos y actitudes tanto positivas como negativas presentes en todo ser humano y si entendemos el contexto del tema de esta forma tendremos mejores posibilidades de comprender lo que está sucediendo en la actualidad en el contexto de las relaciones entre México y los Estados Unidos bajo el contexto altamente complejo de una transformación política y social en México —que aún está en proceso de gestación— y el inicio simultáneo de un proceso electoral presidencial en la primera potencia del mundo en términos militares, que inevitablemente incluirá la temática de la relación bilateral entre ambos países como un asunto de seguridad nacional mutuo.

Para ilustrar el anterior punto, basta recordar la campaña y a la elección de Trump en 2016 y el fenómeno del fake news o noticias falsas o inventadas. Una de las principales críticas al actual ambiente cargado de negativismo y confrontación en México es que no sólo daña a la democracia institucionalmente sino que perjudica injustamente nuestros logros institucionales y culturales, con independencia de las preferencias ideológicas o políticas de cada ciudadano.

Ahora bien, no obstante la solidez y lógica del anterior argumento, que indudablemente es “moralmente correcto” en muchos casos, en otros resulta ser contraproducente, y el ejemplo de Trump se ha vuelto ya paradigmático. Durante su primera campaña electoral hubo un sinfín de reportajes, noticias y comentarios negativos —reales la mayoría y algunos inventados— acerca de sus actividades y antecedentes, y curiosa e irónicamente lejos de perjudicarlo, varios de los “obuses” negativos de la guerra sucia contra Trump acabaron por beneficiarlo con el segmento de voto “duro” que lo impulsó a través del Colegio Electoral a la Presidencia de los Estados Unidos.

En el anterior sentido, sus actuales ataques a México, sin duda injustos y en la gran mayoría de las ocasiones sin fundamento real, pueden —en el ámbito doméstico norteamericano del sector “duro” y de las corrientes que lo apoyan electoralmente— perjudicar los propios procesos políticos y de construcción de instituciones en México, por lo que más que la insistencia —repetimos, sin duda correcta moralmente— de criticar discursivamente las posturas de un político extranjero que busca su reelección, los mexicanos debemos idear contra-estrategias inteligentes, profundas y efectivas para controlar los “daños” de dichas afirmaciones o noticias falsas respecto nuestro país, y es que tratar de proteger la institucionalidad democrática o la reputación de X o Z candidato a ultranza, a la postre, a veces y dependiendo de las características de una elección determinada y su alta o baja competitividad, puede resultar de todas formas inútil en la práctica política, pues los efectos y fenómenos políticos negativos ocasionados por la noticias falsas a veces son imprevisibles en cuanto a la reacción más visceral que racional del electorado.

En conclusión, independientemente de nuestra opinión sobre la existencia y crecimiento contemporáneo de las “noticias falsas” en la era del florecimiento y consolidación de las redes sociales a nivel universal, lo importante es que los mexicanos debemos evitar —en la medida de lo posible—, y todos desde nuestra trinchera de actividad personal, que nuestra tranquilidad y estabilidad internas se vean afectadas por la utilización maquiavélica de nuestros problemas domésticos como una especie de “piñata de coyuntura político-electoral” allende nuestras fronteras, y una de las formas en que podemos lograr este objetivo es precisamente mediante un análisis inteligente y estratégicamente profundo de nuestros propios problemas internos —que sólo los mexicanos debemos resolver— con lo que estaremos en mejor posición de evitar que tragedias humanas como la de la familia Le Baron en Bavispe, Sonora, u otras contribuyan involuntariamente a fortalecer intereses contrarios a nuestra independencia y soberanía nacionales.


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