Adolescentes con pena privativa de la libertad: impacto psicológico, legal y social

Publicado el 31 de enero de 2020

Gabriela Guadalupe Ramírez González
Universidad Marista de San Luis Potosí,
Licenciatura en Psicología, Taller de Psicología Jurídica
emailggabyrg@gmail.com

El presente artículo describirá desde el punto de vista psicológico y legal, el internamiento y proceso de los adolescentes que cometen algún tipo de delito que se establezca según la legislación aplicable. Así como también las repercusiones psicológicas y sociales que puedan tener el adolescente y su familia durante y después del tiempo de su sentencia. De igual manera, cómo se lleva a cabo la reinserción social del mismo.

De conformidad con el Código Penal Federal, así como todos los demás códigos penales de cada uno de los estados, una de las penas previstas por la comisión de delitos es la prisión, la cual consiste en la pena privativa de libertad personal, que se refiere a la restricción de un derecho, es decir, se suspende durante determinado tiempo y por una causa justificada en los términos que la ley lo disponga.

En la adolescencia ocurren cambios físicos, emocionales y mentales que interfieren en la exploración de nuevos intereses y en la interacción con los grupos sociales en los que se rodean los jóvenes. En casos en los que los mismos comiencen a generar conductas problemáticas y de alto riesgo pueden llegar a cometer delincuencia juvenil, que generalmente se da entre los 14 y 17 años de edad, cuando los adolescentes tienen una mayor probabilidad de estar inmersos en este tipo de situaciones por negligencia familiar o simplemente por querer ser parte del entorno en el que se rodean. ¿Qué es lo que realmente pasa con los adolescentes?, ¿qué los lleva a desenvolverse de manera violenta en la sociedad?, ¿cómo es su desenvolvimiento psicológico y social durante la prisión?

Según el artículo 3°, fracción I, de la Ley Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes, el adolescente es una persona cuya edad está entre los doce años cumplidos y menos de dieciocho.

El procedimiento penal para los adolescentes tiene como objetivo establecer la existencia jurídica de un hecho señalado como delito, determinar si el adolescente es su autor o partícipe, el grado de responsabilidad y, en su caso, la aplicación de las medidas que correspondan conforme a dicha Ley. El proceso deberá observar en todo momento el fin socioeducativo del sistema (artículo 106 de la Ley Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal).

Las medidas privativas de libertad deberán evitarse y limitarse en los términos establecidos en dicha Ley, debiéndose aplicar medidas cautelares y de sanción menos gravosas siempre que sea posible. Las medidas privativas de la libertad serán aplicadas por los periodos más breves posibles (artículo 107 de la Ley Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal).

Existen algunas características de comportamiento problemático que el individuo pudiera llegar a cumplir durante la adolescencia, como la agresión, la ruptura de reglas (legales y escolares), comportamientos antisociales, comportamientos de alto riesgo y la participación de conflictos en su entorno.

El trastorno de conducta puede tener una gran influencia en el comportamiento problemático de estos adolescentes, ya que abarca conductas de carácter negativo, agresivas, destructivas y trasgresoras de las normas sociales. Es un patrón persistente y repetitivo del comportamiento agresivo, desafiante o antisocial, en el que se trasgreden o violan los derechos básicos de los demás y las normas sociales propias de la edad. Y esto puede tener secuelas como registros criminales, expulsión escolar y consumo de sustancias (Arango, 2018).

Dentro de la prisión es posible que se puedan desarrollar sensaciones de estrés, de angustia, miedo y tristeza, debido a que es una experiencia nueva y dura que el adolescente tiene que enfrentar solo, por ejemplo, al momento de relatar los hechos y dentro de la prisión, acatando las reglas y siendo parte de un contexto violento y en ocasiones de maltrato. De igual manera, en algunos casos, los adolescentes privados de la libertad tienen un sentimiento de desesperanza, incluso algunos tienen intentos de suicidio debido a la nostalgia y desesperación que puedan llegar a tener dentro de este ambiente o por la culpa y arrepentimiento por el delito realizado.

Azaola (2015) refiere que el estilo de vida de los adolescentes dentro del internamiento en México se ha representado de esta manera:

• 48% señaló que no le gusta “nada” de la vida en el centro de internamiento.
• 17% dijo que le gustaría tener la oportunidad de seguir estudiando. • Lo que menos les gusta: 72% no poder estar con su familia; 43% estar encerrados; 10% la comida; 10% que los encierren en los dormitorios.
• Cómo se sienten con mayor frecuencia: 40% solos; 49% tristes; 42% desanimados; 50% aburridos; 35% desesperados, y 25% enojados.

La cultura carcelaria puede llegar a hacer que los adolescentes internados se “institucionalicen”, es decir, que acaten patrones de conducta del submundo del crimen, que aprendan a defenderse en caso de que sientan que atentan hacia sus vidas, por lo que ponen en alerta su sentido de supervivencia para poder adaptarse a la cárcel.

“Entre los factores sociales, aquellos que más se asocian con la conducta delictiva son las privaciones económicas, la ausencia de los padres, los castigos severos, tener padres violentos que cumplen condena en prisión o tener una madre hospitalizada por trastornos psiquiátricos” (Acero et al., 2007).

El comienzo de las trayectorias del delito se da alrededor de los 16 años, iniciando con agresión hasta incurrir en delitos más graves y violentos, posteriormente los comportamientos están influidos por decir mentiras, cayendo en delitos menores y fraudes; finalmente, el comportamiento se vuelve desafiante generando conductas antisociales que estarán relacionadas con la motivación de delinquir y la incapacidad de autocontrol (Herrera y Morales, 2005; Redondo y Pueyo, 2007).

La situación familiar por la que estos adolescentes han pasado es complicada y dura, generalmente existe un abandono del hogar, hay separación o violencia entre los padres, violencia familiar, abuso sexual, la comunicación de padres con hijos es deficiente o nula, lo que ocasiona que tengan una vida negligente sin redes de apoyo presentes a lo largo de sus vidas.

La sociedad influye de manera extrema en las personas, pero de manera más significativa en la adolescencia, debido a que lo que más importa en esta etapa es el sentido de pertenencia, el ser parte de un grupo de iguales que puedan tener intereses en común, por lo que es muy probable que vivan dentro de un contexto agresivo y han aprendido a ser violentos o a normalizar cuestiones que son riesgosas para su integridad y la de los demás; asimismo, puede que generen actitudes problemáticas y que no sepan distinguir entre el bien y el mal.

Las familias disfuncionales de estos adolescentes, en muchos casos, llegan a abandonarlos y no los visitan, pudiera ser por el impacto de lo que han hecho sus hijos o por no tomarle importancia a la situación, algunas familias los dejan de apoyar desde el principio o a la mitad del proceso legal. Sin embargo, el apoyo de las familias es indispensable, puesto que ayudan a los hijos a adherirse a las normas y a que el proceso legal dentro de la prisión sea efectivo y beneficioso para la resolución del caso.

La experiencia de reinserción social en adolescentes no se vive sólo a nivel individual, ya que las separaciones prolongadas generan distorsiones en la percepción mutua del/la adolescente y la familia, y posteriormente genera desajuste en el proceso de reunificación (Winnicott, 1990), por lo que la experiencia se vuelve a vivenciar en conjunto.

La mayor parte de los/as ex reclusos/as, una vez fuera del sistema carcelario, presentan serios problemas sociales y mentales, ya que ellos/as permanecen dentro de la cárcel sin recibir educación y, habitualmente, sin soportes familiares sólidos, sumado a esto que en el proceso de reinserción social deben vivir con el estigma asociado a haber estado en prisión (Petersilia, 2003).

Sin embargo, la intervención terapéutica y la reinserción de los adolescentes es más eficaz y eficiente que la de los adultos, debido a que existe un panorama amplio de actividades educativas y recreativas que pudiera prevenir y construir una nueva perspectiva de lo que es el mundo; de igual manera, las estructuras psicológicas aún siguen en formación, por lo que la personalidad del adolescente aún no se encuentra instaurada completamente. Estas intervenciones pueden estar encaminadas a la resolución de conflictos, aceptación e identificación de emociones, control de impulsos y de ira, tolerancia a la frustración y habilidades sociales.

Por otro lado, el artículo 155 de la Ley Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes nos dice que existen medidas de sanción que se imponen a los adolescentes que no son privativas de la libertad, como amonestación, apercibimiento, prestación de servicios a favor de la comunidad, sesiones de asesoramiento colectivo y actividades análogas, supervisión familiar, prohibición de asistir a determinados lugares, conducir vehículos y de utilizar instrumentos, objetos o productos que se hayan utilizado en el hecho delictivo, no poseer armas, abstenerse de viajar al extranjero, integrarse a programas especializados en teoría de género, en casos de hechos tipificados como delitos sexuales, libertad asistida.

En cuanto a lo abordado con anterioridad me permito mencionar que actualmente existen delitos de todo tipo, pero en comparación con los adultos, los adolescentes, con apoyo y un buen apego al tratamiento y supervisión, pueden mejorar el escenario y panorama en el que están involucrados, más que nada, se puede reeducar a los mismos en cuanto a la vida que pueden transformar para bien y al beneficio que esto los pueda llevar en un futuro. No sólo se trata de castigar, existen diversas formas de hacer conciencia y de tratar que puedan enderezar su camino de alguna forma, como bien se menciona en el artículo 155. Los adolescentes aún requieren del apoyo y contención por parte de sus familias, por lo que el entrenamiento con padres es indispensable, puesto que se requiere que estén informados sobre la situación por la que sus hijos están pasando para que puedan ayudarlos a mejorar los comportamientos inadecuados y la relación familiar, que puedan desenvolverse mejor en la sociedad con recursos saludables y adecuados a su edad. No obstante, algunos de los adolescentes, cuando regresan a su vida habitual, tienden a recaer porque el entorno puede seguir igual, con los mismos riesgos, que no se pueden evitar, por lo que se necesita de una excelente supervisión y acompañamiento de profesionistas expertos en el área para que puedan bridar esa ayuda e información necesaria para que logren sus objetivos.

Referencias

Acero, R. et al. (2007), “Factores de riesgo para violencia y homicidio juvenil”, Revista Colombiana de Psiquiatría, 26 (1).

Arango J. C. et. al. (2018), Trastornos psicológicos y neuropsicológicos en la infancia y adolescencia, México: Manual Moderno.

Azaola, E. (2015), Diagnóstico de las y los adolescentes que cometen delitos graves en México, México: UNICEF.

Herrera, D. y Morales, H. (2005), “Comportamiento antisocial durante la adolescencia: teoría, investigación y programas de prevención”, Revista de Psicología de la PUCP, 23.

Morales-Castillo, M. et al. (2019), “Los contenidos de la formación parental y sus implicaciones en el comportamiento de los adolescentes: elementos desde una revisión”, Saúde e Sociedade, 28.

Panadero, C. A. (2019), “Adolescentes en conflicto social: prevención y reinserción”, Revista Internacional de Políticas de Bienestar y Trabajo Social International Welfare Policies and Social Work Journal.

Redondo, S. y Andrés-Pueyo, A. (2007), “La psicología de la delincuencia”, Papeles del Psicólogo, 28.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ilayali G. Labrada Gutiérrez