Día de los derechos de los niños: imaginar
(el niño que no quería ir a la escuela)

Publicado el 5 de mayo de 2020


Jorge Alberto González Galván

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email jagg@unam.mx


Había una vez un niño, que se llamaba Jorgito, al que no le gustaba ir a la escuela. ¿A ustedes les gusta ir a la escuela?

¡¡¡Sííí!!!

Pues a Jorgito no le gustaba. Todas las mañanas su mamá tocaba la puerta de su cuarto para despertarlo: Toc-toc-toc, “Jorgito, a la escuela, ya despierta”. Él respondía, tapándose con la sábana: “Cinco minutos de sueño, mamá”. “Está bien”, le decía su mamá, “regreso en cinco minutos”.

Pasaban cinco minutos y su mamá volvía: Toc-toc-toc, “Jorgito, a la escuela, levántate”. Jorgito se revolcaba en su sábana y contestaba: “Mamá, otros cinco minutos”. Como su mamá era una mamá muuuy buena, le dijo: “Está bien, pero sólo cinco minutos, ¿eh?”. “Sí, mamá, está bien”.

Al pasar los cinco minutos: Toc-toc-toc, “Jorgito, despierta, a la escuela”. Y Jorgito se despertaba todo despeinado, lagañoso, iba al baño y se lavaba su carita, se peinaba y luego se ponía los calcetines, los calzones, el pantalón, la camisa… ¿me faltó algo?

¡¡¡Sus zapatos!!!

Claro sus zapatos también. Después desayunaba. ¿Ustedes qué desayunan?

¡¡¡Cereal!!! ¡¡¡Pan!!! ¡¡¡Fruta!!!

Muy bien. Después de desayunar se iba a la escuela con su mamá. Cuando estaba en su salón de clases pensó en una idea para salirse. ¿Ustedes qué harían para salir de su salón de clases?

¡Le diría a la maestra que quiero ir al baño!

Exac-ta-men-te fue lo que le dijo Jorgito a la maestra. Pero antes cortó una hoja de su cuaderno y tomó un lápiz y se los guardó en la bolsita de su camisa.

¿¿¿Para qué???

Al rato les voy a decir para qué. Cuando salió al patio de la escuela no había nadie porque todos estaban en sus salones, y Jorgito no fue al baño sino donde estaban los juegos: los columpios, el pasamanos, la resbaladilla.

¿Saben por qué?

¡Porque quería jugar!

No, porque junto a los juegos había una alambrada con un hoyo por donde se escapó. Como la escuela estaba cerca del mar se fue a la playa. ¿Recuerdan que guardó en la bolsa de su camisa una hoja de papel y un lápiz?

¡¡¡Sííí!!!

Pues con su hoja de papel hizo un barquito. ¿Ustedes saben hacer barquitos de papel?

¡¡¡Nooo!!! ¡¡¡Sííí!!!

Vamos a hacer uno, como el de Jorgito, aquí tengo hojas…

Después que Jorgito hizo su barquito como el nuestro, ¿qué creen?

¿¿¿Quééé???

Jorgito lo puso sobre el agua, pero como para subirse tenía que hacerse chiquito, sacó de la bolsa de su camisa una pastilla de “Chiquitolina” y se hizo chiquito…

¿Y de qué árbol hizo sus pastillas de “Chiquitolina”?

Hay un árbol pequeñito que se llama Bonsai del que Jorgito tomó algunas hojas para hacer sus pastillas. Cuando ya estaba en su barquito… ¿recuerdan que también había guardado un lápiz en el bolsillo de su camisa?

¡¡¡Sííí!!!

Pues lo sacó para comenzar a remar: y uno (lado izquierdo)-y dos (lado derecho), y uno-y dos. Les voy a dar un lápiz para que hagamos lo mismo… a remar: y uno-y dos, y uno-y dos.

Muy bien. Así se fue alejando de su escuela, de su pueblito, hasta que cuando volteó a verlos ya no se veían. De pronto, ¿qué creen?

¿¿¿Quééé???

Se encontró con una isla. Pero como estaba chiquito ahora tenía que volver a crecer, así que sacó de la bolsa de su camisa una pastilla de “Granditolina”, que hizo con las hojas de un árbol que se llama Eucalipto. Cuando ya tenía su estatura de siempre, guardó en la bolsa de su camisa su barquito de papel y lápiz y comenzó a caminar.

Todo era muuuy grande: los árboles, las hojas, las flores, hasta que llegó a un río y se metió con su barquito después de tomar su pastilla de… ¿recuerdan cómo se llamaba su pastilla para hacerse chiquito?

¡¡¡Chiquitolina!!!

De-acuer-do. Entonces comenzó a remar con su lapicito. ¿Lo sacamos también para remar todos?: y uno-y dos, y uno-y dos… Muy bien. De pronto se encontró con una iglesia con sus torres y pensó que habría gente. Así que remó hasta la orilla, tomó su pastilla para crecer ¿llamada…?

¡¡¡Granditolina!!!

E-xac-to. En la plaza no había gente, así que entró a la iglesia. Estaba muy oscura y comenzó a caminar hasta el altar: sólo había cuadros y esculturas de santos. Al regresar miró hacia el coro donde estaba un hombre con su sotana y capucha y corrió llamándole: “Señor-señor, estoy perdido, ¿me podría ayudar?”. Pero qué creen.

¿¿¿Quééé???

El señor no podía responder porque era una estatua… Salió triste y comenzó a tener hambre y extrañar a su mamá. Al caminar por la isla se encontró con un árbol de manzanas y corrió para alcanzar una… pero qué creen.

¿¿¿Quééé???

Cuando alzó la mano para cortar una, comenzó a hablar: “No me puedes comer porque estoy viva”. “Pero es que tengo mucha hambre”, le dijo Jorgito, agarrándose la panza. “Pues no me puedes comer”.

Entonces Jorgito siguió caminando y se encontró con unas uvas y pensó ahora sí voy a poder comer… pero qué creen.

¡¡¡No pudo comer las uvitas porque estaban vivas!!!

Per-fec-ta-men-te bien con-tes-ta-do. Cuando las quiso cortar todas las uvitas abrieron su boca para decir: “No nos puedes comer porque estamos vivas, ¿verdad, mamá?”. “Así es”, contestó mamá Uva.

Jorgito extrañaba todo, a sus amigos de la escuela, a su camita, a su mamá y tenía mucha hambre porque no había comido. Llegó hasta el río, sacó su barquito de papel, tomó su pastilla de chiquitolina y comenzó a remar con su lapicito, fijándose en las orillas para ver si había algo que podría comer.

¿Y por qué no se puso a pescar?

Bue-na pre-gun-ta. Porque no tenía con qué pescar, no tenía una cuerda, un anzuelo, nada. Remando despacio se dio cuenta que la corriente llevaba sólo a su barquito, así que decidió no remar para fijarse solamente si había algo qué comer en las orillas del río. Así pasó un rato cuando el barquito comenzó a ir más rápido y miró que adelante estaba una cascada… y qué creen que hizo.

¿¿¿Quééé???

Se puso a remar para atrás: y dos (lado derecho)-y uno (lado izquierdo), y dos-y uno. Pero la corriente era más fuerte y más fuerte tuvo que remar: y dos-y uno, y dos-y uno, y dos-y uno, y dos-y uno… fue inútil todo su esfuerzo porque veía cerca la cascada y cada vez mááás cerca la cascada… hasta que cayó en la cascaaada y comenzó a gritaaar “¡¡¡Aaayyy!!! Cuando de pronto escuchó a su mamá: Toc-toc-toc, “Jorgito, a la escuela”. “Sí, mamita”, dijo Jorgito abrazándola.

Ciudad de México, 29 de abril de 2020


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