El general Manuel Peláez, las compañías petroleras extranjeras y la contrarrevolución en las Huastecas 1

Publicado el 9 de marzo de 2020

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur
email aguillenvic@gmail.com

Un personaje de la época revolucionaria en México, controvertido y poco estudiado, es el general Manuel Peláez Gorrochotegui, oriundo de la Huasteca veracruzana, de un lugar perteneciente al cantón de Tuxpan. Enemigo de Carranza y aliado de Obregón, estuvo siempre en sintonía con los intereses petroleros extranjeros en México.

Tanto la familia Peláez como los Gorrochotegui aprovecharon las oportunidades para aumentar sus ingresos al arrendar sus propiedades ganaderas, a principios del siglo XX, a El Águila, la legendaria empresa petrolera inglesa. Los lazos de la familia Peláez fueron más allá con ese emporio petrolero. El gerente de la empresa contrata a Manuel Peláez como contratista de mano de obra para construir una instalación de almacenamiento de petróleo para la compañía en 1911. 2 En 1919, la Royal Dutch Shell, de capital holandés-inglés, toma el control de dicha petrolera.

El cacique potosino Gonzalo N. Santos recuerda en sus Memorias que “tanto Peláez como casi toda la totalidad de los jefes que lo seguían eran propietarios de ricos terrenos petroleros, con algunas excepciones de aventureros y de excompañeros… de la Revolución (que se pasaron) al villismo y después se hicieron pelaecistas”. 3

En la lista de los aventureros figuró el sujeto llamado Viviano, y apodado “Tres Calzones”, quien mató al “maderista constitucionalista que había andado en las guerras desde la tuxtepecana, el teniente coronel Jesús Terrazas, padre de los generales Alfredo M. Terrazas y Severino Terrazas”. 4 En cambio, entre los villistas que se sumaron a Peláez sobresalió el general José Cirilo Morán Solís, con una larga trayectoria. Junto con él arribaron, en 1918, los generales Donato Bravo y Marcelo Caraveo, procedentes de la División del Norte.

La lucha de don Venustiano por colocar los intereses extranjeros en México bajo la tutela del Estado posrevolucionario llevó inevitablemente a Peláez a colocarse en la oposición al presidente Carranza. Hacia 1917, después de la promulgación de la Constitución, que obligaba a los petroleros extranjeros a trabajar con la aprobación del Ejecutivo Federal y a pagar impuestos regularmente, Peláez se pronunció abiertamente por condenarla, al igual que el contrarrevolucionario Félix Díaz. Éstos apoyaban totalmente la Constitución de 1857, que favorecía sus intereses y los de las compañías inglesas y norteamericanas. Su objetivo principal era restaurar la Constitución de mediados del siglo XIX para proteger la propiedad privada de los recursos naturales.

En un periodo que abarcó desde 1916 hasta 1920, el general Peláez llegó a dominar toda la Huasteca veracruzana, que comprendía los cantones de Papantla, Tuxpan, Ozuluama, Tantoyuca y Chicontepec, extrayéndola, con la fuerza de las armas, de la soberanía nacional. Se habló de que quería formar un Estado independiente bajo la protección de los petroleros extranjeros.

Al parecer, el general Peláez construyó su estructura de poder regional con base en los llamados jefes de veladores que tenían las compañías petroleras en los campos y refinerías. En 1918 Carranza trató de revertir la situación con el nombramiento del general Miguel M. Acosta como comandante militar de las Tres Huastecas con cuartel general en Tampico, Tamaulipas. Éste aceptó la propuesta de Gonzalo N. Santos para

…que quitáramos a los “jefes de veladores”… Buscamos puros oficiales retirados de los nuestros y muchos soldados que también se habían dado de baja por los magníficos sueldos que recibían los veladores de las compañías… Has dado en el puro clavo —le comentó Acosta al revolucionario potosino— pues estos cabrones veladores son todos pelaecistas desde el momento que dependen de las compañías; y si no les pegamos a Peláez y a ellos de esta forma, no contrarrestamos en gran parte muchos asaltos a los pagadores que en muchos casos hacen los mismos veladores.5

Cuando Álvaro Obregón Salido se presenta como candidato presidencial en 1920 frente a la imposición carrancista de Bonilla, acude a pactar, a través de varios intermediarios, con todos los descontentos con el gobierno de don Venustiano. En su visita a Tampico, por ejemplo, el caudillo sonorense encuentra inconformes entre la gente que apoyaba a los dos generales que disputaban la gubernatura tamaulipeca: Luis Caballero y César López de Lara. Estaban resentidos “con el nuevo ayuntamiento, impuesto por el general Rafael Cárdenas, que duró cinco días de gobernador. Este ayuntamiento… era bonillista, y a esto hay que agregar… que el ambiente pelaecista que reinaba en la región no tan sólo era obregonista, sino que ya se había comprometido el general Manuel Peláez directamente con el general Obregón”. 6

Después del triunfo obregonista, luego de la Rebelión de Agua Prieta que terminó con la vida del presidente Carranza, se dijo que el general Manuel Peláez, uno de los inconformes que respondieron positivamente a la pacificación promovida por Adolfo de la Huerta como presidente sustituto, se había dedicado a promover en el extranjero el reconocimiento oficial a la nueva administración mexicana. Lo que parece ir de acuerdo con el cambio en la política del gobierno federal en el tema petrolero, asunto que se refrendó con los fallos favorables de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a los amparos promovidos por las compañías petroleras norteamericanas e inglesas.


NOTAS:
1 Con la colaboración de Karla Yoseline Nava Cosío, de la licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la UABCS. Agradecemos la información proporcionada por el académico potosino Javier Gaytán Morán para construir el perfil del personaje.
2 Salamini, Heather Fowler, “Caciquismo and the Mexican Revolution: The Case of Manuel Peláez”, Intellectuals and Power in Mexico, Los Ángeles, California, Universidad de California, 1991, p. 194
3 Santos, Gonzalo N., Memorias, Grijalbo, 1984.
4 Ibidem, p. 203.
5 Ibidem, p. 201.
6 Ibidem, p. 208.


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